Las convulsiones y la actividad similar a las convulsiones son problemas comunes que se presentan en las mascotas tanto en los hospitales de emergencia como en los consultorios generales. Cualquier veterinario de pequeños animales debe estar preparado para evaluar, tratar rápidamente y observar las diferentes causas de las convulsiones y, al mismo tiempo, descartar otros episodios "similares".
Una guía práctica elaborada por veterinarios de EE UU ha querido abordar el diagnóstico y tratamiento de pacientes caninos y felinos que presentan convulsiones de un solo evento, convulsiones en racimos o estado epiléptico.
Como ocurre con cualquier paciente de emergencia, para los autores es importante realizar una clasificación de inmediato y evaluar la estabilidad y los parámetros vitales. Esto incluye asegurarse de que el animal no tenga convulsiones focales o generalizadas de forma activa ni sufra efectos secundarios de las convulsiones. Si el animal está sufriendo una convulsión en el momento de la presentación, la prioridad es detener la convulsión.
Los medicamentos anticonvulsivos (AC) de primera línea de elección para tratar las convulsiones son las benzodiazepinas, incluidos diazepam y midazolam. Lo ideal es que estos medicamentos “se administren por vía intravenosa”. Sin embargo, si el acceso venoso es difícil o retrasado, se recomiendan las vías de administración de benzodiazepinas intranasal y/o por vía rectal.
Asimismo, dado que las condiciones metabólicas como la hipoglucemia pueden producir convulsiones, “la evaluación y el tratamiento de las enfermedades metabólicas también son parte integral del control de la actividad convulsiva”.
Una vez que el paciente ha sido evaluado, el veterinario se enfrenta al desafío de distinguir entre convulsiones verdaderas y actividad no convulsiva que puede simular convulsiones. Para los autores, “es relativamente fácil identificar que el paciente que acude a la clínica con estado epiléptico tiene actividad convulsiva, ya que los profesionales veterinarios han sido testigos oculares del evento”. Sin embargo, la mayoría de los pacientes que se quejan de “posibles convulsiones” no tienen convulsiones activas en el momento del examen, lo que deja a los propietarios la interpretación de síndromes “parecidos”.
Cuando se sospecha una convulsión, es importante que el veterinario conozca las tres presentaciones más comunes de las convulsiones. A saber, convulsiones puntuales, convulsiones en racimo, y estatus epiléptico, siendo la última una “actividad convulsiva continua que dura más de 5 minutos, o más de una convulsión secuencial sin recuperación total de la conciencia entre las convulsiones, con una duración superior a 30 minutos”.
Si bien la electroencefalografía es el estándar de oro para diagnosticar la actividad convulsiva, no está disponible fácilmente; por lo tanto, “los veterinarios deben utilizar los resultados del historial y del examen físico y los videos de eventos del propietario para distinguir entre convulsiones verdaderas y las similares”.
Para facilitar el proceso, proporcionan una serie de recursos, como diversas preguntas para realizar a los propietarios sobre el evento. Cuestiones como ¿Cuánto duró el evento (en minutos) ?, ¿Cuántos episodios ocurrieron?, o ¿Su mascota orinó o defecó durante el episodio?, son algunos ejemplos de preguntas que pueden orientar sobre el diagnóstico. También ofrecen una tabla con las características de las convulsiones y las condiciones “similares” más comunes.
Entre estas condiciones similares, se encuentra por ejemplo el sincope, la enfermedad vestibular, o trastornos del movimiento. Sobre estos, señalan que “un trastorno del movimiento es un episodio de contracción involuntaria del músculo esquelético durante el reposo o la actividad en un paciente consciente/mentalmente apropiado”.
Después de determinar que el evento es una convulsión, el veterinario debe tener una idea de las causas de las convulsiones. Las causas, comentan, se clasifican en dos grandes categorías según la etiología: intracraneal y extracraneal.
El diagnóstico definitivo de enfermedad intracraneal requiere diagnósticos avanzados (p. ej., tomografía computarizada, resonancia magnética, análisis del líquido cefalorraquídeo, etc.), que pueden no estar fácilmente disponibles.
No obstante, los autores matizan en su trabajo que existen múltiples causas extracraneales de convulsiones que pueden descartarse con un diagnóstico rápido en el lugar de atención. “Se puede recolectar sangre completa (idealmente durante el cateterismo intravenoso) para realizar diagnósticos como glucosa en sangre, proteínas totales, lactato y/o un panel de electrolitos con análisis de gases en sangre venosa”. También una lectura de la presión arterial sistólica “puede descartar una hipertensión grave”.
Otros diagnósticos pueden incluir pruebas de función hepática para detectar encefalopatía hepática (niveles de amoníaco en ayunas, niveles de ácidos biliares pre y posprandiales), perfiles de coagulación (PT/aPTT, tromboelastografía) y pruebas de enfermedades infecciosas específicas.
La anamnesis y el examen físico “también son útiles para priorizar los diferenciales comunes de las convulsiones”. Por ejemplo, las anomalías congénitas e infecciosas que causan convulsiones son más probables en un animal joven, mientras que las enfermedades intracraneales neoplásicas o degenerativas son más comunes en pacientes geriátricos.
Otra forma común para que los veterinarios recuerden rápidamente las causas más comunes es el sistema mnemotécnico "DAMNIT-V", por sus siglas en inglés. “El esquema DAMNIT-V es útil para organizar los diferenciales en degenerativos, anómalos, metabólicos, neoplásicos, inflamatorios/infecciosos, traumáticos y vasculares”.
Las convulsiones en racimo o el estado epiléptico prolongado pueden provocar efectos sistémicos perjudiciales. Los autores recuerdan que “los veterinarios deben ser conscientes de estas posibles consecuencias y controlar el desarrollo de los pacientes en riesgo”.
Así, repasan el tratamiento de soporte de varias posibles complicaciones, como el aumento de la presión intracraneal y edema cerebral, la hipoglucemia, o el edema pulmonar neurogénico, entre otros.
En resumen, la guía sentencia que “las convulsiones son un proceso patológico muy común por el que perros y gatos acuden a centros primarios o de emergencia”. La identificación, clasificación y tratamiento inmediatos del estado epiléptico o de la actividad convulsiva “es importante tanto para los veterinarios de urgencias como para los generalistas”.
El uso de diagnósticos en el lugar de atención “es imperativo” para identificar las causas metabólicas y las secuelas de las convulsiones que deben tratarse como una emergencia. “Los veterinarios deben sentirse cómodos diferenciando las “parecidas” de las convulsiones, saber cuándo administrar medicamentos anticonvulsivos de primera y segunda línea y ser capaces de identificar y tratar las consecuencias comunes de una actividad convulsiva prolongada”.