La leishmaniosis canina (CanL), causada por el protozoo Leishmania infantum y transmitida principalmente por flebótomos, plantea desafíos significativos para el manejo de enfermedades zoonóticas, con perros sirviendo como reservorios, facilitando la transmisión a humanos. La exposición del huésped a vectores de flebótomos, así como a garrapatas portadoras de otros patógenos, aumenta el riesgo de coinfección con Leishmania, Borrelia y Babesia. Estas coinfecciones pueden exacerbar la progresión de CanL debido a interacciones sinérgicas entre patógenos que manipulan las respuestas inmunes del huésped.
La dinámica de las enfermedades zoonóticas está cada vez más influenciada por los hábitats superpuestos de vectores como los flebótomos y las garrapatas. El cambio climático y las alteraciones del hábitat están impulsando a estos vectores hacia nuevos territorios, creando condiciones en las que las garrapatas (portadoras de Borrelia y Babesia) y los flebótomos (portadores de Leishmania) pueden coexistir. Esta superposición aumenta la probabilidad de que los huéspedes, en particular los perros, se coinfecten con múltiples patógenos.
Las interacciones de patógenos durante las coinfecciones (sinérgicas, antagónicas o neutrales) afectan la virulencia, la patogenicidad y el éxito de la colonización, lo que afecta la progresión de la enfermedad y, en última instancia, el riesgo de infección humana.
Una revisión reciente, en la que ha participado Ana Laura Cano-Argüelles del Laboratorio de Parasitología, Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (IRNASA, CSIC), ha explorado la sinergia de los 3 parásitos como una tríada emergente de coinfecciones transmitidas por vectores.
Los autores mencionan que se ha descubierto recientemente cómo Borrelia burgdorferi, el agente de la enfermedad de Lyme, exacerba la infección por Leishmania en perros coinfectados. Por su parte, Babesia, un parásito protozoario transmitido por garrapatas, causa babesiosis y se ha informado en coinfecciones con Leishmania en perros. De manera similar, en humanos, la coinfección con Babesia y Borrelia empeora el curso clínico tanto de la enfermedad de Lyme como de la babesiosis. Dados estos hallazgos, “se plantea la posibilidad de que la coinfección con Borrelia pueda afectar de manera similar a los perros con Leishmania, mejorando potencialmente la progresión de CanL”. Esta hipótesis, comentan, “está respaldada por un estudio que demostró que la coinfección con Borrelia aumenta la supervivencia de Leishmania en los macrófagos al alterar las respuestas inmunitarias”.
En este sentido, indican que “la modulación inmunitaria combinada por Borrelia, Leishmania y Babesia, cada una de las cuales emplea mecanismos diferentes para evadir o manipular las defensas del huésped, podría amplificar la gravedad de la enfermedad y complicar el tratamiento”.
A pesar de sus diferencias estructurales y mecanismos de patogénesis distintos, las bacterias y los protozoos pueden establecer interacciones ecológicas dentro de los sistemas biológicos. Comentan que en los ecosistemas terrestres (p. ej., el suelo) o acuáticos, las comunidades bacterianas pueden interferir con la colonización o depredación de protozoos, a menudo fomentando relaciones antagónicas. Estos antagonismos surgen a través de mecanismos intracelulares (p. ej., supervivencia y replicación dentro de las células protozoarias) o adaptaciones extracelulares (p. ej., morfología celular alterada, mayor motilidad o formación de biopelículas), así como la producción de bacteriocinas con actividad antiprotozoaria. Sin embargo, estas interacciones “difieren significativamente cuando se someten a la biología, fisiología y presiones inmunes de los huéspedes y vectores”.
Durante las coinfecciones en huéspedes o vectores, los patógenos pueden interactuar en varias etapas de sus ciclos de vida, dirigiéndose a las mismas células o provocando respuestas inmunes superpuestas. Por ejemplo, explican el tropismo de células inmunes compartido entre bacterias transmitidas por vectores y protozoos o la modulación de funciones inmunes, como la actividad de los macrófagos, puede permitir que las infecciones bacterianas mejoren las infecciones por protozoos. “Esta superposición permite que Borrelia, Leishmania y Babesia exploten los sistemas inmunes del huésped, exacerbando la gravedad de la enfermedad”.
Por ejemplo, exponen que Borrelia promueve una respuesta inmune Th17 sesgada que es inflamatoria pero insuficiente para la eliminación, Leishmania inhibe la producción de especies reactivas de oxígeno (ROS) de los macrófagos, y Babesia suprime la inmunidad adaptativa contra Borrelia , empeorando la gravedad de la enfermedad de Lyme. Juntas, “estas estrategias de evasión inmune crean un ciclo de retroalimentación de supresión, infección crónica y aumento del riesgo zoonótico”.
En consecuencia, el seguimiento proactivo de las coinfecciones en regiones con superposición de vectores es vital. La vigilancia de la exposición a múltiples patógenos en perros y animales salvajes puede proporcionar una alerta temprana de amenazas zoonóticas, ayudando a los veterinarios y funcionarios de salud pública a mitigar los riesgos. Los perros son huéspedes centinela en la ecología de las enfermedades zoonóticas, moviéndose entre entornos compartidos con humanos y animales salvajes. Las coinfecciones en perros resaltan los posibles riesgos de contagio a los humanos, “especialmente en regiones donde se superponen las poblaciones en expansión de garrapatas y flebótomos”.
En cuanto al manejo de las coinfecciones que involucran Leishmania, Borrelia y Babesia, remarcan que requiere un enfoque integrado y multivectorial dirigido tanto a las poblaciones de flebótomos como de garrapatas. “Medidas efectivas, como el control de vectores, la gestión del hábitat y terapias inmunomoduladoras innovadoras que abordan los efectos combinados de las coinfecciones, son cruciales para mitigar la gravedad de la enfermedad en perros y reducir los riesgos de transmisión zoonótica”.
Los autores han destacado las implicaciones críticas de las coinfecciones entre patógenos transmitidos por vectores que comparten vectores y huéspedes, enfatizando cómo estas interacciones aceleran la progresión de la enfermedad y complican el tratamiento. “En una era de límites ecológicos cambiantes, comprender estas interacciones de patógenos dentro de huéspedes como los perros es vital para anticipar y mitigar los riesgos zoonóticos”.
Al integrar estrategias de control de vectores, expandir la vigilancia de patógenos en perros y vida silvestre y avanzar en enfoques de tratamiento específicos para huéspedes coinfectados, “podemos manejar mejor la dinámica compleja de las enfermedades transmitidas por vectores”. Por último, recuerda que este enfoque holístico es “esencial para proteger la salud tanto de las poblaciones animales como de las comunidades humanas con las que comparten su entorno”.