La barrera placentaria permite el libre paso de los anestésicos entre la madre y el feto durante la cesárea, lo cual requiere una cuidadosa consideración. Dado que se recomienda la anestesia general en perras sometidas a cesárea, debe considerarse la acumulación de anestésicos que causa depresión neonatal y otros efectos secundarios.
La mayoría de los fármacos anestésicos son altamente lipofílicos y atraviesan fácilmente las membranas lipofílicas. Si bien la transferencia placentaria ocurre tanto con fármacos anestésicos inyectados como inhalados, la velocidad de transferencia depende no solo de la lipofilicidad, sino también del tamaño molecular, la unión a proteínas, el grado de ionización, el gradiente de concentración del fármaco y el flujo sanguíneo placentario. Además, la anestesia puede afectar indirectamente el flujo sanguíneo placentario cuando disminuyen el gasto cardíaco y la presión arterial, ya que la placenta carece de mecanismos de autorregulación.
Las técnicas locorregionales, como la anestesia epidural, son comunes en las cesáreas de rutina y de emergencia en medicina humana. Sin embargo, en perros, la epidural generalmente se combina con anestesia general y no se utiliza en animales conscientes, lo que puede generar preocupaciones sobre la salud posnatal, aumentar el riesgo de hipotensión intraoperatoria y retrasar la cirugía. No obstante, estudios recientes indican que las puntuaciones de Apgar (AS) de los cachorros mejoran más rápido después de una epidural cuando la anestesia se monitorea y se mantiene adecuadamente. El retraso de tiempo fue insignificante cuando la epidural fue realizada por un anestesiólogo experimentado.
Tanto en medicina humana como veterinaria, los estudios se basan en la AS al evaluar los efectos de los anestésicos en neonatos. El sistema de puntuación de Apgar proporciona una medida objetiva, estandarizada y rápida para evaluar la condición de los neonatos después del parto y predecir los resultados a corto plazo. Aunque la AS carece de validación en medicina veterinaria entre diferentes razas y especies, se ha adaptado en medicina veterinaria a lo largo de los años para mejorar los resultados de la puntuación.
Una revisión realizada por investigadoras de Suiza tuvo como objetivo investigar sistemáticamente la literatura sobre los efectos de los fármacos sedantes y anestésicos en los puntajes de vitalidad de los cachorros después de una cesárea con o sin epidural.
Se realizó una búsqueda exhaustiva en las bases de datos desde 1970 hasta septiembre de 2024 para obtener estudios que examinaran los efectos de la anestesia en las tasas de supervivencia de cachorros o las puntuaciones de vitalidad después de una cesárea en perros. Se incluyeron los estudios que evaluaron los efectos de los fármacos anestésicos en perros sometidos a anestesia general y las puntuaciones de supervivencia o vitalidad de los cachorros. En total se incluyeron 13 ensayos controlados aleatorios (ECA) en los que participaron 1978 cachorros.
Las características metodológicas variaron considerablemente entre los estudios, incluyendo las dosis de los fármacos, la titulación de los anestésicos, la monitorización de la anestesia y las puntuaciones de los resultados de los cachorros. Diez estudios evaluaron la vitalidad de los cachorros mediante una puntuación de Apgar modificada (PA). Se identificó un alto riesgo de sesgo en seis estudios, mientras que tres tuvieron un bajo riesgo de sesgo.
En este sentido, la escasez de estudios metodológicamente consistentes y la calidad de los datos “limitaron la identificación de un régimen anestésico óptimo para mejorar la supervivencia de los cachorros”, lamentaron las autoras.
Por otro lado, un hallazgo destacado fue que las dosis bajas de morfina, metadona, dexmedetomidina o meloxicam en el preoperatorio no produjeron un impacto significativo en la vitalidad de los cachorros.
Por el contrario, la ketamina-midazolam, el etomidato o el tiopental parecen empeorar los resultados neonatales inmediatos. No se encontraron diferencias en la supervivencia neonatal entre la alfaxalona y el propofol, pero la PA fue mayor con la alfaxalona que con el propofol inmediatamente después del nacimiento. Así, matizan que el propofol fue el agente de inducción más utilizado y se utilizó en el 92% (12/13) de los estudios.
Las autoras indican que los fármacos de inducción de acción corta, como la alfaxalona y el propofol, son preferibles a la ketamina, el etomidato o el tiopental, pero “la evidencia es limitada, ya que múltiples factores influyen en la vitalidad y la supervivencia de los cachorros”.
A su vez, la revisión recoge que el uso de anestésicos inyectables para el mantenimiento de la anestesia provocó una menor vitalidad en los cachorros, mientras que la anestesia epidural tuvo resultados neonatales favorables, pero se debe considerar la hipotensión intraoperatoria y los retrasos quirúrgicos, que pueden afectar negativamente los resultados en los cachorros.
Por último, exponen que se necesita más investigación para recomendar el mejor régimen anestésico, considerando el sesgo de los estudios y la alta variabilidad metodológica. “Estos estudios deben centrarse en un cegamiento aceptable, la aleatorización y las evaluaciones de la vitalidad de los cachorros con exposición medida a los fármacos, una titulación cuidadosa de la anestesia, una monitorización adecuada y una clara distinción entre procedimientos de emergencia y electivos”, proponen.