El linfoma no Hodgkin es una neoplasia maligna de alta prevalencia tanto en humanos como en animales de compañía. En los caninos, el linfoma representa aproximadamente el 90 % de las neoplasias hematopoyéticas, con una incidencia estimada de 21,7 casos por cada 100 000 perros y una incidencia ajustada por edad de 107 casos por cada 100 000 perros. Esta incidencia supera la incidencia estandarizada global de 9,8 casos por cada 100 000 individuos observada en humanos.
El linfoma canino funciona como neoplasias espontáneas que imitan de cerca la fisiopatología y las características clínicas del linfoma no Hodgkin humano, lo que los convierte en modelos valiosos para estudiar la enfermedad. La investigación en perros ofrece ventajas como la reducción de los factores de confusión presentes en los estudios humanos, incluida la influencia del alcohol, los riesgos laborales y las variaciones ambientales inducidas por la migración. Además, la menor esperanza de vida de los perros da como resultado períodos de latencia más cortos entre la exposición a los factores de riesgo y el desarrollo neoplásico. Como los perros viven cada vez más cerca de sus dueños, investigar el impacto de los factores ambientales en su salud podría revelar potencialmente factores de riesgo compartidos para las enfermedades humanas. En consecuencia, los perros pueden considerarse como centinelas para identificar los peligros ambientales que afectan la salud humana.
Se han asociado múltiples factores con el desarrollo de NHL tanto en humanos como en perros. El humo de tabaco ambiental (ETS), también conocido como humo de segunda mano (SHS), consiste en el humo principal exhalado por los fumadores y el humo emitido por el tabaco quemado, que se diluye con el aire ambiente. La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) ha identificado 63 sustancias químicas en SHS, 11 de las cuales han demostrado efectos cancerígenos en varios tipos de cáncer. Sin embargo, SHS no es la única fuente de exposición para los no fumadores. Los gases de humo y las partículas de SHS pueden depositarse, envejecer y persistir en textiles, superficies y polvo, formando lo que se conoce como humo de tercera mano (THS). Los componentes de THS pueden volver a ingresar a la fase gaseosa o interactuar con oxidantes y otros compuestos atmosféricos, lo que lleva a la formación de contaminantes secundarios, algunos de los cuales exhiben una mayor toxicidad.
Los perros, al igual que los niños, pasan cada vez más tiempo en espacios interiores y están más cerca del suelo, lo que los hace más vulnerables a los contaminantes secundarios y terciarios de los cigarrillos. Aunque los intentos de establecer una asociación causal definitiva entre la exposición al humo de tabaco ajeno y los cánceres caninos han arrojado resultados no concluyentes hasta el momento.
Considerando los factores de riesgo y para ampliar los resultados de los estudios previos, un estudio de casos y controles realizado en Portugal se ha propuesto identificar asociaciones entre los factores de exposición y el linfoma canino en perros diagnosticados con y sin linfoma.
Se realizó una encuesta integral que comprendía 70 preguntas y se entregó a 113 propietarios de perros, incluidos 55 casos y 58 controles. Después de una revisión intensiva de la literatura, se identificaron y seleccionaron una serie de factores de riesgo comunes a los humanos y a los perros: edad de aparición, sexo, raza, exposición a agentes químicos, humo de tabaco y las formas secundarias y terciarias de tabaquismo en perros, campos magnéticos, radiaciones ionizantes, contaminación del aire, ocupación del propietario, peso y condición corporal y dieta.
El cuestionario puso especial énfasis en la recolección de datos sobre la exposición al humo de tabaco. Se recogieron datos sobre el número de ex o actuales compañeros de habitación que fumaban, la clasificación del consumo diario de cigarrillos por persona en cuatro categorías, la intensidad del tabaquismo en los últimos diez años y los lugares donde se permitía fumar en casa.
Los hallazgos revelaron que los perros que pesaban más de 10 kg, los perros de raza pura, los que consumían comida casera y frutas y verduras exhibieron mayores probabilidades de desarrollar linfoma. Concretamente, los Golden Retriever y los Boxer mostraron una tendencia mayor a tener linfoma.
Por otro lado, aunque no se alcanzó la significación estadística deseada, pareció haber una asociación entre el uso frecuente de lejía en la limpieza del hogar y una mayor probabilidad de linfoma.
Sobre el tabaquismo, comentan que ninguno de los factores relacionados con la exposición al tabaco analizados por separado alcanzó la significación estadística deseable. Sin embargo, “los perros frecuentemente en proximidad a dueños fumadores mostraron una asociación débil con el linfoma”, y el número total medio de fumadores en cohabitación fue ligeramente mayor en perros con linfoma. Por otro lado, “cuando los diversos factores se agregaron en el índice de exposición, surgió una fuerte diferencia significativa en los valores entre los grupos con perros con linfoma que mostraban valores medios y medianos más altos en comparación con el grupo de control”.
Los hallazgos clave de este estudio, comentan los autores, revelan posibles factores de riesgo asociados con el desarrollo de linfoma en perros, que también pueden tener implicaciones para los humanos. Los factores de riesgo identificados “se pueden clasificar en dos categorías”. En primer lugar, se identificaron características inherentes de los perros, como un mayor peso y perros de raza pura, como posibles factores de riesgo de linfoma. En segundo lugar, “se descubrió que los factores externos, incluida la exposición secundaria y terciaria al tabaco, así como la alimentación casera y, ocasionalmente, el consumo de fruta, también estaban potencialmente asociados con un mayor riesgo de linfoma”. Estos hallazgos arrojan luz sobre la compleja interacción entre los factores intrínsecos y ambientales en el desarrollo de linfoma tanto en perros como en humanos.
Sobre los factores dietéticos, hasta donde saben los autores, explican que ningún estudio ha establecido aún una correlación entre el tipo de alimento (comercial o casero) y un mayor riesgo de desarrollo de cáncer en perros. Sin embargo, “el conocimiento de la medicina humana sobre los ácidos grasos y las dietas proinflamatorias puede sugerir un papel similar en el desarrollo del linfoma no Hodgkin canino”. En consecuencia, destacan que “nuestro estudio ofrece hallazgos preliminares que podrían proporcionar una base para estudios de epidemiología nutricional a mayor escala para investigar más a fondo y confirmar o refutar estas observaciones iniciales”.
A modo de conclusión, los investigadores han sentenciado que “estos hallazgos sugieren que el riesgo de linfoma en los perros parece estar influenciado por una combinación de factores innatos (genéticos) y factores ambientales modificables vinculados a los hábitos del propietario”. No obstante, justifican más estudios epidemiológicos a gran escala para validar estos resultados.