Los inhibidores de la bomba de protones (IBP), incluidos omeprazol, pantoprazol, esomeprazol y lansoprazol, constituyen una clase de fármacos gastroprotectores. El omeprazol se prescribe habitualmente en medicina veterinaria para mitigar la lesión de la mucosa gastrointestinal asociada con la administración de esteroides o fármacos antiinflamatorios no esteroides.
Sin embargo, las pautas actuales no recomiendan su uso rutinario para el tratamiento de gastritis, pancreatitis, enfermedades hepáticas o renales en perros y gatos sin factores de riesgo adicionales de ulceración o hemorragia gastrointestinal, y se desaconseja la administración preventiva de protectores gastrointestinales en perros sanos. Su mecanismo implica la inhibición de la bomba H + /K + ATPasa en las células parietales gástricas, lo que resulta en el bloqueo de la secreción de ácido gástrico.
Se metaboliza rápida y completamente en el hígado, mediante las enzimas del citocromo P 450 (CYP 450 ) y se elimina a través de la orina. La administración puede ser parenteral o enteral, con una rápida absorción en el intestino delgado y concentraciones plasmáticas máximas observadas tres horas después de la administración.
En medicina humana, el uso prolongado de omeprazol se ha relacionado con efectos secundarios graves, como deficiencia de cobalamina (vitamina B 12) y alteración de la homeostasis del calcio y magnesio, lo que provoca afecciones como osteoporosis y fracturas patológicas. Las deficiencias sustanciales identificadas en vitaminas (B 12 y C) y minerales (calcio, magnesio y hierro) están relacionadas con un aumento del pH gástrico, lo que lleva a hipoclorhidria o aclorhidria después del uso de IBP.
En perros y gatos, los IBP, incluido el omeprazol, han demostrado eficacia para aumentar el pH gástrico, prescritos para el tratamiento de la dispepsia, la ulceración péptica y la enfermedad por reflujo gastroesofágico. La administración a corto plazo de IBP generalmente es bien tolerada en perros y gatos, con efectos adversos menores, principalmente diarrea autolimitada y disbiosis intestinal.
En pacientes felinos, la administración prolongada durante 60 días puede provocar hipergastrinemia y un aumento de la liberación de ácido gástrico después de la interrupción del fármaco. La producción de ácido gástrico está regulada principalmente por la gastrina, y la inhibición de la retroalimentación negativa se produce cuando se detecta hipocloridria y aumentan los niveles séricos de gastrina.
ALTERACIÓN DEL MICROBIOMA
En humanos adultos, la hipocloridria, debido a los IBP utilizados a largo plazo, puede inducir hipergastrinemia, lo que podría provocar pólipos gástricos o cáncer. Los estudios en perros determinaron que los niveles gástricos séricos eran significativamente más altos en pacientes tratados con IBP en comparación con un grupo de control. Sin embargo, el tiempo de administración de los antiácidos no estaba estandarizado. Actualmente, no se han realizado estudios a largo plazo sobre el uso de IBP en perros similares a los realizados en gatos. Por lo tanto, los efectos secundarios observados en humanos, como la hipergastrinemia, ocurren en esta especie, como solo se ha demostrado en estudios a corto plazo en perros, lo que resalta la necesidad del presente estudio.
Se han informado correlaciones entre la administración de IBP y un mayor riesgo de sufrir infecciones urinarias, entéricas o respiratorias debido a una microbiota gástrica alterada y un aumento del pH gástrico en perros y humanos. Además, el tratamiento a largo plazo con IBP conlleva un mayor riesgo de infecciones entéricas por Salmonella spp. y Campylobacter spp..
Por otro lado, el omeprazol induce alteraciones en el microbioma gástrico, lo que podría tener un impacto positivo en las infecciones por Helicobacter pylori en humanos, pero dichos cambios pueden elevar el riesgo de otras infecciones gastrointestinales.
Un estudio realizado por Laura Gil Vicente, Germán Martín, Carmen Soler, Anna Vila, María Rocío Saiz y Paula Navarro,de la Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir de Valencia, ha tratado de evaluar el efecto a largo plazo del omeprazol sobre los niveles de cobalamina y gastrina sérica en perros sanos y describir las complicaciones detectadas por su uso.
EFECTOS SOBRE LA GASTRINA Y LA COBALAMINA
Para realizar la investigación, se incluyeron dieciocho perros sanos: 10 en el grupo control y 8 en el grupo de omeprazol. Se recolectaron tres muestras: antes de iniciar el tratamiento (T 0), a los 30 días de iniciado el tratamiento (T 1) y a los 60 días (T 2).
El valor medio de cobalamina (ng/L) en el grupo control, tal y como observador los autores, fue 481,4 en T 0, 481,4 en T 1 y 513,2 en T 2. En el grupo de omeprazol, los valores fueron 424,62 en T 0, 454,5 en T 1 y 414,87 en T 2. Ante tales resultados, afirman que “no se detectaron cambios estadísticamente significativos en los niveles de cobalamina entre los tres períodos en ambos grupos de estudio”.
Igualmente, añaden que “estos resultados concuerdan con hallazgos previos en felinos pero contrastan con estudios de medicina humana”.
Por otro lado, los valores medios de gastrina (pg/mL) en el grupo de control fueron 62,45 en T 0, 76,06 en T 1 y 63,02 en T 2. El valor medio de gastrina en el grupo de omeprazol fue 67,59] en T 0, 191,77 en T 1 y 128,16 en T 2. En este caso, “se detectaron diferencias estadísticamente significativas, lo que indica un aumento de los niveles de gastrina tras iniciar el tratamiento con omeprazol”.
En cuanto a los efectos secundarios, en el grupo de omeprazol, 2 de 11 perros presentaron trastornos gastrointestinales. Un perro presentó signos de náuseas y vómitos durante las dos semanas iniciales del estudio, seguidos de un breve período de diarrea en la quinta semana. A pesar de estos síntomas, “este participante permaneció en el estudio ya que la pérdida de peso fue inferior al 10 %”. Por el contrario, otro perro desarrolló signos gastrointestinales graves durante la primera semana de tratamiento, incluida diarrea profusa y hematoquecia, lo que provocó su retirada del estudio.
Ante tales resultados, los investigadores concluyen que “la administración prolongada de omeprazol en perros aumenta significativamente los niveles séricos de gastrina, pero no se han encontrado cambios significativos en los niveles séricos de cobalamina”.
La identificación de niveles elevados de gastrina en la población estudiada “enfatiza la necesidad crítica de una evaluación clínica integral de posibles trastornos gastrointestinales relacionados, con especial atención al uso de omeprazol como tratamiento preventivo crónico en perros”.
En la misma línea, “efectos secundarios como diarrea o vómitos han estado presentes en el 18% de la muestra”. Estas complicaciones “podrían estar asociadas al desarrollo de disbiosis gastrointestinal, como se ha descrito ampliamente en estudios previos tanto en medicina humana como veterinaria”.