Las emisiones atmosféricas, en particular las emisiones de amoníaco (NH3) procedentes de actividades agrícolas, plantean importantes desafíos para los sistemas agrícolas. Monitorear y mitigar las emisiones de amoníaco exige evaluaciones precisas de los sistemas de ventilación, detección continua durante la producción y estrategias efectivas. En particular, existen variaciones en las emisiones entre construcciones, tipos de sistemas, edades y razas de los animales de producción.
Las instalaciones avícolas emiten predominantemente amoníaco debido a la degradación microbiana del ácido úrico en el estiércol de aves, lo que lo convierte en un gas contaminante primario. Los factores clave que influyen en las emisiones de NH 3 incluyen la temperatura, el contenido de humedad, el pH, las tasas de ventilación, el manejo de la basura y los métodos de compostaje. Además, la deposición de amoníaco resultante puede provocar daños ambientales a través de toxicidad directa, aunque existen estrategias de mitigación efectivas.
Determinar las emisiones de amoníaco, especialmente en instalaciones con ventilación natural, es un desafío. La evaluación precisa de las tasas de ventilación se vuelve crucial, lo que afecta la predicción de las emisiones relacionadas con la concentración de gas y la tasa de ventilación.
Para la producción avícola, la cuantificación precisa y el análisis de las concentraciones de amoníaco durante el proceso de producción son primordiales. Además, obtener estimaciones precisas de las emisiones y concentraciones de diferentes razas de aves de corral es esencial para evaluar su impacto en el rendimiento y la salud de las aves.
Una alta densidad de población significa más aves por área, lo que puede afectar al bienestar de los animales y las condiciones de vida. En Europa los estándares varían, pero en algunos casos se buscan densidades más bajas para promover el confort y la salud de las aves. La exposición de animales a altos niveles de amoníaco puede provocar irritación de las membranas mucosas y del tracto respiratorio, conjuntivitis y dermatitis.
En base a ello, un estudio se puso como objetivo pronosticar el riesgo de exposición al amoníaco en la producción de pollos de engorde, correlacionándolo con daños a la salud mediante el aprendizaje automático. La prueba se realizó en el Centro de Investigación y Tecnología Animal (CITA-IVIA), ubicado en Segorbe, Castellón.
DOS RAZAS CON DISTINTO GRADO DE CRECIMIENTO
Se compararon dos razas de pollos, de crecimiento rápido (Ross®) y de crecimiento lento (Hubbard®), en diferentes densidades.
Las aves de crecimiento lento tuvieron una densidad constante de 32 kg/m2, mientras que las aves de crecimiento rápido tuvieron densidades bajas (16 kg/ m2) y altas (32 kg/m2). La alimentación inicial fue uniforme, pero las demandas nutricionales llevaron a dietas variadas a medida que aumentaba la ganancia de peso.
Los datos ambientales fueron sometidos a selección, preprocesamiento, transformación, extracción, análisis e interpretación. Se emplearon algoritmos y modelos para evaluar el vínculo entre el riesgo previsto por el nivel de amoníaco y los daños a la salud, como pododermatitis, visión/afectados y lesiones de las mucosas. Estas lesiones abarcaron tráquea, bronquios, pulmones, ojos, patas y otros problemas.
Al evaluar los niveles de riesgo de concentración de amoníaco en varios sistemas de producción de pollos de engorde, incluidos aquellos con aves de crecimiento rápido y lento, “surge un escenario claro que describe el impacto de la concentración de amoníaco en el proceso de producción”.
Además, el coeficiente de correlación demostró una fuerte asociación entre los riesgos elevados de amoníaco y las lesiones de los pollos.
En conclusión, “el estudio utilizó eficazmente el aprendizaje automático para predecir el riesgo de exposición al amoníaco y lo correlacionó con daños a la salud en pollos de engorde”. Así, “los hallazgos subrayaron la asociación significativa entre el aumento de los riesgos de exposición al amoníaco y la incidencia de daños a la salud en la producción de pollos de engorde, arrojando luz sobre la importancia de controlar los niveles de amoníaco para el bienestar de las aves”.
Esta información, según los autores, es crucial para la toma temprana de decisiones sobre el manejo avícola, la gestión de residuos y el control del microclima en el entorno de la avicultura.