“Viven en casas de adobe y bahareque, pisos en tierra y con techos de paja y paredes con grietas”. Así describió el sociólogo Orlando Fals Borda las viviendas campesinas de los Andes en 1952, coincidiendo con narraciones de médicos colombianos de la misma época sobre las casas de las personas afectadas por las enfermedades llamadas rickettsiosis, bacterias transmitidas por piojos, pulgas y garrapatas. Después de la década de 1960 y hasta finales del siglo XX no se volvieron a mencionar ni a reportar, pero nunca se ha ido.
“En Santander no se sabe bien qué está pasando hoy frente a las rickettsiosis, pero entendemos que durante el siglo XX fue uno de los lugares más afectados, pues el porcentaje de letalidad fue altísimo en algunos brotes, lo cual lleva a preguntarse por qué, si desde 1942 hubo un médico que lo reportó, ahora no sabemos mucho”, asegura el médico veterinario Jerson Cuéllar Sáenz, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).
El investigador, junto a un grupo interdisciplinario de expertos, han remarcado nuevamente la importancia de estas enfermedades a través de una revisión histórica publicada este año en la revista Ticks and Tick-Borne Diseases.
Una de las características más notables del estudio fue la descripción de cómo vivían las personas afectadas por estas enfermedades, ya que compartían factores de riesgo como convivir estrechamente con animales domésticos –como perros y caballos– y silvestres, en condiciones de higiene deficientes, hacinamiento y trabajos agrícolas.
Esto aumentaba la posibilidad de ser picado por una garrapata que transmitiera la “fiebre de Tobia” –enfermedad causada por R.rickettsii, la especie más letal de la bacteria Rickettsia–, llamada así por un caso ocurrido en la década de 1930 en dicha localidad de Cundinamarca, en donde murió el 97 % de los pacientes infectados.
El experto trabaja en el Grupo de Investigación Parasitología Veterinaria de la UNAL, liderado por el profesor Jesús Alfredo Cortés Vecino, el médico veterinario Alejandro Ramírez Hernández, especialista en epidemiología y parasitología de la Universidad de la Salle, y con el médico Álvaro Faccini, especialista en enfermedades infecciosas del Hospital Militar Central de Colombia.
Lo curioso y llamativo es que las condiciones de las viviendas rurales en Colombia no han mejorado totalmente en estos 100 años de estudio de las rickettsiosis.
Todavía existen zonas con casas construidas en adobe, techos de paja y pisos en tierra, y los campesinos también continúan sus labores agrícolas en contacto estrecho con animales domésticos y silvestres, como lo han evidenciado los investigadores en varias salidas de campo a Cundinamarca, Chocó, Córdoba y Santander, en donde los casos de rickettsiosis siguen vigentes y afectan a un importante número de personas que mantienen las alarmas prendidas.
Estas condiciones son el ambiente ideal para mantener las garrapatas y sufrir picaduras por estas potenciales transmisoras de la bacteria Rickettsia, lo cual ocurre especialmente en las zonas del país de “tierra caliente”. El cambio climático incidiría en el aumento de los casos de rickettsiosis en zonas en donde no se presentaban comúnmente, debido al aumento de la temperatura y la adaptación de estos vectores.
SIN INVESTIGACIÓN Y SIN INFORMES
El investigador Jerson Cuéllar encontró que, antes del trabajo, se reconocían 4 o 5 departamentos colombianos afectados históricamente por rickettsiosis (siglo XX), pero gracias a la revisión se encontró que realmente fueron 137 municipios afectados dentro de 17 departamentos, como lo presentó recientemente en la sesión académica de la Academia Nacional de Medicina.
RECOPILACIÓN DE REPORTES
Para el estudio, el médico Cuéllar revisó el acervo de documentos físicos, tesis de pregrado y material histórico alojados en las diferentes bibliotecas del Instituto Nacional de Salud (INS), de la Academia Nacional de Medicina de Colombia y de la Hemeroteca Nacional y la Biblioteca Central de la UNAL. También el archivo digital de la Organización Panamericana de la Salud (PAHO) y sus antiguos boletines anuales.
La revisión fue un reto, pues él mismo explica que las revistas y libros no tenían índice ni numeración, por lo cual dedicó muchas horas a la lectura detallada de cada uno, pero afirma que valió la pena porque se puso sobre la mesa nuevamente la relevancia de las rickettsiosis en Colombia.
Actualmente no se consideran enfermedades de reporte obligatorio ante el INS, pero se hace un llamado a que esto cambie debido a la afectación de poblaciones vulnerables en regiones apartadas del país, “en donde hay personas afectadas que son más que simples estadísticas en una base de datos”.
Asegura que en la década de 1960 el principal investigador de rickettsiosis en Colombia fue el médico Luis Patiño Camargo, que luego se dedicó a trabajar en fiebre amarilla gracias a la buena financiación por países como Estados Unidos.
Además, muchos de sus pupilos también decidieron dejar de lado el estudio de las rickettsiosis, y es tal el vacío que de ahí en adelante “que lo único que se conoce es un trabajo aislado de 1985, de una investigadora, con acceso nulo”, indica el investigador. Esto coincide con la disminución paulatina en los reportes realizados por la PAHO en dichas décadas.
EN EL OLVIDO, PERO NUNCA DESAPARECIÓ
La aparente ausencia de la enfermedad llamada rickettsiosis se pudo ver agravada por la confusión que tiene clínicamente con otras enfermedades llamadas febriles, ya que todas ellas pueden tener síntomas inespecíficos como fiebre, escalofríos y dolor de cabeza, como el dengue, la malaria o la fiebre amarilla, muy comunes en Colombia.
“Las personas del campo siguen teniendo dificultades para asistir a los servicios médicos; es lamentable que enfermen o mueran por estas enfermedades siendo prevenibles y tratables. Se busca concientizar acerca de una enfermedad que, lejos de haber desaparecido, sigue latente, y detrás de las cifras y los reportes hay personas que la pueden llegar a pasar mucho peor si no hay acciones reales”, expresa.
Actualmente se han encontrado en el mundo más de 20 especies de la bacteria Rickettsia, las cuales son transmitidas por garrapatas, pulgas, piojos y ácaros. Durante el siglo XX circularon en Colombia especialmente tres: R.rickettsii, transmitida por garrapatas (fiebre de Tobia), R.prowazekii, transmitida por el piojo humano (tifo epidémico), y R.typhi, transmitida por las pulgas de las ratas (tifo murino).
Los investigadores consideran que la teoría del uso masivo del DDT (dicloro-difenil-tricloroetano), en la que campañas antimaláricas de la década de 1960, pudieron contribuir con una disminución de estos artrópodos vectores, contribuyendo a la aparente disminución de casos de rickettsiosis.
Las garrapatas son animales artrópodos que viven en la tierra hace cientos de millones de años, parasitando incluso a los dinosaurios. Sus mecanismos de adaptación son asombrosos y desde la salud pública deberían vigilarse más de cerca.
El médico veterinario Cuéllar añade que las condiciones de cada departamento o municipio son muy distintas y se deben estudiar individualmente, ya que pueden tener circulando diferentes bacterias de Rickettsia, diferentes vectores, además poseen climas variados y hay comunidades distintas.
Hoy no se sabe si en Colombia existe algún animal silvestre que esté participando en los ciclos biológicos de estas bacterias, como sí lo han descubierto en Estados Unidos o Brasil.