Las vitaminas son nutrientes con múltiples beneficios para los caballos. Pueden prevenir enfermedades en ellos, como los problemas dentales, digestivos, asma equino, osteoartritis, problemas reproductivos, pero también se traducen en un buen funcionamiento de los sistemas muscular y nervioso, entre otras ventajas que indican calidad de vida para el equino.
Cuando se trata de la disfunción de la pars intermedia de la hipófisis (PPID, por sus siglas en inglés), hay unas vitaminas para caballo en particular que pueden ayudar a disminuir su riesgo: la vitamina E. Cuanto más viejos son los caballos, más probabilidades hay de que también desarrollen PPID.
La vitamina E tiene propiedades antioxidantes y la PPID es el resultado del daño oxidativo al cerebro. “Lo que inicia todo es una lesión oxidativa al cerebro. Las células nerviosas del hipotálamo envían señales a la pars intermedia. La lesión oxidativa mata esas células nerviosas y, cuando eso sucede, las células de la pars intermedia ya no están inhibidas y comienzan a secretar demasiada hormona. Si podemos minimizar la lesión oxidativa, esto sería de gran ayuda”, explica Janice E. Kritchevsky, profesora de Purdue que ha estado estudiando la PPID en caballos durante muchos años.
Por otro lado, uno de los principales expertos mundiales en PPID, Nicholas Frank, de la Universidad de Tufts, afirma que "aportar una cantidad adecuada de vitamina E en la dieta es una recomendación para todos los caballos, y puede ser especialmente importante si queremos intentar reducir el riesgo de PPID”.
“Recomendamos que todos los caballos reciban esta vitamina en un suplemento multivitamínico y, en el caso de los caballos mayores, recomendamos proporcionar vitamina E adicional como suplemento específico. Siempre sugerimos vitamina E si queremos reducir el riesgo de PPID", añade.
Los caballos obtienen vitamina E de forma natural de la hierba y el forraje verde. Si pasan gran parte del año pastando, este alimento les proporcionará todo lo que necesitan. “Si no pueden pastar por diversas razones, como el síndrome metabólico equino y una predisposición asociada a la laminitis por pasto, se recomienda sin duda un suplemento de vitamina E. Esos son factores que podemos solucionar, pero incluso si un caballo recibe un suplemento de vitamina E durante toda su vida, no se evita que se produzca la PPID. Aún existen influencias genéticas que hacen que algunos caballos la desarrollen”, concluye el experto.
La vitamina C es quizás una de las vitaminas más incomprendidas en la nutrición de los caballos. Conocida también como ácido ascórbico, la vitamina C tiene varias funciones en el organismo, muchas de las cuales giran en torno a sus propiedades antioxidantes.
Existen circunstancias en las que la vitamina C suplementaria puede ser útil, a saber, en cualquier momento en que la función inmunológica del caballo esté deprimida, cuando el antioxidante adicional puede dar un impulso necesario al sistema. A medida que aumentan las demandas en el cuerpo, lo que produce estrés, el cuerpo puede no ser capaz de sintetizar suficiente vitamina C para satisfacer la demanda. Los caballos que trabajan muy duro, como los caballos de carreras; los caballos en situaciones de estrés prolongado (como un transporte largo o competiciones de varios días); los caballos postoperatorios o postraumáticos; los caballos que sufren heridas, infecciones o enfermedades; los caballos artríticos; y los caballos viejos con infecciones crónicas o inmunidad disminuida pueden beneficiarse de la vitamina C suplementaria.
Por ejemplo, Sandra D. Taylor, veterinaria de la Universidad de Purdue, realizó un trabajo donde estudió los efectos de la administración de vitamina C sobre el estado oxidativo en caballos adultos sanos, y descubrió que la administración de altas dosis de dicha vitamina podría proporcionar beneficios antioxidantes en los caballos.
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Otro ejemplo de suplementos para caballos son los ácidos grasos omega-3. Una gran cantidad de evidencia respalda su uso para una variedad de fines, entre ellos como suplemento para las articulaciones, con el fin de prevenir traumatismos, inflamación y osteoartritis.
En un estudio, Wayne McIlwraith, conocido como el gurú de las articulaciones equinas y de la Universidad Estatal de Colorado, ofreció a caballos sedentarios un suplemento dietético que contenía 40 gramos de ácidos grasos (incluidos 1,93 g de EPA y 5,43 g de DHA) por cada 100 kg de peso corporal. El hallazgo clave fue que la suplementación no era dañina, las concentraciones de EPA y DHA aumentaron en el líquido sinovial de los caballos suplementados, y el producto estudiado estaba potencialmente indicado como terapia articular y/o agente condroprotector. Se recomendó realizar investigaciones adicionales.
En un estudio relacionado, el equipo de investigación de McIlwraith llevó la salud de las articulaciones un paso más allá. Su propósito era determinar si la suplementación con ácidos grasos omega-3 podría proteger las articulaciones de caballos jóvenes que hacen ejercicio cuando se les ofrece de manera profiláctica, antes de la aparición de la lesión. A los caballos jóvenes se les ofreció un concentrado granulado y heno de pasto Bermuda costero; la mitad de los caballos incluidos recibieron un suplemento de 287 gramos de omega-3 de origen marino (incluidos 15 gramos de EPA y 20 gramos de DHA).
Se recogieron muestras de sangre los días 0, 35 y 63 del estudio de 63 días. Se midieron las concentraciones de prostaglandina E 2 (PGE 2) en esas muestras como un indicador de inflamación articular. La teoría era que la inflamación sistémica refleja la inflamación articular. Los hallazgos clave del estudio fueron que los niveles de PGE 2 aumentaron con el tiempo, tanto en los caballos suplementados como en los no suplementados, a medida que aumentaba la intensidad del ejercicio, lo que indica un aumento de la inflamación; y los caballos suplementados con ácidos grasos omega-3 tuvieron concentraciones más bajas de PGE2 en los días 35 y 63, en comparación con los caballos de control.