La fiebre Q es una zoonosis importante distribuida globalmente con un gran impacto en la salud pública y animal. La enfermedad es causada por la pequeña bacteria intracelular Coxiella burnetii, que está catalogada en la categoría B como agente de bioterrorismo debido a su significativa estabilidad, resistencia, capacidad de aerosolización y alta virulencia. En los últimos años, se han registrado más de 700 casos humanos de fiebre Q anualmente en Europa, siendo España el que reporta el mayor número de ellos desde 2017. El espectro clínico de esta enfermedad en humanos abarca enfermedad similar a la gripe, fiebre alta, mialgia, dolor de cabeza, dolor muscular y endocarditis potencialmente fatal, entre otros síntomas.
Los humanos adquieren principalmente infecciones por C. burnetii zoonóticamente al inhalar polvo contaminado con materiales de partos, orina o heces de animales infectados. Además, se han notificado o sugerido infecciones a partir de alimentos contaminados o leche no pasteurizada, así como transmisiones por garrapatas. Ante este escenario, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (AESA) ha incluido recientemente esta enfermedad como una prioridad para la implementación de un sistema de vigilancia coordinado basado en Una Salud.
Los rumiantes domésticos son los principales reservorios naturales de C. burnetii, siendo las ovejas y las cabras los principales huéspedes. En consecuencia, la gran mayoría de los brotes de fiebre Q humana están vinculados epidemiológicamente a pequeños rumiantes, lo que subraya su papel crítico en la transmisión zoonótica de C. burnetii. Además, esta enfermedad ejerce una carga económica significativa en los sistemas de producción de pequeños rumiantes, ya que está asociada con pérdidas de producción y los costes de implementación de programas de vacunación y control. Actualmente, solo una vacuna inactivada está aprobada para su uso en pequeños rumiantes.
Cuando se combina con prácticas de manejo y bioseguridad, las granjas pueden reducir significativamente las infecciones por C. burnetii, que generalmente causan trastornos reproductivos como abortos tardíos, metritis, mortinatos, crías débiles o infertilidad. Además del ganado, esta bacteria multihospedadora también se ha reportado en diferentes especies de rumiantes salvajes, lo que sugiere su posible participación en el ciclo selvático de C. burnetii. Por lo tanto, la circulación de C. burnetii en rumiantes salvajes podría implicar un riesgo de infección para otras especies simpátricas, incluidos los humanos.
La alta incidencia de la fiebre Q en humanos en toda Europa refleja la circulación de la bacteria en reservorios animales y resalta la necesidad de monitorear la bacteria en rumiantes para mitigar la amenaza zoonótica. Sin embargo, dado que los contextos epidemiológicos son diferentes [p. ej., las seroprevalencias varían ampliamente en cabras y ovejas en Europa desde menos del 0,5% a más del 75%], el riesgo asociado para la salud pública varía en consecuencia.
COXIELLA EN RUMIANTES SALVAJES
España cuenta con el mayor censo de pequeños rumiantes domésticos de la Unión Europea (UE) y las densidades de poblaciones de rumiantes salvajes han aumentado considerablemente en este país a lo largo de las últimas décadas. Cabe destacar que Andalucía, una región que cubre un área de 87.591 km2, registró el mayor número de casos humanos de fiebre Q notificados en los últimos años en la España peninsular y alberga una de las mayores poblaciones de pequeños rumiantes y salvajes de este país. Aunque la circulación de C. burnetii ya ha sido descrita hasta la fecha en pequeños rumiantes domésticos y salvajes en ciertas regiones de España, la información sobre la exposición a C. burnetii en estas especies es todavía muy escasa y solo se centra en áreas geográficamente limitadas.
Por tanto, un trabajo realizada por los investigadores Débora Jiménez-Martín, Javier Caballero-Gómez, David Cano-Terriza, Saúl Jiménez-Ruiz, Jorge Paniagua, Sabrina Castro-Scholten e Ignacio García-Bocanegra, de la Universidad de Córdoba, y Paloma Prieto-Yerro, de la Junta de Andalucía, ha buscado evaluar la seroprevalencia y los factores de riesgo asociados a la exposición a C. burnetii en ovejas, cabras y especies de rumiantes salvajes, concretamente ciervo rojo, muflón y cabra montés, en el sur de España.
CIERVO, CABRA MONTÉS Y MUFLÓN
Se recogieron un total de 780 muestras de suero de pequeños rumiantes y 605 sueros de rumiantes salvajes en los ecosistemas mediterráneos del sur de España durante el período 2015-2023. Los anticuerpos anti- C. burnetii se detectaron mediante un ELISA indirecto comercial. La seroprevalencia individual global en los pequeños rumiantes fue del 49,1 %. Se identificaron anticuerpos contra C. burnetii en el 40 % (156/390) de las ovejas y en el 58,2 % (227/390) de las cabras. Se observó al menos un animal seropositivo en todas las ovejas (100 %) y en el 92,3% de los rebaños de cabras.
Los autores descubrieron que la especie, concretamente cabra, y la existencia de trastornos reproductivos en hembras primíparas fueron factores de riesgo potenciales para la exposición a C. burnetii en granjas de pequeños rumiantes.
Por otro lado, respecto a los rumiantes salvajes, la seroprevalencia global frente a C. burnetii fue del 1,5 % a nivel general. Se encontraron anticuerpos anti -C. burnetii en el 1,8 % (2/110) de los muflones, el 1,5 % (6/390) de los ciervos rojos y el 1 % (1/105) de las cabras montesas.
La circulación de C. burnetii en rumiantes salvajes podría contribuir potencialmente a la contaminación ambiental con esta bacteria. Además, la exposición directa a través del manejo de rumiantes salvajes o cadáveres de animales de caza ha demostrado ser una ruta potencial de transmisión zoonótica. Sin embargo, “nuestros resultados sugieren un bajo riesgo de transmisión de C. burnetii de rumiantes salvajes a humanos y otras especies simpátricas dentro del área de estudio”.
En resumen, los hallazgos del trabajo indican la amplia circulación de C. burnetii en pequeñas explotaciones de rumiantes domésticos en el sur de España, lo que podría suponer un riesgo para la salud pública y animal”. Estas especies, especialmente las cabras, pueden actuar como importantes reservorios de C. burnetii en el área de estudio. Por el contrario, la baja seroprevalencia encontrada en las especies de rumiantes salvajes denota “un riesgo limitado de exposición a C. burnetii en sus poblaciones y sugiere ciclos epidemiológicos independientes entre rumiantes domésticos y salvajes”. Por ello, consideran que la implementación de programas de vigilancia integrada y estrategias de control basadas en el riesgo en las especies objetivo podría reducir el riesgo de transmisión de C. burnetii a otras especies simpátricas, incluido el ser humano. Por último, remarcan que son necesarios más estudios en diferentes escenarios epidemiológicos fuera del área de estudio para confirmar que los resultados son generalizables en el contexto de la Península Ibérica.