En un primer esfuerzo por evaluar la intervención utilizando un diseño aleatorio, investigadores de Países Bajos encontraron que tener un perro entrenado reducía la frecuencia de las convulsiones en adultos con epilepsia refractaria grave.
Los pacientes con convulsiones que vivían con perros tuvieron más días sin ellas y mejores métricas de calidad de vida en comparación con aquellos que recibieron únicamente la atención habitual, que consistía en medicamentos anticonvulsivos y neuroestimulación, así como servicios y tecnologías de atención asistencial como terapia ocupacional y dispositivos de alarma portátiles.
"Estos hallazgos resaltan los beneficios potenciales de los canes para reducir la frecuencia de las convulsiones y mejorar la calidad de vida en esta población objetivo", comentaron los autores.
VENTAJAS DE LOS PERROS ENTRENADOS
Los perros están entrenados para responder a una convulsión presionando un botón de alarma, recuperando medicamentos o evitando movimientos dañinos. A veces también desarrollan un comportamiento de alerta, anticipando una convulsión inminente.
En el estudio, los investigadores utilizaron un diseño en el que los participantes son asignados al azar para pasar del grupo de control al de intervención a lo largo del tiempo de forma aleatoria.
Las personas mayores de 18 años eran elegibles para participar si tenían epilepsia médicamente refractaria, un promedio de dos o más convulsiones por semana, características de las convulsiones asociadas con un alto riesgo de lesiones o disfunción y la capacidad de cuidar a un perro.
El punto de cruce del control a la intervención fue seis meses después de la asignación de un can previamente entrenado y 12 meses después de que pasara la prueba de socialización y obediencia. Los investigadores razonaron que los perros comienzan a proporcionar beneficios cuando estos y los participantes han sido juntados y el entrenamiento del can se centra en tareas específicas de la epilepsia.
Participaron 25 pacientes y seis interrumpieron el tratamiento antes de finalizar el periodo de seguimiento. Se observaron 25 pacientes en la condición de control, 20 de los cuales también fueron seguidos en la condición de intervención.
NOTABLES MEJORAS EN LA FRECUENCIA DE LAS CONVULSIONES
La mediana de seguimiento fue de 21 periodos de 28 días o 20 meses en la condición de atención habitual y de 13 periodos o 12 meses en la condición de intervención.
Los participantes tuvieron un promedio de 115 convulsiones por periodo de 28 días en la condición de atención habitual y 73 por periodo de 28 días en la condición de intervención. La frecuencia media de las convulsiones fue de 37,5 para la condición de atención habitual y de 24 mientras recibían la intervención del perro.
La frecuencia promedio de las convulsiones durante los últimos tres periodos de 28 días en la condición de intervención fue un 31,1 % menor que en la condición de atención habitual. En la condición de intervención, los investigadores encontraron una reducción del 25 al 49 % de las convulsiones para cuatro participantes y del 50 al 100 % para siete. Uno tuvo un aumento del 25 al 49 % en la frecuencia de las convulsiones y dos tuvieron un aumento del 50 % o más. Para los otros seis, el cambio en la frecuencia fue inferior al 25 %: cuatro con una disminución y dos con un aumento, informaron los investigadores.
"Parece que, al igual que en los tratamientos tradicionales para la epilepsia, parece haber 'respondedores' y 'no respondedores', y algunos se benefician de la intervención más que otros", concluyeron.
Los investigadores también encontraron mejoras significativas en las puntuaciones de calidad de vida relacionadas con la salud, especialmente en el EuroQol (EQ-5D-5L), que se utiliza para medir los beneficios para la salud en análisis de rentabilidad.
"Aunque las escuelas de perros de asistencia participantes no entrenaron activamente a los perros para alertar de convulsiones, sí observaron un comportamiento de alerta espontáneo en más de un tercio de los perros de nuestro estudio". "Como resultado, los hallazgos evalúan predominantemente la eficacia de perros entrenados para responder a las convulsiones y al mismo tiempo reconocen la presencia de un comportamiento de alerta innato en un subconjunto de estos perros".
La investigación sobre los mecanismos involucrados en el comportamiento de alerta "podría ayudar a seleccionar a los perros con mayor probabilidad de desarrollar esta habilidad o ayudar a desarrollar métodos de entrenamiento para adquirir este comportamiento de alerta".
Los autores, según su experiencia, explicaron que "los pacientes con mayor carga de convulsiones tienden a tener los mejores resultados con perros de servicio para epilepsia".
"Estoy de acuerdo con la premisa que hace el artículo: es probable que la reducción de factores estresantes mejora tanto la frecuencia de las convulsiones como la calidad de vida de estos individuos".
Sin embargo, señalaron que el estudio tiene "limitaciones significativas", que fueron reconocidas por los autores: tamaño de muestra relativamente pequeño, resultados que no se pueden generalizar fácilmente, y que no fue posible realizar un estudio "ciego".
El equipo de investigación tampoco indagó si la interrupción del tratamiento con el perro de asistencia para la epilepsia producía un efecto rebote en la frecuencia de las convulsiones.
Por ello, los autores consideraron que una mayor cobertura de esta terapia podría llevar a un mayor uso, ya que el coste es una barrera frecuente.