Afrontar una pérdida y transitar por el duelo no es tarea fácil. Cuando se trata de una mascota o animal de compañía, no solo son sus dueños los que deben exponerse a una gran carga emocional, también aquellos veterinarios que han pasado años a su lado y que han sido los encargados de dar cuidado y atención a lo largo de su vida. Prácticas como la eutanasia traen como consecuencia problemas de estrés, agotamiento profesional y fatiga por compasión en los profesionales de la salud animal y, lamentablemente, es un mal que ha venido en aumento.
El primer paso para poder afrontar el duelo de manera correcta es comprender adecuadamente qué es, la psicóloga sanitaria y emergencista especialista en crisis y duelo, Araceli Ortega, lo define como “aquel conjunto de reacciones psicológicas, físicas, cognitivas y emocionales que la persona experimenta ante una pérdida significativa, y la pérdida de nuestra mascota sin duda lo es”.
Por otra parte, señala que existen algunas características a nivel de entorno social que hacen que este tipo de pérdida sea ignorada y no validada en algunos casos, “el vínculo afectivo y el valor que damos a nuestra mascota como un miembro más de nuestra familia no es entendido ni reconocido a nivel social, por este motivo este duelo es silenciado”.
Pilar Muñoz, veterinaria y profesora de la Facultad Veterinaria de la Universidad de Córdoba (centro que tiene asignaturas optativas sobre la atención psicológica al cliente), cuenta que todos sus animales han fallecido debido a un accidente: “fue un golpe durísimo, pues los accidentes siempre provocan un alto grado de culpabilidad. Con el tiempo reinterpreté la culpa como responsabilidad”.
La veterinaria ha trabajado durante 4 años en una clínica de radioterapia, y allí “muchos animales se curaron del cáncer, pero otros no superaron el tratamiento. Con cada paciente que se moría, se moría una parte de mí”, relata.
DUELO Y SALUD MENTAL EN LOS VETERINARIOS
Es muy habitual ver cómo algunos profesionales de la salud animal suelen contar sus experiencias al enfrentarse a la muerte de un paciente. Muchos utilizan las redes sociales o blogs personales para expresar estas ideas.
Muñoz sufrió una fuerte crisis personal y profesional, y con ella se dio cuenta que “carecía de herramientas para acompañar emocionalmente a mis clientes, y eso me llevó a formarme. Ahora me encanta aportar estas herramientas a mis colegas y estudiantes para que sepan cómo afrontar la muerte de sus pacientes”.
Cuando muere un ser querido, en este caso un animal, se generan síntomas en el cuerpo, como son “los problemas de estómago, sueño, falta de energía, llantos, echar de menos, llevar consigo recuerdos o evitarlos, etc.”, los cuales “forman parte de la normalidad”, explica Ortega.
Cabe destacar que la profesión veterinaria es una de las que más índice de suicidio presenta a causa de los elevados niveles de estrés y ansiedad a los que regularmente se enfrentan. Y para ayudar a afrontar estas situaciones, existen hoy en día guías y herramientas específicas.
Pilar Muñoz junto a sus animales.
RECOMENDACIONES PARA DAR UNA MALA NOTICIA
Existen otras situaciones que pueden generar consecuencias negativas para la salud mental de los veterinarios, y se encuentran cuando éstos tienen que comunicar al propietario de una mascota un diagnóstico mortal, por ejemplo. Sobre ello, Ortega manifiesta que no siempre son adecuados tópicos como: “sé cómo te sientes”, “sólo era un animal” o “se te pasará pronto”, pues “generalizan y no consuelan”.
“Hemos de perder como profesionales el miedo a comunicar una mala noticia y seguir unas pautas que vayan modulando esta comunicación adecuando la información dada a las necesidades que la persona receptora tenga en estos momentos. Para ello existen protocolos, como el SPIKES o el ABCDE, en los que nos indican los elementos para tener en cuenta a la hora informar de una mala noticia”, expone.
La emergencista añade que “hemos de informarnos sobre qué sabe y qué necesita saber el propietario, y hacerle ver nuestra preocupación por el animal (llamarlo por su nombre) y explicarles lo que hemos ido encontrando en las pruebas, exploraciones… sin tecnicismos y de forma sencilla, para que vaya asimilando la noticia progresivamente”.
En este sentido, Muñoz también apuesta por garantizar una buena relación con el propietario en estos casos, y “hacerlo desde un lugar amable”. Sin embargo, destaca que “el problema en nuestra profesión es que pasamos de entregarnos de corazón (fatiga por compasión) a volvernos fríos y distantes (fatiga por congelación)”, asegura la veterinaria.
Por otra parte, el fallecimiento de un paciente para un veterinario también genera sufrimiento, ya que en muchos casos establecen una relación cariñosa con el animal. “Existen cuadros de tensión y agotamiento profesional, estrés o se pueden desarrollar síndromes como el desgaste por empatía cuando trabajamos con el sufrimiento ajeno”, comenta Ortega. De hecho, cuenta que hay ocasiones en las que “nos identificarnos con el cliente haciendo nuestros sus problemas”, y a veces “no queremos ir a trabajar”.
Para la veterinaria Pilar Muñoz, uno de los principales causantes del sufrimiento “es la no aceptación de la situación. En la triada veterinario-cliente-animal (o paciente), en ocasiones, la familia no acepta que ha llegado el momento de la partida de su animal y el veterinario no acepta que ya no puede hacer nada más por él, o el tratamiento que ha elegido no está resultando ser curativo”.
LA EUTANASIA
La eutanasia es otro de los temas que más incidencia tiene en el dolor de los profesionales de la sanidad animal, pues a diario fallecen mascotas en clínicas y suele asociarse como un fracaso laboral. “Cuando durante una semana varios pacientes se mueren, o tenemos que realizar varias eutanasias, nos sentimos fracasados. Parece que en nuestra mente solo tienen cabida los animales muy viejitos o enfermos, pero la realidad es que para morir sólo hace falta estar vivos. Si cambiamos la palabra fracaso por “aprendizaje” nos puede llevar a reevaluar la situación. Grandes inventos de la historia han venido tras historias de fracasos, o grandes técnicas quirúrgicas resurgieron de otras que no funcionaron previamente”, subraya.
“En la facultad se habla de todos los aspectos legales de la eutanasia. Pero ¿qué pasa con las emociones que se producen ante la muerte? Queda muchísimo por trabajar, pero creo que poco a poco vamos avanzando en esa dirección”, apunta Muñoz.
ASIGNATURAS SOBRE PSICOLOGÍA EN LA CARRERA
Respecto a la formación psicológica en las facultades, Araceli Ortega expone que “es una asignatura pendiente en la actualidad incluir la pedagogía de la muerte y del duelo, no sólo en las universidades, sino en colegios, empresas y en la propia persona en las distintas áreas de la vida”.
Muñoz también apuesta por ello, debido al “altísimo nivel de estrés al que estamos sometidos, unido a una exigencia altísima por parte de los clientes, unos horarios antivida y un sueldo bastante mediocre”. Por ello, explica que para auto cuidarse utiliza la fórmula ECA (empatía, compasión y aceptación).
APRENDER DE LA MUERTE
Por último y no menos importante, el duelo tiene mucho que enseñar. Afrontar la muerte suele dejar aprendizajes que, si son bien utilizados, pueden ayudar.
Por ejemplo, comunicarlo a los más pequeños de la casa requiere ese aprendizaje previo, “el entendimiento de la muerte para los niños evoluciona conforme van madurando a nivel cognitivo y emocional, por lo que hay que adaptar el mensaje con arreglo a la edad y experiencias de los más pequeños permitiéndoles participar de alguna manera en rituales de despedida (con dibujos, poesías, etc., donde puedan expresar todo lo que ha significado la compañía y el cariño de la mascota)”.
Muñoz concluye afirmando que tiene “clientes que cuando ven a sus perros viejitos me confiesan entre lágrimas que nunca se habían planteado que su animal iba a morirse algún día. En nuestro estudio, le preguntamos a las personas cuyo animal había fallecido si habían obtenido algún aprendizaje de esa experiencia, el 80 % dijeron que sí. Entre los aprendizajes: aprendí a perdonarme, a disfrutar de cada día, a amar incondicionalmente, a empatizar con otras personas que han pasado por lo mismo, entre otros. Gracias a que mi perro falleció atropellado cuando era adolescente hoy día soy veterinaria, así que hasta de la más terrible experiencia se puede obtener un poderoso aprendizaje”, concluye Muñoz.
Las protagonistas abordaron toda esta temática recientemente en un curso organizado por el Colegio de Veterinarios de Málaga y de Psicología de Andalucía Oriental.
Araceli Ortega y Pilar Muñoz.