Año tras año aumentan las reclamaciones por presunta mala praxis veterinaria por parte de los tutores de animales de compañía, y no todas de ellas tienen fundamento.
Para prevenir este tipo de reclamaciones judiciales, los facultativos deberían conocer las razones por las que generalmente son reclamados y adoptar las medidas preventivas que eviten estas situaciones tan desagradables.
El riesgo de reclamaciones en nuestra práctica clínica puede reducirse con un adecuado proceso de información a la familia de nuestro paciente, siguiendo las guías y protocolos clínicos científicos, desarrollando nuestro trabajo acorde a la lex artis, es decir, manteniéndonos actualizados y adoptar una serie de listas de verificación que protocolicen cada procedimiento invasivo que vamos a realizar en nuestro centro veterinario.
En multitud de ocasiones, los veterinarios estamos expuestos a este tipo de reclamaciones por presunta mala praxis, no tanto así por negligencias veterinarias, la mayoría son debidas a un resultado no esperado, a una complicación peri operatoria o a un procedimiento diagnóstico o de tratamiento inadecuado.
Sabemos que la veterinaria no es una ciencia exacta y que la propia práctica de la misma comporta cierto riesgo para nuestros pacientes, por ello es tan importante el mantener siempre un adecuado proceso de información con la familia.
Cada año que pasa evalúan más situaciones adversas y más reclamaciones en centros veterinarios de toda España, y esta tendencia va en auge. Gran parte de estas reclamaciones son debidas a veterinarios que no comunican la situación, el resultado esperado o los riesgos a los tutores, lo que no permite a dichos tutores comprender de forma adecuada la situación a la que se exponen.
Por ejemplo, atendemos un paciente de traumatología para intervenir una rotura de ligamento cruzado craneal, un adecuado proceso de información pasa por explicar a la familia los riesgos más habituales y menos graves (dehiscencia de suturas, infección bacteriana secundaria), los más graves aunque menos comunes (fallecimiento del animal) y las expectativas reales tras la intervención, debemos evitar prometer garantías o resultados, pues esto es imposible, así como debemos evitar explicar los riesgos anestésicos de la intervención, pues nunca son cero. Y así conseguiremos evitar gran parte de las situaciones de reclamación en nuestra práctica clínica.
Un inadecuado proceso de información que sí conllevaría responsabilidad profesional pasaría por evitar explicar los riesgos y complicaciones de la intervención, o explicarlos de forma superficial para que el tutor no se niegue a realizar la intervención, es en este punto cuando, tras una complicación, tenemos a un tutor reclamándonos la responsabilidad, porque le prometimos un resultado que no podíamos cumplir.
Por supuesto, si llega el caso y se interpone una reclamación por presunta mala praxis veterinaria, lo primero que deberemos hacer es contactar con nuestro colegio o compañía aseguradora e informar de lo sucedido de forma fehaciente para que los servicios jurídicos nos asesoren durante el proceso, pero como en todo ámbito de la veterinaria, la mejor medicina es la prevención.