Coxiella burnetii es una bacteria zoonótica intracelular obligada distribuida globalmente que causa la fiebre Q, una enfermedad con un gran impacto en la salud pública y animal. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) incluyó recientemente esta enfermedad como una prioridad para el establecimiento de un sistema de vigilancia coordinado.
La fiebre Q en humanos se adquiere principalmente de forma zoonótica, no solo a través de la contaminación ambiental, resultado de la excreción de bacterias en las heces de animales infectados, sino también a través de la transmisión a través de alimentos y garrapatas. Más raramente, C. burnetii puede transmitirse a través de transfusiones de sangre y transmisión congénita o sexual. En Europa, en los últimos años se han notificado más de 700 casos humanos al año y una tasa de mortalidad de alrededor del 1,7 %, y España tiene el mayor número de casos.
Se considera que los rumiantes domésticos son los principales reservorios de C. burnetii. En estas especies, la enfermedad se asocia frecuentemente con trastornos reproductivos, los cuales tienen un impacto económico considerable debido a las pérdidas de producción y el costo de implementar programas de control. Sin embargo, esta bacteria tiene una ecoepidemiología compleja y su rango de huéspedes se ha ampliado en las últimas décadas, por lo que actualmente se considera un patógeno multihospedador.
ESPECIES SALVAJES EN LA TRANSMISIÓN DE LA BACTERIA
Diferentes estudios sugieren que la vida silvestre juega un papel epidemiológico importante en el mantenimiento y transmisión de C. burnetii, no solo a otras especies silvestres sino también a animales domésticos y humanos. Se sabe que las garrapatas son vectores importantes de transmisión de C. burnetii entre animales salvajes, ya sea a través de la saliva de la garrapata en el lugar de la picadura o por contacto directo o inhalación de las heces de la garrapata.
Diferentes estudios señalan que estos parásitos pueden actuar como reservorios de la bacteria en la naturaleza ya que las garrapatas pueden transmitir el patógeno a su progenie mediante transmisión transovárica.
Por otro lado, también se ha sugerido que el conejo salvaje europeo (Oryctolagus cuniculus) es un reservorio natural de C. burnetii y ya se han relacionado infecciones humanas con esta especie.
La transmisión puede ser directa, por ejemplo, durante la manipulación de animales cazados que se preparan para el consumo, o indirecta, ya sea por picadura de garrapata o por contacto con ambiente contaminado, dada la alta resistencia de la bacteria.
En los ecosistemas mediterráneos españoles, tanto el conejo de monte europeo como la liebre ibérica (Lepus granatensis) son las especies de caza menor más importantes en términos de interés cinegético, distribución y abundancia, y constituyen una importante fuente de alimentación humana, generalmente destinada al consumo doméstico y sin controles veterinarios.
Aunque la EFSA ha destacado la necesidad de vigilancia de C. burnetii en lagomorfos salvajes, hasta la fecha hay muy poca información sobre estas especies y sus garrapatas asociadas.
Los objetivos de un estudio elaborado por Sabrina Castro Scholten, Javier Caballero Gómez, Remigio Martinez, Borja J. Nadales-Martín, David Cano Terriza, Débora Jiménez Martín, Saúl Jiménez Ruiz e Ignacio García Bocanegra, del Grupo de Investigación en Sanidad Animal y Zoonosis de la Universidad de Córdoba, Susana Remesar, de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Santiago de Compostela y Félix Gómez Guillamón, del Programa de Vigilancia Epidemiológica de la Fauna Silvestre de la Junta de Andalucía, fueron investigar molecularmente la presencia y los factores de riesgo asociados de C. burnetii en muestras de bazo de conejos salvajes europeos y liebres ibéricas y garrapatas que se alimentan de estas especies de lagomorfos en ecosistemas mediterráneos del sur de España.
MUESTRAS EN CONEJOS, LIEBRES Y GARRAPATAS
Se recogieron un total de 574 muestras de bazo de 453 conejos silvestres y 121 liebres ibéricas, y 513 garrapatas entre las temporadas de caza 2017/2018 y 2021/2022 en Andalucía.
Se detectó ADN de C. burnetii en 103 de los 574 lagomorfos salvajes analizados. Por especies, la prevalencia fue del 16,3 % en el conejo de monte europeo y del 24 % en la liebre ibérica. Se encontró al menos un lagomorfo positivo en el 47,9 % de las 96 comarcas de caza muestreadas y en cada temporada de caza desde 2018/2019.
Asimismo, los autores encontraron dos factores de riesgo asociados con la infección por C. burnetii, un brote de mixomatosis en la zona de caza en el mes anterior al muestreo y alta abundancia de garrapatas observada por los guardabosques en la zona de caza.
La mixomatosis es una enfermedad viral que causa una importante inmunosupresión tanto en conejos como en liebres, “lo que puede favorecer la infección por otros patógenos, incluido C. burnetii”, explican los autores.
HALLAZGOS DE C. BURNETII EN TRES ESPECIES DE GARRAPATAS
También se encontró ADN de C. burnetii en 33 de los 120 grupos de garrapatas analizados. El patógeno se detectó en el 66,7 %, 29,2 % y 21,4 % de Haemaphysalis hispanica, Rhipicephalus pusillus y Hyalomma lusitanicum respectivamente. Ninguno los ejemplares de R. sanguineus sl o I. ventalloi dieron resultados positivos.
Ante los resultados revelados, los autores comentan que “este estudio proporciona nuevos datos epidemiológicos sobre C. burnetii en conejos salvajes europeos y es el primer estudio sobre este patógeno zoonótico realizado en liebres ibéricas”.
Así, el trabajo indica “una circulación endémica generalizada de C. burnetii y resalta la importancia de ambas especies de lagomorfos silvestres como reservorios naturales de esta bacteria zoonótica en los ecosistemas mediterráneos del sur de España, lo que puede ser un problema de salud pública y animal”.
Igualmente, comentan que “la alta prevalencia y la amplia diversidad de especies de garrapatas positivas sugieren el posible papel de las garrapatas en el ciclo epidemiológico de C. burnetii, con el riesgo potencial de transmisión a especies simpátricas, incluidos los humanos”.
Por lo tanto, “los programas de seguimiento de esta bacteria zoonótica se justifican para obtener una comprensión más profunda y amplia del papel de la vida silvestre en la epidemiología de C. burnetii en diferentes escenarios epidemiológicos”, han concluido los autores.