Más que productoras de miel, las abejas son un eslabón importante en los ecosistemas, forman parte de la biodiversidad de la que se depende para sobrevivir, pero el consumismo humano las impacta aun cuando son consideradas entre las principales especies relacionadas con el equilibrio del medio ambiente, apunta Ismael Hinojosa Díaz, investigador del Instituto de Biología de la UNAM.
El especialista en entomología considera que son un grupo amplio y diverso que, probablemente, constituye el más significativo de polinizadores de las plantas con flores, incluidos gran parte de cultivos, frutas y semillas de consumo humano.
De acuerdo con expertos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, un tercio de la producción mundial de alimentos depende de ellas.
En este contexto, comenta que varios animales participan como polinizadores, por ejemplo avispas, moscas, escarabajos, mariposas, colibríes y murciélagos; sin embargo, las abejas son un conjunto amplio y esencial en ese proceso ecológico.
"En el mundo existen 20 mil especies conocidas. En México hay 10 por ciento de ellas –es decir dos mil–, pero también tenemos otras que no viven en colmenas, ni producen miel, pero su papel es vital como polinizadores de cultivos, plantas nativas, bosques y zonas de vegetación natural, incluso de parques. Sin estos insectos la reproducción de muchas de esas áreas se vería amenazada", destaca el experto.
Hinojosa Díaz precisa que son vitales para los cultivos, su polinización incrementa el rendimiento y mejora la calidad de la fruta, por ejemplo, por lo que su desaparición supondría gran pérdida para la diversidad y calidad alimentaria.
El cambio climático, producto de la actividad antropogénica que altera los hábitats naturales ha provocado el decremento de numerosos grupos en el planeta, entre ellos las abejas, acota.
Asimismo, agrega, desde hace dos décadas se puso en evidencia su afectación, en particular de las abejas melíferas, que son las que aparecen como estandarte en la concepción de abeja y que sin embargo constituyen una sola especie, la más explotada.
También están bajo amenaza y desapareciendo localmente en varias partes del mundo por factores relacionados con el calentamiento global que tiene que ver con una cascada de efectos provocados por las alteraciones humanas y que significa la pérdida de hábitats y suelos (por actividades agrícolas y ganaderas), así como de zonas boscosas, entre otros, refiere.
De acuerdo con el experto universitario para preservar su diversidad en el país, es necesario sembrar plantas nativas. “Si deseamos tener un jardín o si tenemos una zona donde queremos restaurar la vegetación, debemos considerar hacerlo con plantas, árboles, arbustos y hierbas nativos de nuestra región”.
Es preferible el consumo de miel, sobre todo la que se obtiene de manera sostenible y no la industrializada. Además, es necesario proporcionarles lugares donde puedan vivir; desde hace unos años existe un movimiento para establecer los llamados jardines de polinizadores, sobre todo en las ciudades.
La mayoría anida en el suelo; si vamos a pueblos con casas viejas, construidas con adobe, es probable que estén llenos de perforaciones, los cuales probablemente son nidos de abeja, asevera.
“Tratemos, en lo posible, de consumir artículos o alimentos que tengan orígenes menos dañinos para el ambiente, eso se va a reflejar en una cascada de acciones que protejan a la biodiversidad en general, y a las abejas en particular”, concluye.
PAPEL CLAVE DE LOS VETERINARIOS
La intervención de los veterinarios en materia de investigación y gestión de los colmenares es crucial para evitar la extinción de las abejas y fortalecer el sector apícola. Trabajan junto a los apicultores y otros expertos del sector agroalimentario para proteger a una especie vital para el ecosistema.
Mediante proyectos de investigación sobre las principales patologías apícolas, los veterinarios buscan identificar y controlar los problemas sanitarios que afectan a las abejas, promoviendo así una producción apícola sostenible.