México, señaló el investigador Octavio Gaspar Ramírez, “está al borde de una crisis por el despoblamiento de abejas”, pues en menos de un año (2017-2018) se perdieron más de 120.000 colmenas y murieron entre 5 y 7 mil millones de abejas. Una vez intoxicada, agregó, puede darse el abandono del panal por las abejas obreras o la muerte masiva de abejas dentro o alrededor del panal.
El Dr. Gaspar Ramírez dictó la conferencia Mortandad de abejas en México y protocolo de acciones colectivas en el auditorio de la Facultad de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (FCBA) del Campus Tecomán de la Universidad de Colima, en la que expuso una propuesta de protocolo de acción para cuando se den casos de intoxicación, especialmente en el caso de las abejas. Comentó que dicho protocolo ya fue aceptado por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y que faltaría promover su aplicación.
En su charla, explicó que de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 90 % de los plaguicidas son tóxicos. “En México circulan 183 plaguicidas altamente peligrosos en alrededor de 3.000 formulaciones”. En ese sentido, cuestionó sobre quién se responsabiliza para aplicar las medidas correctivas y restaurativas, “cuál dependencia de gobierno cuenta con facultades para dar atención a este tipo de situaciones”.
Llamó la atención sobre el hecho de que no se imponen responsabilidades a la agroindustria en el caso de la aplicación de plaguicidas; “esto da como resultado que en la apicultura, los afectados y la investigación caminen con sus propios recursos; además, caminan solos con un problema existente e invisibilizado”.
Esta situación, detalló, se agrava por la deforestación intensiva y pérdida de ecosistemas, la contaminación, la afectación a la economía local de prácticas ancestrales, daño a los tejidos comunitarios, a la soberanía y seguridad alimentaria; “en síntesis, sin polinización no hay alimentos”.
PASOS A SEGUIR
En este sentido, su protocolo de atención y acción ante la intoxicación de abejas considera los elementos siguientes: cuidar el momento del hallazgo de abejas intoxicadas, la cadena de custodia de las pruebas, el laboratorio, las acciones legales, un registro nacional de intoxicaciones e incluso la conformación de un comité especializado.
Tras el hallazgo, completó, se procede a la inspección preliminar y búsqueda de indicios, fijación de la evidencia, recolección de los indicios, transporte, entrega de la evidencia y análisis pericial.
Destacó "la importancia de realizar cada proceso de la mejor manera, primero para tener resultados sin contaminación de ningún tipo (como evitar meter las abejas muertas en alcohol o cualquier otro líquido)". La idea es que los resultados sean completamente válidos al momento de cualquier proceso legal a emprender; “cuidar desde la recolección de los indicios, que son las mismas abejas moribundas, la miel, polen, cera, vegetales, tierra y agua, así como el embalaje de la evidencia en condiciones ideales de transporte (hieleras) y almacenamiento, ya sea en recipientes o bolsas Ziploc (todo nuevo) y almacenaje en frío en el laboratorio, todo debidamente foliado”.
Por último, enfatizó que es sumamente importante la adopción y manejo del protocolo por las comunidades afectadas, “primero, para que se tomen decisiones rápidas en beneficio de su patrimonio, que haya un reforzamiento para la defensa legal, así como acciones comunitarias y políticas públicas, pero lo más importante, que ya no los engañan”.