Según el último censo avícola realizado por el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), Cundinamarca es líder en la producción de gallinas ponedoras, con hasta 14,3 millones de estos animales, seguido de Santander (14,27), Valle del Cauca (13,7) y Antioquia (cerca de 6,4). Además, su producción se acercaría a los 17.000 millones de unidades al año, con un consumo por persona de unos 315 huevos al año.
Estas cifras muestran la importancia de dicho alimento en la dieta de los colombianos, y la necesidad de tener gallinas saludables y ponedoras de huevos de calidad; y es que todo comienza con la alimentación de estas aves, razón por la cual se viene estudiando la manera de reemplazar la adición de colorantes sintéticos, por ejemplo, al maíz y a la soya.
En este contexto aparecen pequeñas aliadas: las abejas y el polen que recolectan tanto para su alimentación como para aportar en la consolidación de sus colmenas, y de paso ayudar en la reproducción vegetal, pues, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en un solo día una abeja puede polinizar miles de flores de una misma especie.
Con este dato en mente, la investigadora Natalia Johanna Viloria Pérez, magíster en Ciencia y Tecnología de Alimentos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), se interesó por el polen de Cundinamarca, específicamente el de municipios como Guatavita, Gachancipá, La Calera, Tenjo y Mosquera, ya que se ha demostrado que la concentración de carotenoides cambia según la altura, en especial los de color amarillo y naranja que tienen este producto de las abejas.
PROCEDIMIENTO
Con la guía y el apoyo del profesor Héctor Suárez Mahecha, del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos (ICTA) de la UNAL, la magíster recolectó 5 kilos de polen en cada municipio, de apiarios de cada zona que tenían las colmenas necesarias; después estos se llevaron al laboratorio para un proceso de secado, tamizaje y extracción de los carotenoides.
Este proceso se realizó con la técnica de fluidos supercríticos, que es novedosa en este campo porque utiliza dióxido de carbono (CO2) para extraer los compuestos de las paredes del polen, que es el lugar en donde se alojan los carotenoides. El gas se introduce junto al polen en una máquina que lo comprime para que entre en contacto con los pigmentos de interés, que luego serán separados para purificarlos. Para que el proceso sea eficaz se necesitan condiciones específicas, en este caso temperatura de 60 oC, presión de 28 megapascales y tiempo de duración de seis horas.
Como explica la investigadora Viloria, “el extracto de polen que mostró la mayor cantidad de carotenoides fue el obtenido en Guatavita, aunque los de Tenjo y Facatativá también arrojaron valores importantes. Por ser los que tenían una mayor riqueza de estos compuestos, se implementaron en la dieta de 40 gallinas ponedoras que tenían 52 semanas de edad, del Centro Agropecuario Marengo de la UNAL, ubicado en Mosquera.
Durante ocho semanas, las gallinas se dividieron en cinco grupos según las dietas, compuestas de una mezcla de maíz, sorgo, soya, vitaminas y aminoácidos, pero a la cuarta semana se añadió un ingrediente extra. En un primer grupo no se agregaron ni colorantes ni el extracto de polen; en el segundo se puso polen entero; el tercero contenía un colorante comercial; el cuarto un colorante natural a base de flor de tagetes; y el último tenía el extracto de polen rico en carotenoides.
Se encontró que los huevos de las gallinas alimentadas con el extracto de polen tuvieron hasta 20,85 microgramos de betacaroteno por gramo de muestra de yema, lo cual fue mayor al 13,42 obtenido como máximo en los otros tratamientos, demostrando una gran mejora en la calidad de este producto. Además, el extracto de polen hizo que fueran más ricos en omega 3 y 6, y que las yemas tuvieran un color y sabor estable y apto para el consumo.
“Este es un paso importante en cuanto a la implementación de dietas naturales que produzcan huevos de calidad, por lo que se necesita seguir investigando la acción de estos carotenoides en las yemas, así como en todo el proceso de extracción y alimentación, para tener el mejor rendimiento posible”, asegura la investigadora Viloria.