La pica es una alteración del comportamiento que se define como la tendencia o predisposición a la ingesta reiterada de material que no forma parte de la dieta habitual de la especie. En la especie canina, los materiales ingeridos suelen ser plásticos, piedras, prendas de ropa, cables, tierra, heces o plantas. Esta conducta puede estar causada tanto por problemas de origen médico como por problemas de origen etológico.
Los cachorros o perros jóvenes pueden ingerir accidentalmente objetos no alimenticios al llevar a cabo la conducta de juego o la conducta exploratoria propia de esa etapa de desarrollo que atraviesan. Los perros adultos, por otro lado, suelen ingerir materiales que han estado previamente en contacto con alimentos como restos de papel de plata, servilletas, o papel film. La ingestión de estos elementos puede generar multitud de problemas médicos como intoxicaciones y obstrucciones respiratorias e intestinales que llegan a requerir de procedimientos quirúrgicos para su resolución.
Blanca Luque, perteneciente al Grupo de Especialistas en Medicina del Comportamiento (GEMCA) de AVEPA, ha publicado un artículo sobre este trastorno alimentario en la especie canina. Concretamente, se ha centrado en la forma de pica más frecuente en perros, la llamada coprofagia, en la que la sustancia ingerida son las heces, y que constituye una conducta que suele ser desagradable para la familia. Los perros “pueden ingerir únicamente sus propias heces, las heces de otros perros o, incluso, heces de otras especies diferentes como son heces de gato, herbívoros o personas”, comenta Luque.
ORIGEN DE LA COPROFAGIA
Como la mayoría de las conductas del perro, la conducta de ingesta de heces se remonta a sus ancestros, los lobos, que practican la coprofagia probablemente para evitar que las heces de aquellos miembros de la manada que están heridos o enfermos se depositen en las zonas de descanso próximas a la guarida. Esto, comenta, podría ser una defensa conductual con fines adaptativos para evitar una parasitación larvaria ya que, a partir de los dos días, “la cantidad de parásitos en las heces aumenta, y de ahí la tendencia a consumir heces frescas antes de que supongan una fuente mayor de parásitos”. Sin embargo, hoy en día, los parásitos intestinales de los perros se previenen mediante desparasitaciones internas regulares, lo que explicaría por qué algunos perros, a través de la selección natural, “han perdido esta conducta frente a otros que todavía la mantienen”.
Según la mayoría de los autores, la única coprofagia que puede considerarse normal es aquella descrita con fines higiénicos durante la lactancia en las perras. En ese caso, la perra estimula la región perianal de los cachorros durante las dos primeras semanas de vida para provocar la micción y defecación de éstos y, a continuación, ingiere sus heces para mantener limpia a la camada y el nido. De igual forma que sucede con la ingesta de material no alimenticio, los cachorros también pueden consumir heces de forma accidental como parte de la conducta exploratoria o de juego a medida que van creciendo y comienzan a conocer su entorno.
¿POR QUÉ UN PERRO COME HECES?
Se sabe que detrás de la conducta de coprofagia no hay una única causa que lo origina, sino que las causas de ingestión de heces pueden tener origen orgánico (médico) o no orgánico (conductual).
La coprofagia, según la experta, puede ser un síntoma de un problema médico. Sobre ello, menciona que las deficiencias nutricionales ocurren en perros que no están bien alimentados o malnutridos y, dado el apetito intenso que presentan, buscan compensar esas deficiencias. También se ha considerado la existencia de déficits de vitaminas y minerales como la vitamina B1 y la vitamina B12 en los piensos, si bien en la actualidad, “esta causa se considera poco probable debido a la calidad de las dietas caninas”.
Por otro lado, la restricción calórica por dieta “se refiere a aquellos animales que se encuentran bajo una dieta muy estricta y que ingieren heces para saciar ese apetito intenso que presentan”.
Igualmente, Luque menciona los problemas digestivos, donde se incluyen todos los problemas que produzcan malabsorción y maldigestión intestinal como la insuficiencia pancreática exocrina, enteropatías perdedoras de proteína, endocrinopatías, enfermedad inflamatoria intestinal e incluso parasitaciones intestinales. De igual manera, “el perro afectado por alguno de estos problemas médicos trata de adquirir los nutrientes de los que carece mediante el consumo de heces”. Aunque la pica y el lamido de superficies no nutritivas, como paredes, son los síntomas más típicos de malestar gastrointestinal, “la coprofagia puede considerarse también un signo de éste”.
Por último, añade que existen ciertos medicamentos como los glucocorticoides, antihistamínicos, anticonvulsivantes y las benzodiacepinas, que pueden contribuir notablemente a aumentar el apetito del perro y, consecuentemente, “pueden promover la ingesta de heces”.
CAUSAS DE COMPORTAMIENTO
Dentro de las causas comportamentales más frecuentes comentadas por la profesional se incluye, por ejemplo, imitación de la madre o de otros perros. “La conducta de coprofagia en perros puede estar facilitada por otro congénere que actúa como fuente de imitación, de manera que la presencia de otro perro que consume heces podría predisponer a que otro perro conviviente también las consuma”.
Ora posible causa es la conducta de demanda de atención. “Algunos perros pueden aprender que ingerir heces va acompañado de la atención del tutor, a pesar de que la atención que recibe supone una corrección por parte de este con el objetivo de evitar o detener dicha conducta”.
Sobre la preferencia por palatabilidad, las heces propias o de otros individuos, explica, pueden tener algunas características organolépticas que les resulten más atractivas y apetecibles, “por desagradable que pueda parecernos. Al ser una preferencia individual, en este caso, la conducta se refuerza por sí misma cada vez que se lleva a cabo”.
Otra causa puede ser la conducta de evasión del castigo. “Algunos perros llegan a establecer mediante aprendizaje una asociación entre la presencia de heces y el castigo del tutor, especialmente cuando este llega a casa”. Para eludir ese castigo, algunos perros ingieren las heces justo después de defecar o mientras están defecando.
Por último, las situaciones de estrés o conflicto pueden derivar en la realización de conductas de desplazamiento como la ingesta de heces. “Este hecho puede conducir al desarrollo de conductas repetitivas que, si se agravan, incluso pueden tornarse compulsivas”.
¿CÓMO ACTUAR ANTE ESTE PROBLEMA?
Ante la sospecha de que el perro pueda estar padeciendo este trastorno relacionado con la conducta de alimentación, Luque señala que es importante agendar una cita con el veterinario de confianza. Una vez allí, se le realizará un examen físico general completo y se llevarán a cabo las pruebas complementarias necesarias para descartar un problema de origen médico. Simultáneamente, y en función del diagnóstico, “será necesaria la visita a un veterinario etólogo, quien realizará una serie de preguntas para establecer el inicio del problema, clarificar su evolución, conocer la respuesta del tutor frente al problema y las correcciones empleadas hasta el momento, así como identificar posibles factores predisponentes para ese individuo”. De igual manera, establecerá un plan de manejo para minimizar y evitar la aparición de la coprofagia a través de modificaciones del manejo, el entorno y la conducta, según el caso.
En este sentido, apunta que es importante destacar que el manejo empleado por parte del tutor puede influir y repercutir negativamente en la aparición de la coprofagia, habiéndose demostrado que el uso del castigo u otras técnicas punitivas “puede agravar todavía más el problema”.
¿QUÉ HACER PARA INTENTAR EVITARLO?
De cara a la prevención de coprofagia en perros de origen conductual, Luque ofrece una serie de pautas de manejo generales. En primer lugar, destaca la importancia de saciar el apetito del perro antes de cada paseo para disminuir la probabilidad de ingestión de las heces y tratar de repartir la ración de la dieta en varias tomas para evitar periodos largos de ayuno.
Para ello, se puede “fomentar la sensación de saciedad a través de una dieta con mayor cantidad de fibra o mayor digestibilidad”.
Otro punto interesante es “intentar que no se refuerce la conducta de ingestión de heces supervisando al perro durante los paseos y tras defecar, evitando que tenga acceso a las heces de otros animales o minimizando la probabilidad de ingesta tras defecar”.
También sugiere reforzar positivamente al perro cada vez que tenga acceso a las heces y que no las ingiera, de esta forma “será más fácil que las próximas veces también las ignore”.
Asimismo, Luque recomienda ofrecer conductas alternativas de exploración del entorno a través de un programa de enriquecimiento ambiental rutinario “para reducir el interés en las heces y combatir el aburrimiento o la falta de estimulación del animal”.
Enseñar una señal verbal como por ejemplo “mira”, para poder captar la atención del perro e interrumpir la conducta indeseada es otra medida comentada por la experta. A continuación, sugiere “redirigir al animal hacia otra conducta más adecuada, pidiéndole otra señal como por ejemplo un “busca” que ayude a centrar la atención en la búsqueda de premios”.
Además, es recomendable “mantener el ambiente limpio y, sobre todo en cachorros, prestar atención al perro tanto antes como después de comer para minimizar al máximo la oportunidad de ingesta de heces”.
Por último, insta a eliminar cualquier forma de castigo, ya sea físico o verbal, ya que “además de deteriorar gravemente el vínculo entre ambos, no aborda la motivación de la conducta”.