La raza y el tamaño son las variables que más contribuyen a las reacciones adversas de las vacunas caninas

Las vacunas son un componente importante de la medicina veterinaria preventiva, ya que reducen la morbilidad y la mortalidad asociadas con las enfermedades infecciosas. Sin embargo, las vacunas generalmente se administran a individuos sanos y las mejoras en el estado inmunitario no son fácilmente perceptibles.

Los propietarios pueden notar los eventos adversos (EA) o los efectos secundarios no deseados que se cree que están asociados con la vacunación, lo que a menudo contribuye a reducir la aceptación de esa vacuna o de las vacunas en general. Los programas de vacunación eficaces pueden reducir la incidencia de enfermedades específicas en las poblaciones, lo que hace que se valore aún más la necesidad o el valor de la vacunación.

Los EA relacionados con las vacunas a menudo se deben a manifestaciones de estimulación inmunológica. Estas respuestas pueden ser excesivas en individuos predispuestos inmunológicamente por razones genéticas o adquiridas. Se ha defendido la identificación de individuos genéticamente en riesgo para permitir potencialmente una vacunación personalizada en lugar de masiva, pero en la actualidad se carece de métodos de identificación.

Los componentes de la vacuna que se han identificado como posibles factores desencadenantes de reacciones de hipersensibilidad incluyen gelatina, proteína de huevo, antibióticos y látex. Se ha demostrado que algunos perros con reacciones de hipersensibilidad inmediata después de la vacunación tienen una mayor reactividad de IgE al suero de ternero fetal, un producto que se usa como medio en cultivos celulares.

Los medios de cultivo celular pueden incluir albúmina y otras proteínas de origen bovino, que permanecen en las vacunas caninas. La fabricación puede tratar de reducir o incluso eliminar dichas proteínas para mejorar la seguridad de las vacunas, pero se desconocen las concentraciones umbral específicas que podrían elevar el riesgo.

ESTUDIO REALIZADO SOBRE MILLONES DE PERROS

Con el objetivo de evaluar los factores del paciente y de la vacuna asociados con eventos adversos, un estudio realizado en EEUU ha llevado a cabo una investigación en un grupo de 4.654.187 perros, evaluando los efectos adversos ocurridos hasta los 3 días posteriores a la vacunación.

Se realizaron búsquedas en los registros médicos electrónicos de perros vacunados entre el 1 de enero de 2016 y el 31 de diciembre de 2020 en busca de diagnósticos de posibles EA. Los factores de riesgo de los pacientes (edad, sexo, raza y peso) y el número y tipo de vacunas se extrajeron de dichos registros.

Se identificaron posibles eventos adversos asociados con la vacuna si, dentro de los 3 días posteriores a la vacunación, se registró un diagnóstico de reacción a la vacuna, ya fuera leve, moderado o grave, reacción alérgica, urticaria, anafilaxia, paro cardíaco o muerte. Igualmente, debido a las tasas de incidencia predominantemente bajas (< 1 %), las tasas de EA se expresan por 10.000 visitas de vacunación.

Se registraron eventos adversos después de 31.197 vacunaciones (0,19 % o 19,4/10.000 visitas). En cuanto al tipo de vacunas, los eventos adversos ocurrieron con menos frecuencia en cualquier vacunación que involucrara Bordetella o vacunas contra el virus de la influenza canina. Las vacunas contra la Bordetella y el virus de la influenza canina también tuvieron las tasas de EA más bajas si se administraron como la única vacunación en una visita (16,0/10.000 visitas y 15,1/10.000 visitas, respectivamente). Por el contrario, las vacunas de Lyme y la rabia tuvieron las tasas más altas de EA (21,3/10.000 y 20,9/10.000 visitas, respectivamente).

En este punto, los investigadores explican que “un análisis proteómico de las vacunas caninas encontró recientemente que las vacunas contra la rabia tenían significativamente más proteínas que otras vacunas caninas”, y esta diversidad de proteínas “puede influir en la respuesta inmunitaria, incluida la estimulación de la inmunidad protectora después de una sola vacunación”.

INFLUJO DEL TAMAÑO Y DE LA RAZA

En los análisis multivariables, ajustando por sexo, estado de castración, edad, peso, raza y número de vacunas, se observaron diferencias significativas entre los subgrupos dentro de cada variable. Las probabilidades de un EA fueron mayores en las perras esterilizadas en comparación con los perros macho enteros.

Las probabilidades fueron mayores para las hembras que para los machos del mismo estado de castración y mayores para los perros esterilizados/castrados que para los perros sexualmente intactos del mismo sexo.

En cuanto a la edad, las probabilidades ajustadas de eventos adversos fueron ligeramente mayores para los perros de > 9 meses a 1,5 años que para los perros de ≤ 9 meses (grupo de referencia). Las probabilidades de un EA fueron significativamente menores para los perros > 2,5 años en comparación con los perros más jóvenes. Además, los perros que pesaban ≤ 5 kg tenían casi el doble de probabilidades de aparición de EA en comparación con los perros que pesaban > 45 kg.

Por último, la raza fue la variable con la mayor disparidad de tasas de EA entre los subgrupos, con las mayores tasas observadas para los bulldogs franceses y los dachshund. Asimismo, el aumento del número de vacunas administradas en una sola visita aumentó los EA con un aumento de aproximadamente el 25 % en las probabilidades de un EA con cada vacuna adicional añadida.

Dado que la disminución del peso corporal también se asoció con un aumento de las tasas de EA en general, estos dos hallazgos respaldan, según los autores, una posible relación entre la aparición de eventos adversos  y la cantidad de antígenos vacunales administrados en relación con el peso corporal, “aunque esta relación pareció ser mínima en perros que pesaban > 15 kg”.

La conciencia del riesgo de eventos adversos en perros más pequeños “puede llevar a limitar el número de vacunas coadministradas, al menos en ciertas razas”. Esto podría ser debido al aumento en las visitas necesarias para completar los protocolos de vacunación.  

No obstante, los autores matizan que “no se debe reducir el volumen de la vacuna administrada a perros más pequeños (p. ej., dar la mitad de la dosis recomendada por el fabricante), ya que no se han realizado estudios de eficacia sobre este asunto en la protección contra enfermedades”.

Ante tales hallazgos, apuntan que “la información de los factores de riesgo se puede utilizar para actualizar los protocolos de vacunación y la comunicación con el cliente”, y añaden que “las diferencias entre razas pueden indicar que la genética es el principal factor de riesgo de reacciones adversas a la vacuna después del tipo de vacuna”.