En 2018, la Conferencia de las Partes del Convenio sobre Diversidad Biológica (COP14), con auspicio de la ONU, declaró el 29 de noviembre Día Internacional del Jaguar para celebrar a este depredador tan significativo para América y sus hábitats naturales.
La fecha recuerda el compromiso de proteger al felino más grande de la región, destacando el rol que cumple como especie indicadora del mantenimiento del ambiente, al tiempo que busca generar conciencia sobre las amenazas que enfrenta para su supervivencia.
Y es que, en la actualidad, la deforestación, la expansión agrícola y ganadera intensiva, la sequía y el avance de las infraestructuras, entre otros factores, han colocado a este animal al borde de su extinción en muchas regiones. Además, el comercio ilegal de sus partes crece en internet y las mafias del tráfico de especies lo han convertido en una víctima habitual. De hecho, según recoge WWF, “ya han desaparecido en la mitad de su territorio histórico”.
La organización WWF alerta que los jaguares están “casi extinguidos en El Salvador, Uruguay y Estados Unidos”, mientras que “los últimos 64.000 jaguares se refugian en 18 países del centro y sur de América, desde México a Argentina, el 90 % de ellos en países amazónicos”.
Además, según un estudio de la organización, en 447 áreas protegidas de la Amazonía brasileña se detectó que “cada año mueren entre 110 y 150 jaguares y pumas, víctimas del veneno y la persecución de los cazadores”, además de que se han convertido en “objetivo prioritario para mafias del tráfico de especies que comercian con sus pieles, patas, garras y colmillos tanto a nivel local como internacional”.