“Los profesionales de la salud hemos sido educados y formados para el cuidado del otro, no para el autocuidado, y prevenir el malestar emocional, el estrés y los trastornos mentales en el colectivo veterinario no sólo afecta la propia salud y el bienestar y la calidad del trabajo, sino que es un compromiso hacia la sostenibilidad de la propia profesión”. Esta declaración pertenece a Toni Calvo, psicólogo y director de la Fundación Galatea, una fundación que trabaja para la salud mental de los profesionales de la salud y con la que el Consejo de Colegios Veterinarios de Cataluña (CCVC) colabora desde 2022 en el marco del programa Assís.
En el marco de esta colaboración, y con el objetivo de dotar a los veterinarios de competencias y habilidades para gestionar sus emociones y, por tanto, de herramientas de autocuidado para su bienestar emocional, el CCVC ofreció a los colegiados, entre finales de octubre y principios de noviembre, el seminario Competencia emocional y bienestar en el trabajo.
Recientemente, el CCVC ha publicado una entrevista realizada a las docentes del seminario, Diana Barenblit y Natàlia Comalrena de Sobregrau, que colaboran con la Fundación Galatea, en la que analizan los puntos claves de la actividad.
De igual modo, el Consejo también ha querido recoger la opinión de dos los asistentes al seminario. Es el caso de Ariadna Garcia, veterinaria clínica de pequeños animales, que se apuntó al seminario porque “a veces, en nuestro trabajo, asumimos mucha carga emocional de las personas que llegan a consulta, y no sabemos gestionar la y acabamos desbordados, sobrecargados emocionalmente”.
Por esta razón, hablar de las emociones básicas y entender sus funciones es uno de los primeros puntos que se abordaron en el seminario. A continuación, las terapeutas plantearon cómo regularlas mediante la autorregulación y la coregulación (es decir, gracias al vínculo con los demás).
“El seminario me ha servido para reconocer emociones que no sabía catalogar, y para ser consciente de que una manera de avanzar en el autocuidado es saber detectar y reconocer qué te pasa”, afirma Ariadna, quien valora muy positivamente las herramientas que le ha proporcionado el seminario “para evitar que las cosas que no podemos controlar nos afecten”.
TOMAR DISTANCIA Y NO SOBREEMPATIZAR
Estas herramientas son las llamadas habilidades de autorregulación emocional. “En la formación hablamos de la empatía, y ponemos mucho énfasis en que no es ponerse en la piel del otro, ni en el lugar del otro, sino que se trata de llegar a una comprensión racional y emocional de lo que piensa y siente el otro en función de sus circunstancias”, apuntan Barenblit y Comalrena de Sobregrau.
Para establecer un vínculo empático del veterinario con el cliente y el paciente, las terapeutas consideran que “hay que mantener una distancia con el cliente para no sobreempatizar”. Pero no hablan de una distancia desde la frialdad, sino de “tomar perspectiva para comprender las emociones de la otra persona y poderla acompañar y sostener, pero teniendo en cuenta sus características y sin hacer nuestro su conflicto”.
Otra de las participantes trabaja haciendo auditorías para la industria alimentaria, en la que, en ocasiones, se producen momentos de tensión cuando encuentra alguna irregularidad. Se apuntó al seminario en busca de herramientas para hacer frente a este problema y, según explica, ha entendido que “lo importante es tomar distancia y, a partir de ahí, actuar”. “En mi caso, lo que ocurre es que me enfrento a personas que no cumplen la normativa, y son ellos los que están haciendo algo mal, no yo; ahora puedo entender que estén enfadados, pero no conmigo, sino con el rol que desempeño”, explica.
LOS LÍMITES SON PROTECCIÓN, NO PROHIBICIÓN
“Los límites nos regulan; se relacionan mucho con la prohibición pero, en realidad, son una protección: un semáforo, la barandilla de una terraza o la correa de un perro son límites, pero al mismo tiempo son protecciones. Los límites nos dan seguridad y nos regulan emocionalmente porque nos permiten saber hasta dónde llegamos, qué podemos ofrecer al otro, y qué esperamos de los demás”, comentan Barenblit y Comalrena de Sobregrau.
Ahora bien, tal y como dicen las colaboradoras de la Fundación Galatea, ponerlos no es tan fácil. “Hay que conectar con las propias necesidades y con la propia capacidad laboral y emocional y, a menudo, no lo hacemos por miedo a decepcionar, por miedo al rechazo, por el miedo a perder una oportunidad…”, apuntan.
DEJARSE AYUDAR
En la cita que da inicio a esta entrevista, se afirma que los profesionales de la salud han sido educados y formados para cuidar de los demás, pero no de ellos mismos. Según Barenblit y Comalrena de Sobregrau, muy a menudo no piden ayudar por “la falta de confianza, la vergüenza, sentir que molestamos, el orgullo, que algunos se sientan más cómodos cuidando que pidiendo ser cuidados, o que a menudo esperamos la ayuda sin pedirla”.
Esta es una reflexión que también hace Ariadna: “A veces no explicamos que necesitamos ayuda porque nos da vergüenza, pero debería importarnos poco lo que piensen los demás y pensar más en lo que pensamos de nosotros mismos”. En este sentido, para ella, “comunicarlo, el simple hecho de decirlo, de expresarlo, es ya un peso que te quitas de encima y un primer paso para avanzar”.
EL VALOR TERAPÉUTICO DE COMPARTIR
Para ambas psicólogas, uno de los valores más importantes de seminarios como éste es dar la posibilidad de compartir experiencias emociones en un espacio confiable. “Personas diversas, de sitios diferentes, que no se conocen, acaban encontrando muchas problemáticas y preocupaciones e inquietudes en común, y solo por eso y que se den cuenta de que no son las únicas que sufren por algún motivo ya tiene un valor terapéutico”, expresan.