Nos referíamos en una entrega anterior al erróneo, a nuestro juicio, fundamento sanitario en la prohibición bíblica del consumo de carne porcina, refiriéndose a algún supuesto brote de triquina y repasábamos las Reglas de Abstinencia contenidas en el en el Manusmrti o El Libro de las Leyes de Manú, de la época védica (1200 a.C.), al Pentateuco -para los hebreos, la Ley o la Torá- con referencias a los alimentos koscher, aptos para el consumo y los no autorizados, therephah y que para algunos autores, entre ellos D. Juan Morcillo y Olalla, el bíblico Moisés sería el primer higienista al establecer las bases de la inspección alimentaria en su concepto actual, lo que calificábamos como erróneo.
El budismo. Según Lambert Schmithausen en su capítulo Comer sin matar. Sobre la cuestión del consumo de carne y el vegetarianismo en el budismo recogido en el volumen Las religiones y la comida, (Barcelona 2002), entre los años 370 y 450 de nuestra era, el erudito indio del budismo Buddhaghosa presenta la carne de cerdo como una carne permitida. En el Amarakosa, diccionario de sinónimos en sánscrito escrito por el antiguo erudito indio Amarasimha (¿siglo VII?), el consumo y cría del cerdo se asocia con el estamento inferior de las sudras.
A los monjes les está prohibido aceptar y/o consumir cualquier carne cruda, debiendo, además, verificar su procedencia y el tipo de carne que es, todo ello para evitar el consumo de carne humana. También tienen prohibido el consumo de carne de elefante y caballo, animales que tienen una importancia militar y pertenecen al rey. Tampoco pueden comer carne de perro, ni de serpiente, ni de buitres y cornejas ni otras aves que consuman carne, ni de monos ni de cerdos.
Parece claro que la prohibición del consumo de carne de cerdo que aparece sin fundamentación en el Vinaya de la Mahâsânghika, (textos canónicos de la comunidad monástica del budismo) puede proceder de las ideas tabú de las capas más altas de la sociedad hindú. Hay que tener en cuenta que el cerdo doméstico forma parte del grupo de animales cuyo consumo se prohibe ya explícitamente en los antiguos textos dharma.
Fa-hsien, uno de los dos traductores del Vinaya de la Mahâsânghika, confirma que esto se correspondería de hecho con la realidad vital existente en la llanura central nórdica India (Mathurâ) en la época de la traducción del texto al chino, principios del siglo V d.C.; donde la cría del cerdo era infrecuente.
El islam. Con la aparición del islam en el siglo VII de nuestra era, la clasificación de carnes aptas para el consumo humano recogida en el Deuteronomio, sería adoptada, en parte, por Mahoma y prescrita en varios suras del Corán -Al-koram- (II, 168), (V, 4) y (XVI, 116), vedando la carne de porcino considerándolo impuro y los textos citados del Corán son absolutamente claros, pero, permitiendo la ingesta de la de camello.
Según estos datos, en opinión de Peter Heine, Alimentación y tabúes de la alimentación en el islam Las religiones y la comida (Barcelona 2002), la fundamentación de la prohibición del consumo de carne de cerdo podría encontrarse en una voluntad del monoteísmo de destacarse claramente frente a un entorno politeísta, una cuestión que constituye un tema central, sobre todo en la historia islámica primitiva.
Los motivos que se ofrecen para justificar la prohibición son diversos, comenzando por el desconocimiento de la existencia de ese animal en muchas regiones del mundo islámico de la época y algunos arguyen a la presencia de triquinas, argumento que refutan otros estudiosos islamitas musulmanes, porque piensan que una concepción semejante no puede estar en armonía con la omnipotencia divina.
Otros estudiosos occidentales, prefieren presentar otros argumentos y alegan la competencia directa con los humanos en lo que a la alimentación se refiere o el mal uso que hacen del agua, un bien realmente escaso en amplias regiones de mayoría musulmana, que necesariamente hacen los cerdos para refrescarse de las altas temperaturas existentes, dada su carencia de glándulas sudoríparas.
La conocida antropóloga social británica Mary Douglas parte de la base de que en el Antiguo Testamento se consideran impuros todos los animales que por algún motivo quedan fuera de los esquemas habituales de “pertenencia a un grupo”. Habla en estos casos de una disonancia taxonómica, como ejemplo, los peces sin aletas, como la anguila, los pájaros que no vuelan, como el avestruz o los animales que no son pájaros, pero vuelan, como el murciélago. Sin embargo, resulta difícil incluir en este contexto al cerdo.
Además, todos los argumentos son a posteriori y aceptando su plausibilidad, resultan insatisfactorias y desde el punto de vista científico-islámico, no tienen en cuenta el aspecto religioso. Este aparece cuando se analiza la historia de la religión preislámica.
Época moderna. El descubrimiento del ciclo de la triquina se sitúa en el siglo XIX. Es preciso recordar que, si bien el quiste cisticercósico es citado por Hipócrates, Aristófano y Aristóteles entre otros, la noción del peligro de la carne de cerdo como portadora de parásitos transmisibles al hombre (cisticerco, triquina) es muy moderna.
El descubrimiento de la Trichinella spiralis lo realiza James Paget en enero de 1835 y lo publica, con malas artes, en opinión de Antonio R. Martínez Fernández (León 2002), Richard Owen, atribuyéndose el descubrimiento en 1835 en el hospital San Bartolomé de Londres.
El alemán Friedrichh Küchenmeister (1821-1890), lleva a cabo investigaciones sobre tenias, triquinosis y otros parásitos, alimentando a condenados a muerte con carnes infestadas y analizando posteriormente las consecuencias y el también tudesco, Albert von Zenker (1825-1898), demuestra del paso de triquinas desde el intestino a los músculos humanos, como consecuencia de la ingestión de carne de cerdo parasitada, dándole el nombre de triquinosis a la parasitación, en 1860. Por último, el prestigioso patólogo prusiano Rudolf Virchow (1821-1902), pone de relieve la necesidad del examen microscópico de las carnes de cerdo y el papel de las ratas.