La Enfermedad Hemorrágica Epizoótica (EHE), con focos en siete comunidades autónomas durante el actual verano, es un ejemplo claro de la emergencia y expansión de las enfermedades transmitidas por un vector, en concreto mosquitos culicoides, presentes ya en España como consecuencia de cambio climático, y está directamente relacionada con el aumento poblacional de los cérvidos en el medio natural, que son las especies más afectadas, y la situación de sequía.
De hecho, la Organización Colegial Veterinaria (OCV) considera que esta patología de origen vírico infecciosa no contagiosa, que se ceba tanto en rumiantes domésticos como en ciervos, gamos y corzos -si bien no todos los animales infectados desarrollan la enfermedad-, confirma el estrecho vínculo relación entre fauna silvestre y ganadería extensiva.
Aunque no se trata de una zoonosis que pueda contagiar al ser humano hasta ahora, la expansión de la EHE durante las últimas semanas por varias provincias del país con cabaña de vacuno en régimen extensivo tiene su origen en el elevado número de animales silvestres, como ciervos, que en época de verano, por la escasez de alimento, presentan un sistema inmunitario debilitado y propenso, por ende, a contraer enfermedades.
Además, la OCV recuerda que la sequía de los últimos meses obliga a los animales silvestres a efectuar desplazamientos más largos para abrevar en fuentes y charcas frecuentadas por la ganadería extensiva, de manera que comparten estos puntos de aprovisionamiento de agua más que en otras estaciones del año, lo que favorece los contagios de diferentes patologías.
RIESGO SANITARIO
Este hecho representa uno de los grandes riesgos sanitarios para la ganadería extensiva y una preocupación constante para la profesión veterinaria, ya que “las condiciones de bioseguridad de los animales que viven en libertad aprovechando los pastos naturales en montes y dehesas no son equiparables a los alojados en granjas, aun cuando el control veterinario sea el mismo, en aspectos tan básicos como la desinsectación para eliminar vectores”.
Por tanto, la OCV insiste en la necesidad de potenciar la labor de los veterinarios de explotación como garantes de la prevención, detección temprana y control de estas enfermedades ya que, ante la menor sospecha, “alertan a los servicios oficiales para que acudan a tomar las muestras y se remitan a los laboratorios de referencia”. Actuaciones que son claves para evitar la presentación, extensión y controlar cualquier problema sanitario.
Es preciso señalar, comentan, que en el control de estas enfermedades también desempeñan una labor clave las administraciones, “a las que se demanda mayor agilidad en su diagnóstico y diligencia en la implantación de las medidas de prevención y control, para contribuir a la tranquilidad de los ganaderos, en un año sumamente duro para ellos por el aumento de los costes de producción y las dificultades derivadas de la sequía”.
Todo ello, subraya la OCV, para reforzar las políticas que aborden coordinadamente las intervenciones en materia de sanidad animal, de salud pública y de sanidad ambiental bajo el modelo One Health, “porque esta patología, al igual que anteriormente ocurrió con otras enfermedades emergentes y reemergentes como el virus del Nilo Occidental, la lengua azul, la leishmaniosis o el virus de la fiebre hemorrágica Crimea-Congo, no se había registrado en España hasta noviembre de 2022 y su expansión confirma el vínculo e interdependencia entre la salud del medio, la sanidad animal y la salud pública”.
A pesar de que la bajada de las temperaturas propia del otoño e invierno interrumpirá la transmisión de enfermedades vectoriales, el cambio climático “favorecerá sin duda su propagación en los próximos años”. La OCV recuerda la contribución de las ciencias veterinarias y el saber hacer de sus profesionales para dar respuesta a estas patologías, y reclama un papel activo en la planificación de futuras actuaciones, bajo en enfoque Una Sola Salud.