La superficie de la piel de los perros está colonizada por bacterias que están bien adaptadas al entorno del estrato superficial cutáneo. De esta manera, la flora normal contribuye a la inmunidad de la piel. Las bacterias del género estafilococos viven como miembros de la flora normal de la piel y las mucosas de los animales. Sin embargo, muchas especies son también patógenos oportunistas que pueden causar serias enfermedades de la piel y en otros tejidos del cuerpo y cavidades, como por ejemplo la pioderma, una de las enfermedades cutáneas más comunes en los perros.
La pioderma se define como una infección bacteriana de la piel, siendo los estafilococos las bacterias aisladas con mayor frecuencia, llegando a alcanzar la práctica totalidad de la piodermas, tanto caninas como felinas.
El manejo de la pioderma suele estar orientado a resolver la infección bacteriana y a abordar la causa subyacente en caso de que sea posible, como por ejemplo la dermatitis atopica.
La pioderma en perros se controla directamente con una terapia antimicrobiana, ya sea con antibióticos orales o con champú o spray aplicados en la zona afectada.
El tratamiento a base de champús y espumas es una de las principales recomendaciones realizadas por los veterinarios. Este tipo de tratamiento tópicos, además de actuar sobre el agente etológico, mejora la integridad cutánea y elimina los residuos presentes en la piel, facilitando su recuperación.
En este sentido, los estudios del efecto antibacteriano de los antisépticos comerciales generalmente han evaluado el pelo y no la piel. Por lo tanto, con el objetivo de evaluar los efectos antibacterianos de los productos tópicos tanto en la piel como en el pelo canino, un grupo de investigadores de EE UU ha realizado un estudio sobre 15 perros de pelo corto y ocho de pelo largo sin enfermedad de la piel.
Para realizar la investigación, se aplicaron cinco espumas. (1) clorhexidina al 2 % y miconazol al 2%; (2) 0,05 % de fitoesfingosina; (3) ácido salicílico al 2 % y lactato de etilo al 10 %; (4) clorhexidina al 3 % y climbazol al 0,5 %; y (5) clorhexidina al 2 % y ketoconazol al 1 %.
Se recogieron hisopos de piel y cabello de los sitios de aplicación antes del tratamiento, a la hora y en distintos días (D2, D4, D8, D10 y D14 después del tratamiento). Se colocaron hisopos de piel y pelo en placas inoculadas con suspensión de inóculo de Staphylococcus pseudintermedius. Las zonas de inhibición se midieron después de la incubación.
No se observó inhibición con las espumas 2 y 3. En la 5, los tamaños de las zonas de inhibición producidas por hisopos de perros de pelo largo y corto no fueron significativamente diferentes, y todos los hisopos y pelo produjeron inhibición hasta D14, independientemente de largo del pelo.
Por el contrario, en la espuma 1, “las zonas de inhibición producidas por hisopos de perros de pelo largo fueron más pequeñas que las de perros de pelo corto, y los hisopos de perros de pelo largo produjeron una duración más corta de inhibición bacteriana que el pelo”.
Ante el hallazgo, los autores explican que los efectos antibacterianos de la espuma 5 no se vieron afectados por la longitud del pelo. Asimismo, indican que “el pelo puede ser aceptable para evaluar los efectos sobre la piel en perros de pelo corto. Sin embargo, el pelo largo puede interferir con la distribución del producto y la duración de la inhibición bacteriana”. Por lo tanto, “la evaluación del pelo puede sobrestimar los efectos antibacterianos clínicamente relevantes”.