Las leishmaniosis son grupos de enfermedades infecciosas muy extendidas y con una importante diversidad clínica y epidemiológica. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, se producen entre 700.000 y 1 millón de nuevos casos al año. El principal reservorio es el perro, especie en la que se describió esta enfermedad por primera vez en 1908, aunque también puede afectar a otras especies.
El control de esta enfermedad sigue siendo un desafío a nivel mundial, especialmente en áreas endémicas donde las condiciones precarias y la desigualdad social son los principales factores que aumentan el riesgo de infección. Los parásitos de Leishmania comprenden más de 20 especies transmitidas entre vectores hematófagos de flebótomos y huéspedes mamíferos.
El conocimiento sobre la Leishmania sp. ha avanzado en las últimas décadas, pero aún se desconocen aspectos sobre sus mecanismos de transmisión. En la mayoría de las áreas, la baja tasa de infección en los flebotomos contrasta con las tasas más altas de infección entre los mamíferos.
Además de la transmisión vectorial, recientemente se ha sugerido la aparición de rutas alternativas de infección, especialmente en áreas donde se han notificado casos de leishmaniosis sin la presencia confirmada de vectores.
Las rutas de infección alternativas ya probadas, todas relacionadas con humanos, incluyen transfusión de sangre, vía transplacentaria/congénita, agujas compartidas entre usuarios de drogas y trasplante de órganos. También se sugirió la transmisión sexual en perros, principalmente porque se encontraron lesiones en el tracto reproductivo de los machos y se observaron parásitos en el semen. Incluso se apuntó a la transmisión por pulgas o garrapatas hinchadas alimentadas con sangre infectada e ingeridas accidentalmente por perros u otros mamíferos.
VÍA DE TRANSMISIÓN ORAL
Partiendo de esta última premisa, un grupo de investigadores ha realizado un estudio que tuvo como objetivo evaluar la viabilidad de la transmisión oral de L. braziliensis y L. infantum en el hámster dorado. La hipótesis barajada es que las formas de promastigotes y amastigotes del parásito pueden infectar cuando son ingeridas por un huésped mamífero susceptible.
Para realizar el estudio, los hámsteres fueron expuestos a infección oral o intragástrica experimental con promastigotes, además de la ingestión oral de una suspensión de macrófagos cultivados infectados con amastigotes.
Los autores pudieron comprobarlo que las formas promastigotas de los parásitos Leishmania, al menos L. braziliensis y L. infantum, “pueden infectar a los mamíferos huéspedes cuando se inoculan por vía intragástrica”. La infección fue confirmada por aislamiento del parásito y PCR positiva en muestras de piel, bazo e hígado. Además, los macrófagos infectados con amastigotes de L. braziliensis también infectan a los hámsteres cuando se ingieren por vía oral.
En base a estos hallazgos, “nuestro estudio corrobora la hipótesis de la existencia de rutas alternativas para la infección por L. infantum y L. braziliensis en hámsteres”.
Los investigadores aseguran que “esta es la primera vez que la transmisión intragástrica y oral en Leishmaniaha sido demostrada. Antes de eso, algunos estudios ya habían sugerido la posible ocurrencia de estas rutas, principalmente en estudios con perros”.
En estos trabajos, plantearon la hipótesis de que la transmisión se produjo por peleas, ante la presencia de lesiones en la piel y el contacto con la mucosa oral de otro perro, o por la ingestión de garrapatas que acababan de ser alimentadas con sangre contaminada con el parásito. En todos estos casos, “la infección canina se produjo sin la presencia de vectores probados en la zona y después de descartar todas las demás vías de transmisión reconocidas (transplacentaria, transfusional y sexual)”.
INGESTIÓN DE PARÁSITOS INFECTADOS
Ante estos hallazgos, explican que, aunque inicialmente “alguien puede considerar que la infección intragástrica es una vía de transmisión artificial, también se puede hipotetizar que esta vía puede darse en la naturaleza a través de la ingestión de vectores infectados, considerando los casos en que la digestión de ese insecto se inicia únicamente en el estómago del anfitrión”.
Según indican, esta ingestión puede ocurrir accidentalmente cuando un mamífero se rasca con la boca y puede tragarse un flebótomo infectado, o incluso ingerir otros artrópodos hematófagos, como pulgas o garrapatas, que se hayan alimentado previamente de sangre infectada de otro mamífero. “La ingestión accidental también puede ocurrir en los casos en que un mamífero se da cuenta de que un insecto flebótomo está volando cerca y decide capturarlo”.