Un estudio del grupo de investigación SEAaq (Salud de Ecosistemas y Animales Acuáticos) del Departamento de Biología Animal, de Biología Vegetal y de Ecología de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), publicado en la revista Science of the Total Enviroment (STOTEN), ha analizado el estado de salud de la anchoa en diferentes puntos de la costa catalana (Tarragona, Barcelona y Blanes).
El estudio ha analizado, entre otros, los parásitos que infectan a esta especie, con un especial interés por las especies que podrían ser transmitidas a los humanos y causar una posible infección (parásitos zoonóticos). También se ha analizado la presencia de elementos antropogénicos (entre ellos, los microplásticos) en el tracto digestivo de los peces, así como el impacto potencial en su estado de salud, comparando los valores obtenidos con los registrados 12 años antes.
Según el resultado del estudio realizado en anchoas de la costa catalana se ha observado que no presentan ninguna patología relevante, ni ninguna especie parásita zoonótica que pueda afectar al ser humano, tal y como explica el investigador de la UAB Oriol Rodríguez- Romeu: “Aunque en los peces analizados se han encontrado parásitos y algunas alteraciones menores en órganos, todo está dentro de la normalidad y de lo habitual en el medio natural. Nada de esto supone un peligro, ni para los boquerones, ni para las personas”.
En comparación con las poblaciones de anchoa en otras áreas de distribución de la especie, donde sí se registran valores elevados de parásitos zoonóticos, las anchoas de la costa catalana parecen tener un riesgo de transmisión de estos parásitos a los humanos mucho más reducido. "Por ejemplo, no se ha detectado Anisakis en ninguno de los individuos en las diferentes poblaciones estudiadas, a diferencia de lo que ocurre en el Atlántico u otras zonas del mar Mediterráneo, donde la presencia de este parásito es mucho más frecuente", remarca la investigadora de la UAB Maria Constenla.
ESCASA PRESENCIA DE MICROPLASTICOS
La anchoa (Engraulis encrasicolus) es un componente clave de los ecosistemas pelágicos del mar Mediterráneo, con un valor comercial destacado que sustenta importantes pesquerías en las costas españolas. Durante las últimas décadas se han observado reducciones progresivas del tamaño de la población de esta especie en el mar Mediterráneo, así como del tamaño y edad de maduración. Aunque el estudio no ha revelado impactos de los plásticos sobre las anchoas catalanas, hay que remarcar que los niveles de contaminación por plástico (microplásticos ingeridos) en los peces son más elevados en la muestra recogida en 2019 (70% de prevalencia) que 12 años antes, en 2007 (con un 40% de prevalencia). Esto pone de relieve, una vez más, la necesidad de combatir la contaminación por plásticos y reducir su llegada al medio.
En este estudio se hallaron microfibras y partículas de plástico en el tracto digestivo en aproximadamente la mitad de los peces analizados y entre uno y dos ítems por anchoa. Estos son niveles relativamente similares o incluso inferiores a los que pueden encontrarse en otras especies de la misma zona y que reflejan, como la comunidad científica ha ido demostrando, la abundante presencia de partículas derivadas de plásticos en el medio marino. Sin embargo, estos estudios concluyen que no parece haber afectación directa a la salud de los peces. El hecho de que se encuentren sólo en el trato digestivo es también una observación importante en referencia a la seguridad alimentaria, ya que en el boquerón, al igual que en la gran mayoría de especies de peces, se retiran las vísceras antes de comerlos. Por tanto, “creemos firmemente que la cantidad de microplásticos susceptibles de poder ser ingeridos por los humanos como consecuencia del consumo de boquerones es mucho menor que la que se ingiere habitualmente a través de cualquier otra fuente, como el aire o los envases de plástico”, según remarca la profesora de la UAB Anna Soler-Membrives.
Esta investigación ha sido financiada mediante los proyectos SOMPESCA (del Departamento de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación de la Generalitat de Catalunya y los fondos europeos FEMPS) y el proyecto nacional PLASMAR (Proyecto I+D+i “Retos de Investigación” del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades). En los estudios, coordinados por Maria Constenla y Maite Carrassón, respectivamente, han participado Oriol Rodríguez-Romeu, Ester Carreras-Colom, Anna Soler-Membrives, Sara Dallarés y Francesc Padrós, miembros del Grupo SEAaq, del Departamento de Biología Animal, de Biología Vegetal y de Ecología de la UAB.