Los expertos veterinarios de la Universidad CEU Cardenal Herrera indican que, si un gato no orina, puede tratarse de varias enfermedades entre ellas una obstrucción uretral, más conocida como FLUTD.
El FLUTD es una enfermedad del tracto urinario que impide la micción. Suele aparecer con mayor frecuencia en gatos machos, de dos a seis años, obesos y que hacen poco ejercicio. Además, aseguran que los gatos persas son una raza predispuesta.
Cuando un gato no orina los veterinarios indican que las principales causas son urolitiasis, “es la formación de cálculos urinarios en la vejiga y la uretra”, explican.
También afirman que puede deberse a una infección de orina; el estrés; obstrucción uretral, es decir, “la uretra del gato se bloquea de manera parcial o total debido a los cálculos o a los tapones uretrales que puede provocar la muerte sino se trata”; cistitis, “a causa del estrés y los cambios en la dieta que pueden incrementar el riesgo de padecerla”; e incluso señalan otras enfermedades como diabetes, hipertiroidismo, tumores, anomalías congénitas, traumas.
SÍNTOMAS
Entre los principales síntomas que puede mostrar un gato cuanto está sufriendo problemas urológicos destacan la disuria (dificultad o dolor al orinar); estranguria (micción dolorosa, gota a gota); periuria (orinar en lugares distintos al habituado para ello); hematuria (presencia de sangre en orina); polaquiuria (aumento en número de micciones, aunque de escasa cantidad); y cambios de comportamiento y vocalización excesiva, lamido excesivo en zona perianal.
Por último, los expertos apuntan distintos puntos para realizar un buen diagnóstico.
En primer lugar, una buena anamnesis donde identificar si hay variaciones en la frecuencia de la micción, cambios en el color de la orina, orina fuera de la bandeja, cambios en casa, etc.
Posteriormente, un examen físico donde se palpará el abdomen para ver la distensión de la vejiga y explorar la zona de la uretra para ver posible inflamación.
También recomiendan una analítica sanguínea para valorar daño renal y alteraciones electrolíticas (hiperpotasemia, hiperfosfatemia); urianálisis valorando presencia de sangre, cristales o infección de orina; radiografías de abdomen simples y de contraste donde valorar presencia de urolitos; y una ecografía abdominal donde valorar la pared de la vejiga entre otras variables.