Para ingresar a la Universidad en cualquier parte del mundo para realizar la carrera de Veterinaria se debe empezar sobresaliendo en la escuela para que luego te de la nota, momento en el que solo unos elegidos tendrán éxito de haber alcanzado su objetivo.
A partir de ahí, esa presión continuará durante el resto de la carrera profesional del veterinario, “nos desafiamos unos a otros a seguir sobresaliendo en el campo veterinario y, además, tenemos que hacer frente en el trabajo al aspecto psicológico”, así lo confiesa Maria Karlsson, especialista de enfermedades de perros y gatos de la Asociación Veterinaria Sueca de Pequeños Animales.
Karlsson lamenta que, debido a este estrés que conlleva la práctica de veterinaria en el área de pequeños animales, “muchos colegas veterinarios decidieron terminar con sus propias vidas el año pasado, uno de ellos un compañero mío de clase”.
La especialista considera que la veterinaria es una profesión de “alto riesgo” en la que falta preparación ante diferentes situaciones cotidianas. “A veces fallamos encontrando el diagnóstico correcto; salvando al animal; o incluso cometemos errores mortales, y tememos ser expuestos en las redes sociales por clientes insatisfechos”, relata la veterinaria.
Unas situaciones que, como bien resalta Karlsson, deben enseñar a gestionar en la carrera, “hemos pasado 5 años aprendiendo a lidiar con problemas médicos complejos y, en el mejor de los casos, uno o dos días aprendiendo sobre comunicación”, revela.
“Cuando carecemos de la capacidad de lidiar con la insatisfacción del cliente, el miedo, la ansiedad o el dolor, eso nos desgasta. Tal vez etiquetamos al cliente como un cliente molesto, tal vez incluso hacemos una broma para distanciarnos de nuestro fracaso comunicativo, es entendible, no estamos capacitados para estas situaciones y se espera que nos ocupemos de ellas. Con el tiempo, los encuentros con los clientes se llevarán a cabo sin problemas, pero hasta entonces, nos arriesgaremos a agotarnos emocionalmente”, afirma.
Por ello, aboga por un cambio, “creo que necesitamos hacer una reflexión de nuestra profesión, tanto a nivel universitario como de la práctica rutinaria de pequeños animales. Esto nos proporcionará las herramientas para ayudarnos en la comunicación con el cliente”.
En este sentido, considera que “tener una base sólida en el trabajo a través de una mejor comunicación con los clientes nos permitirá estar mejor preparados para separar el trabajo y la vida privada. Estaremos capacitados para cuando los asuntos personales se vuelvan abrumadores, como el divorcio o padres enfermos. Necesitamos que nos enseñen a dejar el trabajo cuando salimos por la puerta tanto mental como físicamente”.
Por último, hace hincapié en que “es hora de que nos demos cuenta de que necesitamos una tutoría y un análisis de la práctica de pequeños animales. Es tan obvio como que necesitamos saber diez diagnósticos de un perro vomitando”.