Como consecuencia de una serie de circunstancias que rodean a la profesión sanitaria que realizan los veterinarios, muchos de estos padecen problemas como el estrés, la ansiedad e incluso la depresión.
En este sentido destaca la historia recogida por diferentes medios locales en Carolina del Norte (EE.UU) de la veterinaria Robin Stamey, que regresó a la facultad con 36 años para perseguir su sueño y convertirse en lo que siempre había deseado.
Según cuentan, cuando entró en la facultad, “Stamey llegó a acumular grandes deudas, y tras conseguir su primer trabajo como veterinaria, tuvo que trabajar muchas horas para reducirla”.
Pero eso no fue todo, ya que sus problemas financieros “se vieron agravados por las tensiones en el trabajo, derivando en un gran desgaste emocional, físicos y mental. Pero como le ocurre a muchos trabajadores sanitarios, Stamey tuvo miedo de pedir ayuda”, señalan los medios.
Tragándose todas sus frustraciones e ignorando una creciente depresión, en 2007 terminó de venirse abajo, cansada de muchos años de trabajo agotador y “con una misteriosa enfermedad a sus espaldas que le producía una hinchazón interna bastante dolorosa, que más tarde le fue diagnosticada como enfermedad del arañazo de gato”.
La enfermedad, sumada a todos sus problemas, hizo que Stamey tratara de suicidarse con un catéter cargado con una dosis mortal de Beuthanasia-D y Telazol, pero “al mirar a Gracie, mi mascota, no pude hacerlo. La única ‘persona’ a la que no puedo explicarle mi suicidio es a él”, apuntó la veterinaria.
Otro caso también sonado, pero con un final más triste, fue el de la veterinaria Shirley Koshi, una mujer de Nueva York (EE.UU) de 55 años de edad, que fue demandada por recoger un gato callejero que se encontraba enfermo para curarlo hasta que se recuperase.
"Una mujer reclamó la propiedad del gato ya que lo había estado alimentando en un parque de Nueva York", explican diferentes medios locales. Además, algunos activistas "fueron a protestar frente a la clínica de Koshi, que también fue insultada a través de internet".
La veterinaria se vió obligada a cerrar su clínica después de los costos que le supuso la demanda y de la pérdida de ingresos a causa de los detractores que, vía online, destruyeron su reputación.
Tras estos sucesos, "fue encontrada muerta el 16 de febrero en su piso, situado en la zona del Upper East Side, por una sobredosis", según la policía de Nueva York.
Un trabajador de la clínica apuntó que "la demanda, los ataques por internet y los problemas financieros la llevaron al límite, e hicieron que acabara suicidándose".
Tal y como explica la Asociación Americana de Medicina Veterinaria (Avma, por sus siglas en inglés), fue un caso extremo de ciberacoso por parte de un grupo llamado The Veterinary Abuse Network.
DATOS
Uno de los estudios más recientes publicados por Avma, concluye que “entre 1979 y 2015, los veterinarios tanto hombres como mujeres se suicidaron entre 2 y 3,5 veces más a menudo que el promedio nacional de la población de los Estados Unidos, respectivamente”.
Teniendo en cuenta que, “la profesión veterinaria cada vez está más dominada por mujeres, pues más del 60% de los veterinarios de Estados Unidos y el 80% de los estudiantes de veterinaria ahora son mujeres”, los investigadores del estudio señalan que esta tendencia podría acabar con aún más suicidios de veterinarias en los próximos años.
Y es que sumergirse en profesiones tan vocacionales como son las sanitarias, puede dejar la puerta abierta a problemas de salud mental como la depresión o incluso la “fatiga por compasión”, una forma de estrés traumático reconocida en el campo de la psicología como un problema que afecta a numerosos profesionales del sector.