Los estudiantes universitarios que pasaron un poco de tiempo libre cada semana interactuando con perros de terapia en la escuela, durante su primer semestre, experimentaron menos signos de estrés y depresión que aquellos que no lo hicieron.
Así lo afirma un nuevo estudio que examinó cómo el acceso regular y a largo plazo a un programa de atención sin cita previa asistido por animales influyó en la salud mental de estudiantes.
El estudio descubrió que los estudiantes que interactuaron con perros de terapia en sesiones repetidas y no estructuradas durante varios meses no solo informaron niveles más bajos de estrés y depresión, sino que también mostraron una mayor autocompasión. Los hallazgos sugieren que simplemente tener la oportunidad de pasar tiempo regularmente con perros de terapia en un entorno informal proporciona beneficios sostenidos para la salud mental.
“Sabemos que los programas estructurados ayudan, pero queríamos ver si dar a los estudiantes autonomía total en la forma en que interactúan con los perros podría ser igual de beneficioso”, comparte Patricia Pendry, autora correspondiente del estudio y profesora de desarrollo humano. “Esto refleja más fielmente la vida real de los dueños de mascotas y puede facilitar que las universidades implementen programas similares”.
Para el estudio, Pendry y la candidata doctoral Alexa Carr se propusieron basarse en las investigaciones anteriores de Pendry que mostraban que, incluso las interacciones físicas breves con perros de terapia, pueden reducir los niveles de cortisol. El trabajo previo de Pendry también ha demostrado que los programas altamente estructurados que incorporaban animales de terapia en talleres centrados en técnicas de manejo del estrés mostraban efectos positivos en el bienestar y el aprendizaje de los estudiantes.
Este último trabajo amplía el alcance al analizar los efectos del acceso sostenido a programas no estructurados con animales de terapia y brindar acceso regular durante todo un semestre. Además, en lugar de sesiones prescritas, los estudiantes tenían la libertad de asistir sin previo aviso, interactuar con los perros de terapia como quisieran y quedarse tanto tiempo como quisieran, hasta dos horas.
Los investigadores reclutaron para su análisis a 145 estudiantes que habían dejado una mascota en casa para ir a la universidad. Los participantes fueron asignados aleatoriamente a un programa de terapia con perros de siete sesiones o a un grupo de control en lista de espera. Los participantes del programa podían acariciar, sentarse o hablar con los perros en un ambiente relajado e informal en una gran sala de conferencias cómodamente, dispuesta para incluir zonas de estar aisladas.
Los compañeros caninos que participaron en el estudio fueron proporcionados por Palouse Paws, un representante local de una organización nacional llamada Pet Partners que se especializa en proporcionar equipos para realizar intervenciones asistidas por animales.
Al hacer un seguimiento del bienestar de los participantes a lo largo del semestre, los investigadores descubrieron que los estudiantes del grupo de terapia con perros tenían índices significativamente más bajos de depresión, estrés y preocupación en comparación con los del grupo de control. También informaron de un aumento de la autocompasión, que se ha relacionado con una mejor regulación emocional y un bienestar general. Los estudiantes experimentaron un menor deterioro del bienestar y de los síntomas de salud mental, un fenómeno que es frecuente entre ellos.
Si bien los perros de terapia desempeñaron un papel central, los investigadores creen que el entorno circundante también contribuyó al bienestar de los estudiantes. "Es probable que sea una combinación de sentarse tranquilamente, acariciar al perro, hablar con otros estudiantes e interactuar con los adiestradores, lo que contribuye al bienestar de los estudiantes", explica Pendry.
El equipo de Pendry también hizo un seguimiento de los patrones de participación de los estudiantes y descubrió que quienes asistieron a varias sesiones obtuvieron el mayor beneficio. “Las interacciones regulares y sostenidas con perros de terapia parecen tener un efecto acumulativo”, expresa Carr, quien recientemente completó su tesis doctoral con esta investigación. “Esto sugiere que las universidades podrían considerar la posibilidad de ofrecer programas continuos no estructurados en lugar de eventos puntuales”.
Según Pendry, expresidenta de la Sociedad Internacional de Antrozoología, en vista del aumento de las preocupaciones sobre la salud mental de los estudiantes universitarios, las universidades recurren cada vez más a programas con asistencia de animales. Ella espera que la investigación anime a más escuelas a ofrecer programas similares de terapia con perros, pero enfatiza la necesidad de una aplicación cuidadosa y basada en evidencias.
“Esta es una manera relativamente fácil y económica de apoyar el bienestar de los estudiantes”, asegura Pendry. “No se necesita un plan de estudios estructurado, solo un espacio acogedor donde los estudiantes puedan interactuar con los perros y sus cuidadores en sus propios términos, de una manera que garantice el bienestar animal y la seguridad de los participantes”.
En el futuro, Pendry y sus colaboradores planean ampliar el alcance de su investigación para examinar si los estudiantes que no dejaron mascotas de la infancia en casa experimentan beneficios similares.