La evaluación preoperatoria del paciente incluye la consideración de la información de la historia, el examen físico y los resultados de las pruebas médicas, como los análisis de sangre de laboratorio o los exámenes electrocardiográficos (ECG). Dicha evaluación permite a los anestesiólogos evaluar a cada paciente individualmente, identificando a aquellos con mayor riesgo y adaptando el plan anestésico en consecuencia, minimizando así la morbilidad y mortalidad relacionadas con la anestesia.
Una prueba de rutina es un examen realizado de acuerdo con el protocolo en todos los pacientes, independientemente de los resultados de la evaluación clínica: estas pruebas se realizan en ausencia de cualquier indicación o propósito clínico específico. En pacientes veterinarios, se recomiendan pruebas preanestésicas de rutina para animales geriátricos, donde se han reportado beneficios.
Sin embargo, existe controversia con respecto a los beneficios de las pruebas preanestésicas de rutina si no se identifican problemas potenciales en la historia o el examen físico. Un estudio previo demostró poco beneficio de las pruebas de laboratorio preoperatorias, ya que solo el 1,5 % de los perros clínicamente sanos requirieron terapia preanestésica adicional y se realizaron modificaciones del protocolo anestésico en solo el 0,2 % de los perros.
El porcentaje de cambios en el protocolo anestésico debido a pruebas preanestésicas en gatos y perros mayores de 8 años sigue siendo bajo (2,5 %), cuestionándose su necesidad en estos pacientes.
UTILIDAD DEL EXAMEN ELECTROCARDIOGRÁFICO
El examen electrocardiográfico consiste en la evaluación de las formas de onda generadas por la actividad eléctrica cardíaca (procesos de despolarización y repolarización). Es la prueba inicial de elección en el diagnóstico de arritmias y también puede proporcionar información sobre la morfología del miocardio. Esta prueba es simple, no invasiva, económica y reproducible. Sin embargo, en ausencia de arritmias, la sensibilidad del ECG para detectar disfunción y enfermedad cardíaca subyacente es relativamente baja. El cribado ecocardiográfico se considera la técnica de referencia para el diagnóstico de enfermedades cardíacas estructurales.
Las pautas de la American Animal Hospital Association para el cuidado de perros y gatos mayores sugieren incluir la evaluación de ECG preoperatoria de pacientes geriátricos con evidencia de enfermedad cardíaca o arritmias. Sin embargo, la utilidad del ECG preoperatorio de rutina en pacientes veterinarios no se ha establecido por completo.
IMPACTO DEL ECG EN EL MANEJO DE LA ANESTESIA EN PERROS
Un estudio observacional retrospectivo realizado por Rocío Bustamante, Alicia Caro-Vadillo y Delia Aguado, del Hospital Universitario Veterinario de la Universidad Complutense de Madrid, y Eva González-Pérez, de la Universidad de Copenhague, exploró el impacto de la evaluación del electrocardiograma preanestésico en las solicitudes de ecocardiografía preoperatoria y las modificaciones de un protocolo anestésico estandarizado en perros sanos.
Hasta donde saben las autoras, no existen estudios que evalúen el impacto de los resultados de los exámenes de ECG de rutina en el manejo de la anestesia en perros. Un objetivo secundario fue describir las anomalías del ECG que pueden motivar exámenes de diagnóstico adicionales, como la ecocardiografía.
Se incluyeron 228 perros sanos sin cardiopatía diagnosticada previamente que fueron sometidos a anestesia general en el Hospital Veterinario de la Universidad Complutense desde diciembre de 2017 hasta junio de 2018. Fueron evaluados los ECG preanestésicos en busca de anomalías y se documentaron los hallazgos y realizaron un registró el número de perros que requirieron ecocardiografía, en función de los hallazgos del ECG, y los resultados de la ecocardiografía. Los autores documentaron todas las decisiones relacionadas con la anestesia.
En total, descubrieron que 72 perros (31,6 %) presentaron anomalías en el ECG. Se solicitó una ecocardiografía a cinco perros (2,2 %). Se realizaron exámenes ecocardiográficos en cuatro de estos cinco animales, ya que los dueños de un perro se negaron a realizar la prueba. Las autoras comentan que se detectaron anomalías ecocardiográficas en los cuatro perros. Estas anomalías incluían “dilataciones graves de la aurícula y el ventrículo derecho debido a hipertensión pulmonar en un perro, disfunción sistólica en otro, asincronía miocárdica entre el tabique interventricular y la pared ventricular izquierda junto con hipertrofia ventricular izquierda en un tercer perro y signos de disfunción sistólica mínima y adelgazamiento leve del tabique interventricular en el cuarto perro”.
La toma de decisiones relacionada con la anestesia se vio influenciada por los hallazgos del ECG en un total de 11 perros (4,8% de los 228 perros incluidos y 15,3% de los 72 perros con anomalías del ECG), para los que se modificó el protocolo anestésico. Se ajustó la premedicación en seis perros y se alteró la inducción anestésica en cinco perros.
Por otro lado, las alteraciones de la onda P, los complejos ventriculares prematuros y los problemas de conducción de impulsos “fueron anomalías que motivaron la realización de una ecocardiografía”. A su vez, la bradicardia y las anomalías de la conducción de impulsos eléctricos influyeron en las modificaciones del protocolo.
MODIFICACIÓN DEL PROTOCOLO ANESTÉSICO EN EL 5 % DE LOS PERROS
Ante estos resultados, a pesar de las limitaciones derivadas del tamaño limitado de la muestra, que impidió a las autoras investigar posibles correlaciones entre la demografía y las alteraciones del ECG, comentan que “la evaluación electrocardiográfica preanestésica resultó útil para promover la realización de ecocardiografías e influir en los planes de anestesia”.
A pesar de ello, se justifica una evaluación más exhaustiva del impacto del uso sistemático de electrocardiogramas preoperatorios no dirigidos sobre los resultados relacionados con la anestesia.
En conclusión, las autoras explican que el cribado electrocardiográfico “condujo a una evaluación ecocardiográfica preoperatoria en el 2 % de los perros y a una modificación del protocolo anestésico en el 5 % de los perros sanos sometidos a procedimientos electivos”.
También han matizado que las diferentes alteraciones del ECG observadas “no poseen la misma relevancia clínica desde la perspectiva de la toma de decisiones relacionadas con la anestesia preoperatoria”. Además, no hubo cancelaciones ni reprogramaciones de procedimientos en ningún caso; solo se implementaron modificaciones del plan anestésico. “Esto sugiere que el ECG de rutina, no dirigido a un objetivo, en perros sanos puede tener un impacto limitado en las decisiones relacionadas con la anestesia”.
Es decir, esta prueba, señalan, puede ser una herramienta complementaria antes de la anestesia general, aunque la relevancia clínica de las alteraciones observadas debe evaluarse de forma individual. No obstante, “el valor del examen electrocardiográfico preoperatorio de rutina no dirigido aún requiere una evaluación en términos de resultados clínicos”.