La “fiesta” anual de los fenómenos ambientales mundiales comenzó a finales de marzo, el 25, en plena luna del gusano, (así la llaman en Sudamérica) última luna llena del invierno, cuando se exteriorizan las lombrices, y lo hizo con un eclipse lunar que pasó desapercibido: la tierra se interpuso entre el sol y la luna.
En abril el día 8 asistimos a un eclipse solar, (la luna obstaculizó la visión del sol desde la tierra), pudo verse, según se habían anunciado desde México, EEUU, Canadá y en España, un poquito desde Canarias y desde Galicia, a última hora de la tarde, casi sin luz. Causó gran incertidumbre mundial, porque algunas autoridades locales de los EEUU, Lorain (Ohio), y de Sinaloa (México), advirtieron a la población y a los visitantes seguidores fieles de los eclipses, que por allí son legión, para que se proveyeran de agua, comida y combustible, pues podrían verse afectados los móviles, los vehículos eléctricos y escasear los alimentos y bebidas, dadas las congregaciones multitudinarias de personas, en localidades pequeñas, adeptas a la visión y captación de fenómenos naturales ambientales. Estas advertencias contribuyeron a que acudieran más personas y por supuesto fomentan el turismo, y la curiosidad.
Fue el sol el primer Dios de los humanoides. A los mayas los eclipses les atemorizaban. Para los incas significaban que la Luna y el Sol hacían el amor y esto era motivo de celebración. Otras antiguas civilizaciones, los chinos, pensaban que los dioses nos castigaban, o que el demonio había ahuyentado al sol y se hacía mucho ruido para ahuyentar al demonio.
Nunca debemos mirar directamente al sol, nos puede producir quemaduras en la retina. Existían gran cantidad de mitos acerca de los eclipses, paralizaban los ojos y la vista de personas; dañaban a las embarazadas, que debían poner un hilo rojo, unas tijeras y una piedra de obsidiana, para que el feto no sufriera deformidades; los rayos ultravioletas desprendidos por el astro rey dañaban y envenenaban nuestra comida, aunque son iguales a los de un día normal. Los eclipses nada tienen que ver con los terremotos, aunque se produzcan seguidos unos a otros, o en fechas próximas.
Si queremos observar el sol debemos usar filtros de soldar del nº 14 o más, o usar una cámara estenopeica, que es una cámara fotográfica sin lente, un cartón con un orificio central y proyecta el paso del sol en una pared, viéndolo en ella.
El eclipse más lejano del que se tiene constancia sucedió en medio de una batalla en Ugarit (Mesopotamia), 1375 a. C. El primer predictor de eclipses fue Tales de Mileto en el 574 a. C. Uno de los eclipses más polémicos fue el del 24 de noviembre del año 29 d.C. fue un eclipse solar total, que encajaría con el que recoge la Biblia ocurrido en la crucifixión de Jesucristo, pero se trastocaría la fecha de su muerte, de ahí la polémica.
En el año 569 d.C.se produjo otro eclipse, momentos antes de nacer Mahoma.
En el año 939 d.C. en la batalla de Simancas entre tropas de Ramiro II de León, y fuerzas de Navarra, contra Abderramán III, el eclipse sucedido, retrasó la batalla durante tres días, vencieron “los nuestros”.
El 29 de febrero de 1504, Colón en su 4º viaje a América, tuvo necesidad de atracar en Jamaica, pues dos de sus cuatro naves sufrieron una plaga de termitas. Su tripulación se rebeló por falta de comida que no les daban los indígenas. Colon les aseguró a todos, que Dios mostraría su ira. Ocurrió un eclipse de luna y Colón lo sabía previamente, era un experto navegante y disponía de unas tablas de eclipses elaboradas por Johann Müller, llamado Regiomontano, astrónomo y matemático alemán de Königsberg (la cuna de Kant), que le anunciaron que iba a suceder un eclipse, lo que le permitió amenazar a los indígenas con la ira de Dios. Le dieron cuanto quiso.
Las capas que conforman el espacio exterior de la atmosfera nos protegen de los rayos dañinos que provienen del sol, X y ultravioleta. Son:
-La Troposfera donde existe la vida entre 1-16 km.
-La Estratosfera o capa de Ozono entre 16-50 km.
-La Mesosfera entre 50-85 km. Se ven las auroras boreales, reflejos de tormentas solares.
-La Ionosfera o Termosfera entre 85 y 640 km. Se encuentra a 1500 ºC de día y 800ºC de noche. Esta capa hace posible la transmisión de ondas de radio y hace posible las telecomunicaciones. Actualmente los satélites y transbordadores espaciales orbitan a estas alturas.
-La Exosfera entre 640-10.000 km.
En España, en León y en el Bierzo veremos un eclipse total de sol, el 12 de agosto de 2026. Estos eclipses totales duran entre 10 segundos y siete minutos y medio, la luna pasa entre el sol y la tierra y puede ser total, parcial o anular, incluso híbrido, desde unos lugares se verá total y desde otros anulares.
El más largo ocurrirá el 16 de julio de 2186.
Los eclipses ocurren en patrones llamados SAROS unidad de medida usada ya en Mesopotamia. La serie de Saros es un periodo de 223 meses lunares y esto se usa para predecir eclipses desde hace miles de años. Exactamente 9 años y 5,5 días después de cualquier eclipse lunar, ocurrirá uno solar y viceversa. Cada 6585,3211 días o cada 18 años 11 días y 8 horas, después de un eclipse, el sol la tierra y la luna vuelven a la misma posición geométrica. Este tiempo entre dos eclipses se llama saros. El descubridor de estos ciclos pudo haber sido Beroso, astrónomo babilónico de Caldea (350 a.C.).
Hace pocos días la noche del 18-19 de mayo, surcó los cielos de España un superbólido, mucho más brillante que la luna llena, sorprendió a todos pues no había sido detectado a pesar de la gran cantidad de cámaras, radares, telescopios y satélites que pululan y escrutan los cielos permanentemente. No era un meteorito asegura la Agencia Espacial Europea, sino un superbólido (pequeño trozo de un cometa), que a 42 km/segundo sobrevoló España y Portugal y acabó desintegrándose a 60 km de altura sobre el Océano Atlántico, desde Cáceres hasta cerca de Castrodeire. Siguió una trayectoria casi plana con inclinación de 10º, lo que permitió su visibilidad, y un gran color azulado por su alto contenido en Mg, y por minerales como la olivina y el piroxeno (bastante comunes en estos objetos).
A partir del 10 de mayo reciente, observamos auroras boreales en latitudes inusuales, México, Madrid, Castilla y León (Palencia, León), Valencia, Cataluña, que han sido debidas a la tormenta solar geomagnética. Pudieron verse en forma de cortinas, arcos, bandas, de diferentes colores, rojo, verde, morado, dependiendo de la altitud del choque con los átomos de O2 y de N. El nombre de aurora es una referencia poética al amanecer y boreal significa relativo al Norte (son frecuentes en Finlandia, Noruega, Islandia).
El sol, es una bola brillante y caliente de H y He. Es 109 veces mayor que la tierra y 436 veces la luna. Puede producir llamaradas solares, eyecciones de masa coronal y tormentas solares, estas son las responsables de que se vean auroras boreales lejos de los polos, como ha sido el caso reciente. La tormenta solar del 10 de mayo de 2024 ha sido la más intensa de los últimos 20 años y fue menor que la de 2003 y por supuesto que la de 1859, denominada evento Carrington, en honor a quien la describió.
Las tormentas solares producen un gran destello de luz, y una gran nube solar que impacta contra nuestra atmósfera. Entre la explosión en el sol y la llegada a la tierra transcurren 8 minutos (El Sol está a 150 millones de km y la velocidad de la luz son 300.000 km/seg). Después llegan otras emisiones que tardan 1-3 días, en llegar a nuestra atmosfera.
Las tormentas solares geomagnéticas afectan a las redes de generación y distribución de electricidad y a las tecnologías modernas. La probabilidad de que ocurran estos fenómenos es pequeña; sus resultados hoy día, serían catastróficos en un mundo superdependiente de las nuevas tecnologías y de la electricidad. Afectan a los satélites y a sistemas tecnológicos estratégicos, a la logística de los aeropuertos, a internet, al sistema de posicionamiento global GPS y otros. Es muy importante medir sus efectos a nivel regional y nacional y alertar con tiempo a las autoridades de protección civil.
Si hoy día ocurriera otra tormenta solar como la sucedida en 1859, causaría pérdidas económicas, solo en los EEUU de hasta 2 billones de dólares.
Lo sucedido el 1 de septiembre de 1859 fue descrito por Richard Carrington, como una explosión blanca en la superficie del sol. Desde finales de agosto habían empezado a verse auroras boreales por toda la Tierra. La gran eyección de masa coronal solar, provocó el colapso de la tecnología disponible entonces, el telégrafo, descubierto por Samuel Morse en 1836 y que empleaba señales eléctricas para transmitir mensajes de texto. Se pudo leer por la noche, se vieron auroras boreales en Australia.
Galileo Galilei allá por 1612 observó la actividad magnética del sol. Con telescopios de entonces, a punto estuvo de ser quemado y no por el sol, sino por el brazo ejecutor de la censura católica, la Inquisición. Desde entonces, los astrónomos han tratado de imaginar donde se originaba este proceso responsable de la mancha solar y que desata las tormentas solares, la llamada dinamo solar. Observó que las manchas solares varían cada 11 años, que es cuando los polos magnéticos Norte y Sur del sol intercambian sus lugares.
El sol no es sólido como la tierra o la luna, no gira como un solo cuerpo. El sol rota variando con la latitud. Los polos solares giran cada 34 días y su ecuador cada 24, esto se conoce como “oscilaciones de torsión”.
Daniel Lecoanet y Geoffrey Vasil, dos investigadores ingenieros matemáticos, profesores de Edimburgo y Northwestern respectivamente, han resuelto el enigma que desde Galileo nos acompaña. La dinamo solar que expulsa gran cantidad de radiación a los planetas cercanos, entre ellos la tierra, comienza cerca de la superficie, a 32.000 km según sus cálculos y la ayuda de una supercomputadora de la NASA, y no a los 208.000 km que se decía en investigaciones anteriores. Su trabajo ha sido publicado en Nature hace unos días.
La dinamo solar es el problema sin resolver más antiguo de la Física teórica. Actúa, aseguró Vasil como un reloj gigante, pero no sabemos todas las piezas ni como encajan.
“Eppuro si muove” murmuró Galileo.