En el ciclo Tópicos de Fisiología y Farmacología 2024, la integrante del Departamento de Nutrición Animal y Bioquímica de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional Autónoma de México (FMVZ UNAM), María Fernanda Vázquez Carrillo, expresó que en 2022, México contaba con un hato de bovinos de 24 millones 553 mil 565 cabezas, casi la mitad de vacas lecheras y en menor proporción ganado de carne.
De acuerdo con cifras de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) de 2022, el país ocupa el séptimo lugar a nivel mundial en la producción de proteína animal.
En la conferencia ¿Dónde quedó el metano? El trayecto de la energía bruta consumida en bovinos, expuso que la producción de carne y leche es importante como fuente de proteína de origen animal para el consumo humano. Empero, eso también produce grandes volúmenes de gases de efecto invernadero, particularmente metano.
Según la experta, si se conoce “la partición de la energía bruta ingerida por el animal y las pérdidas que hay, podemos establecer estrategias para disminuir estas últimas, de modo que retenga más energía para que, como resultado final, obtengamos más producción de carne o leche”.
ENERGÍA, DIETAS Y SUS VARIABLES
Al respecto, detalló que el ganado obtiene la energía que necesita del alimento que consume; a eso se le denomina ingesta de energía bruta. Si se colectan las heces y se le restan a esta última, obtenemos la energía digestible.
Si a su vez se mide la producción de orina y se determina su valor calorífico, así como el del metano que el ejemplar emite en 24 horas y se resta, se obtiene la energía metabolizable. Y si a esta le quitamos el incremento calórico que se da por los procesos digestivos y rutas metabólicas, se consigue la energía neta.
Las metabolizable y neta se dirigen al mantenimiento del animal, es decir, a su crecimiento, ganancia de peso, etcétera. En tanto, gran parte de la energía se pierde en heces, gases, orina e incremento calórico, puntualizó.
De ahí la importancia de establecer estrategias para eficientar la producción de carne y de leche, y reducir la emisión de metano que contribuye al cambio climático, afirmó.
Las dietas, acotó Vázquez Carrillo, se deben formular acorde con sus requerimientos, que varían por numerosos factores como raza, edad, etapa productiva, etcétera.
En México hay varias regiones geoclimáticas, y de acuerdo con estas es el tipo de alimento que podemos ofrecer al ganado; eso también define el tipo de producción que se tendrá: sistemas de traspatio, semiintensivos o extensivos.
Por ejemplo, en el trópico húmedo, al sur del territorio, los animales están en un sistema extensivo donde su alimentación se basa en pastoreo, mientras que en el norte hay corrales de engorda, abundó.
La composición de los nutrientes y la calidad nutritiva de los ingredientes que se usan en la dieta también se va a regir por la región geoclimática: los forrajes son diferentes, unos son más digestibles que otros, y eso también influye en la eficiencia productiva de carne o leche.
El metano surge a partir de la fermentación -que dependerá de la dieta- que se produce a nivel ruminal (en el aparato digestivo).
La pérdida energética para el animal puede ir de dos y hasta 12 % del total de la energía bruta ingerida, lo cual depende del tipo de alimentación y la eficiencia del ejemplar para asimilarla, explicó la experta.
En cuanto al metano, aseguró, tiene un potencial de calentamiento global 28 veces mayor que el dióxido de carbono (CO2); sin embargo, tiene una vida corta en la atmósfera en comparación con otros gases, de nueve a 15 años, contra 200 del CO2.
“Si establecemos estrategias de mitigación de metano podríamos ver resultados en el corto plazo”. La fibra es un factor determinante para la cantidad de este que emite una vaca. La dieta complementada con alimento concentrado tiene mayor digestibilidad y menor expulsión de ese gas; en cambio, con más forraje es mayor.
EXPERIMENTACIÓN
Por ello, apuntó, evaluamos estrategias que fueran amigables con el ambiente, probamos té de manzanilla y de limón, por los beneficios reportados en humanos.
Se encontró que la ganancia diaria de peso con té de limón fue superior, en comparación con la manzanilla. Además, la emanación del gas disminuyó, recalcó María Fernanda Vázquez.