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“Con la enfermedad hemorrágica epizoótica los veterinarios de campo nos hemos enfrentado a lo desconocido”
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“Con la enfermedad hemorrágica epizoótica los veterinarios de campo nos hemos enfrentado a lo desconocido”

​Los veterinarios Manuel Morales y Álvaro Lagüera hablan sobre la enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE) desde un punto de vista práctico
Álvaro Lagüera y Manuel Morales
Álvaro Lagüera y Manuel Morales.

El Colegio de Veterinarios de Lugo organizó recientemente una charla enfocada en la prevención de la enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE) desde un punto de vista práctico, a la que asistieron un centenar de personas. Participaron en ella Manuel Morales Gamazo, veterinario especialista y responsable de la sección de vacuno de OCEVA, en Zamora, y miembro de la Asociación Nacional de Especialistas en Medicina Bovina de España (ANEMBE), y Álvaro Lagüera Colina, de Veterinarios Asociados S.C, en Cantabria.


Morales inició la jornada explicando la etiología de la enfermedad, los vectores que lo transmiten y su patogenia. Recuerda que es un proceso vírico infeccioso no contagioso, solo se transmite mediante artrópodos, en este caso culicoides. Además, afecta únicamente a rumiantes, tanto domésticos como salvajes. “Ni infecta a humanos ni se transmite a través de productos animales”, aclara. Sin embargo, en ganado vacuno “puede producir clínica desde moderada hasta mortal”, subraya.


Esta enfermedad “se asienta sobre tres pilares: virus, vector y manejo. Nosotros, como veterinarios de campo y ganaderos, solo podemos actuar sobre el último”, advierte. El veterinario incide en que la expansión del virus “tiene mucho que ver con el cambio climático”: la tendencia global es ir “ascendiendo de sur a norte”, a lo que favorece “el ascenso de las temperaturas y con ellas, el ascenso de los culicoides”. Lamenta que “la situación, que nos ha pillado de forma imprevista, era previsible que pasara, porque ya estaba en el norte de África”.


El virus es de la misma familia que el que causa la peste equina y la lengua azul. Por sus características “es muy fácil que recombine y cree nuevas cepas, nuevos serotipos”. El problema de esto es que “hay muy poca reactividad cruzada entre serotipos”, si un animal adquiere inmunidad contra uno concreto no le protegerá contra otras cepas. Dentro de un mismo serotipo “hay gran variabilidad en la gravedad, y existen diferencias entre granjas muy cercanas”, pero “en la mayoría de las ocasiones se produce un fallo multiorgánico”, explica.


ENFERMEDAD DE DIFÍCIL CONTROL


Cuando el virus llega al organismo “la primera barrera que se encuentra son los interferones”, proteínas señalizadoras que protegen las células de infecciones, “y parece ser que la diferente susceptibilidad de animales y granjas depende en gran medida de que los virus sean capaces de atravesarla”. En cuanto a la inmunidad que se produce “a largo plazo todavía no se conoce”, y las vacunas “inactivadas y atenuadas en este tipo de virus segmentado no son seguras. Según los expertos deberíamos trabajar en una vacuna recombinante, pero todavía hay muy poca investigación”, indica el veterinario.


En verano “se dijo que cuando llegase el frío se acabaría la enfermedad, pero no es así”, advierte Morales. “A temperaturas frías se enlentece el ciclo, pero no desaparece, porque si el culicoide sobrevive al invierno, que puede ocurrir, el virus sobrevive al inverno”. A este problema se le unen otras dificultades importantes para afrontar la enfermedad, como son “la falta de conocimiento de la epidemiología, transmisión y tratamiento, la dificultad de hacer cuarentenas eficaces dentro de las granjas. A todo esto se suma que el nivel de frustración y desánimo es elevado entre ganaderos y veterinarios”, enumera.


Desde que apareció el primer caso en España “los veterinarios que trabajamos en el campo nos hemos enfrentado a lo desconocido; a la rumorología; a las condiciones del sector, que muchas veces no son las más adecuadas para afrontar una crisis sanitaria de esta magnitud; a la desconfianza del sector agrario y a la falta de recursos humanos y materiales en granjas y equipos veterinarios”, lamenta.


MANEJO CLÍNICO DE LA EHE


Durante la segunda intervención, Lagüera explica cómo actuar ante un caso clínico de EHE. Indica que “lo primero de todo es diagnosticar la enfermedad”. La sintomatología “es muy variada, y los casos muy leves pueden pasar desapercibidos. Pero cuando tengamos una sospecha, hay que hacer PCR para confirmarlo”. Es una enfermedad de declaración obligatoria, “así que hay que comunicarlo a las autoridades sanitarias”. En el caso de Cantabria, “el consejero sacó una ayuda a las granjas afectadas y hubo una oleada de declaraciones”.


Lagüera señala que “afecta a rebaños, no a un individuo, y se prolonga mucho en el tiempo. Hay granjas en las que desde septiembre están apareciendo casos”. En cuanto a sus consecuencias, “las pérdidas económicas son muy altas, y el descenso de producción es exageradísimo. Las vacas recién paridas se llegan a poner a leche cero, y los terneros nacen muertos o muy débiles”. Además, “hay muchas secuelas: animales que estuvieron enfermos en noviembre ahora están cojos”, en ocasiones “los ochos cascos de las cuatro extremidades están afectados”, y a veces “las vacas ya no se pueden levantar y solo queda sacrificarlas”.


No hay tratamiento contra la EHE, “tenemos que aplicar el sentido común. Lo que se tratan son los síntomas”. El cántabro recomienda emplear AINEs, corticoides, hidratar a los animales y “utilizar antibióticos cuando hay infecciones secundarias o diarrea sanguinolenta”. Se pueden usar complejos vitamínicos para ayudar al animal a recuperarse y “antisépticos, como el ácido hipocloroso, en boca, nariz y ojos”. Explica que “los antihemorrágicos no sirven para nada”, y que “en casos graves en animales de alto valor genético se pueden hacer transfusiones”.


TRABAJO DE LAS ADMINISTRACIONES


Ambos veterinarios dan algunas medidas generales que se pueden tomar para minimizar los daños: “fortalecer la bioseguridad de las explotaciones y controlar la entrada de animales y vehículos, como se hace en avicultura o porcino, limpieza de naves y alrededores, desinsectar animales e instalaciones cada 15 o 20 días, dejar puestos los ventiladores todo el día para impedir que los culicoides vuelen, aislar a los animales enfermos y hacer un buen manejo para asegurar el bienestar animal, una buena higiene y alimentación y reducir el estrés”.


Para controlar esta enfermedad “es fundamental que las administraciones hagan su trabajo”. Morales admite que “estoy seguro de que las ovejas son una fuente de transmisión, pero en Zamora no se ha mirado ni un rebaño, y es la provincia de España con más ganado ovino. Y no se ha mirado porque la administración no ha querido mirar”. Lagüera pide “controlar más el movimiento de animales”, porque “a Cantabria la enfermedad no llegó por corrientes de aire, vino en camión”.


Los dos profesionales critican que en la página web del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación “esté escrito que en vacuno puede producir clínica moderada y autolimitante durante una o dos semanas”, y añaden que “con la cantidad de pérdidas económicas y de casos que ha habido, no sé cómo se puede seguir definiendo así”. Enfatizan que “no puede ser que el primer caballo de información seamos los veterinarios. Es necesaria una administración más ágil y que genere confianza al ganadero”.

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