La veterinaria Marta López Alonso y Laura Sánchez Piñón, ambas catedráticas y profesoras de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Santiago de Compostela, trabajan en investigaciones relacionadas con el cáncer. López Alonso trabaja con su equipo y en colaboración con el Hospital Universitario Lucus Augusti (HULA) en estudiar cómo afectan la alimentación y los minerales al cáncer, por su parte, Sánchez Piñón, investigadora del grupo Acuigen (Genética para la Acuicultura y para la Conservación de Recursos biológicos), trabaja en una investigación sobre los glioblastomas, en colaboración con el servicio de neurocirugía del HULA y el Centro de Investigación en Medicina Molecular y Enfermedades Crónicas (CiMUS).
Marta López explica en declaraciones a Diario Veterinario que “los veterinarios conocemos muy bien lo que son las deficiencias de micronutrientes, estamos muy habituados a suplementar las dietas de nuestros animales con un suplemento vitamínico mineral, lo que ahora en humana se llama alimentación de precisión”. Recuerda que en veterinaria “llevamos muchísimos años haciendo esta alimentación de precisión. Aportamos estos minerales en una concentración adecuada para obtener una mayor productividad y que los animales tengan mejor sistema inmune, se protejan mejor contra infecciones, necesiten menos antibióticos…”.
López indica que en el norte de España hay muchas deficiencias de minerales, sobre todo de selenio, y que estas están muy ligadas al suelo, porque “los vegetales que se cultivan en él tienen muy poco selenio”. La falta de micronutrientes afecta a animales, pero también a humanos. Con su grupo de investigación estudia “el papel que pueden tener estos niveles tan bajos de selenio en la dieta como un factor de riesgo en el cáncer de mama, porque está descrito que en concreto este cáncer está muy ligado a alteraciones a nivel de la microbiota intestinal, y el selenio es clave para mantener la salud intestinal”.
TRABAJO CON ANIMALES MODELO
Laura Sánchez señala que “en nuestro grupo trabajamos con el pez cebra como organismo modelo”, un animal que se ha incorporado “en los últimos 20 o 30 años a los estudios de biomedicina”. “Inyectamos células tumorales humanas en embriones del pez en un estadio muy temprano y vemos la evolución del crecimiento de esas células. Es lo que se llama un xenotrasplante”.
Hasta 2005 los xenotrasplantes para el estudio del cáncer se hacían en ratones, pero el pez cebra “tiene una gran ventaja, y es que en los primeros estadios es prácticamente transparente, lo que permite estudios de imagen muy detallados y ver y medir el crecimiento y la división de las células inyectadas, que normalmente están marcadas”, señala la catedrática.
Sánchez Piñón también destaca el hecho de que, por un lado, “son embriones muy robustos y es muy fácil inyectarlos”, y por otro lado, la gran prolificidad que tienen estos animales: “una hembra puede poner 200, 300 o incluso 400 huevos en una semana, lo que permite hacer experimentos muy grandes, con gran valor desde el punto de vista estadístico. Asimismo, hay técnicos que pueden inyectar todos estos embriones en una hora”. Además, tienen un desarrollo más rápido que los ratones, lo que permite probar fármacos sin necesidad de esperar tanto tiempo: “es importantísimo para acertar con el fármaco en pacientes con cáncer de páncreas, en los que la esperanza de vida normalmente es de seis meses”. Recuerda que con los peces también se cumple la normativa de experimentación animal.
ENFOQUE ONE HEALTH
El concepto One Health es “fundamental en el estudio del cáncer, tanto para la selección de nuevos fármacos” como para la posibilidad de llevar a la clínica “pruebas de líneas de cáncer derivadas de cánceres de pacientes”, subraya Sánchez Piñón. Con esto se podrían hacer tests de fármacos “de una forma muy rápida. Igual en menos de siete días se podría probar si esas células derivadas de un paciente responden a un determinado fármaco o no y pasar a otro”. Comenta que esto “ya se está haciendo en España. No en la Seguridad Social, pero sí en algún hospital privado”.
La coordinación entre estos grupos multidisciplinares es fundamental. En el caso del equipo de Sánchez Piñón, “trabajamos con profesionales de anatomía patológica para caracterizar las células cuando vienen de un paciente, hemos diseñado un nuevo programa para analizar todas las imágenes con un grupo de Física de la Universidad de Santiago, colaboramos con clínicos del servicio de Oncología de Santiago, y de forma más reciente, con el servicio de Neurología del HULA”. López Alonso también trabaja con un equipo multidisciplinar, en el que hay “veterinarios, oncólogos, nutricionistas, endocrinólogos, bioquímicos y un grupo especializado en metabolómica”. Ambas investigadoras concuerdan en que “este concepto es de gran relevancia. No puedes trabajar tú solo”.
Marta López observa que “una cosa buena que tuvo la pandemia fue que nos hizo ver la necesidad de reaccionar rápido, y nos dio la necesidad de trabajar conjuntamente para resolver problemas, además de las herramientas para trabajar online”. Esto “facilita muchísimo integrar trabajos de distintos grupos. Una persona puede estar trabajando con el microbioma en Oporto y yo puedo estar en Lugo con los minerales, simplemente lo que tiene que viajar son las muestras”. Reconoce también que para trabajar con tantos grupos “es muy importante tener mucha empatía, mucha comunicación y un buen equipo”. Tienes gente que está deseando trabajar contigo y aprender de ti, porque estamos todos al mismo nivel y nos respetamos”.
Marta López Alonso.
PERSPECTIVAS DE FUTURO
Algunos grupos, como el instituto I3S, de Oporto, “trabajan con líneas de peces mutados para determinados genes que producen cáncer de páncreas, que son muy parecidos a los de humanos”, comenta Sánchez Piñón, pero “la gran revolución del tratamiento de cáncer en los últimos años es la inmunoterapia. No funciona en todos los pacientes, pero amplía la supervivencia en muchos tipos de cánceres”. Concluye que “probar estos nuevos fármacos es una cuestión de futuro”.
López Alonso expone que en su estudio “vamos a utilizar inteligencia artificial, sobre todo en técnicas predictivas”. Concreta que “se van a generar megabases de datos: de cada paciente vamos a tener todo su historial médico y les vamos a hacer varias encuestas para datos de estilo de vida, de la dieta que consumen y de la cantidad de alimentos que comen, así como las proporciones que toman cada día. A esto se le suma el estudio de su microbiota intestinal y el de la metabolómica”. Al estudiar todas estas variables en conjunto “afloran relaciones entre ellas, que permiten explicar mecanismos de acción y después, con técnicas predictivas de inteligencia artificial, podremos usar esas moléculas que vemos que tienen un papel como biomarcadores”. Concluye que “es el momento de usar la inteligencia artificial, es un gran reto para la medicina”.