Muy posiblemente, la mayoría de los lectores nunca habrán oído, siquiera nombrar, a la bella localidad salmantina, de solariegas casas y hermosa iglesia parroquial. Sus tres mil y pico habitantes, se dedican a la agricultura y ganadería. El cocinero del café Casino, se formó en el Akelarre donostiarra y debió ser un buen alumno, porque doy fe del nivel de su cocina, de su bodega y de sus conocimientos gastronómicos y amabilidad.
Los aficionados taurinos recordamos a uno de sus hijos preclaros, Santiago Martín, «El Viti», representante de la seriedad y tradición neoclásica de la tauromaquia, de su singular estilo en su toreo al natural, consecuencia de la secuela de una lesión mal curada en el brazo izquierdo.
La historia reciente nos habla de un motín de los habitantes de Vitigudino el 13 de octubre de 1920, para pedir el abaratamiento de los artículos de primera necesidad e impedir la salida de cereales y garbanzos del pueblo, mientras el vecindario padecía la hambruna consecuente de la crisis económica que sucedió al final de la Gran Guerra. Aquel episodio se solucionó pacíficamente, aplicando el sentido común y capacidad de diálogo del gobernador civil, el alcalde de la villa y los representantes vecinales.
El segundo motín, no parece tener una solución a corto plazo. Los ganaderos salmantinos protestan por los malos resultados de la campaña de saneamiento ganadero contra la tuberculosis bovina, culpando a la fauna silvestre y algo de razón tienen y a los veterinarios encargados de practicarla, aplicando la legislación europea que, en otras latitudes -incluyendo el resto de provincias castellanas- se aplicó, hasta erradicar la zoonosis. Se equivocan de pleno.
Con independencia de la cuantía de las subvenciones por animal sacrificado y repuesto, y de la agilidad de su tramitación, aspecto muy importante para no incrementar el desánimo de los sufridos ganaderos, es muy frustrante para éste y para los propios veterinarios, comprobar, en el momento del sacrificio del animal positivo, la ausencia de lesiones macroscópicas. He vivido en primera persona esa situación y sus posteriores consecuencias.
En este segundo caso, aparecen intereses espurios porque, si bien el cabreo de los ganaderos se viene arrastrando tiempo ha, explota en Vitigudino, culpabilizando de los malos resultados a los veterinarios encargados de la campaña y a su jefe provincial. La situación es aprovechada, en vísperas de las elecciones del 28-M, por el vicepresidente del Gobierno regional, Juan García-Gallardo (VOX) y su consejero de Agricultura Gerardo Dueñas (VOX) y deciden la «ocurrencia» de flexibilizar una normativa estatal, que dimana de otra europea, para la satisfacción de los ganaderos. Naturalmente, la iniciativa ha sido fulminada por instancia superior, como es lo más lógico. Los políticos causantes del enfrentamiento entre ganaderos y veterinarios, hacen mutis por el foro, dejan a los ganaderos en la estacada y se ponen de perfil ante las insidias que lanzan contra sus funcionarios.
Son las consecuencias de mezclar la ignorancia y el cabreo de un sector, con el populismo más rancio y casposo para, procurándose unos votos, atentar contra la salud, la ciencia y el sentido común. Un estúpido proceder que, mucho me temo, padeceremos en los próximos años, si la ciudadanía responsable no lo remedia.
A los veterinarios, les queda el apoyo unánime de sus compañeros que contemplamos estupefactos el desarrollo del segundo motín de Vitigudino, cuyas consecuencias finales no acertamos a predecir y que, en esta ocasión, al contrario que lo que ocurriera hace cien años, no cuenta con unos políticos inteligentes y dialogantes para solucionarlo.