Dipylidium caninum es un parásito cestodo que se encuentra en todo el mundo y es capaz de infectar a una amplia variedad de hospedadores, incluyendo perros domésticos, gatos domésticos, carnívoros salvajes y humanos.
La infección por Dipylidium caninum se produce cuando los hospedadores definitivos, como los perros y los gatos, ingieren la etapa cisticercoide del parásito presente en los insectos hospedadores intermedios. Estos insectos incluyen pulgas adultas del género Ctenocephalides, Pulex o piojos adultos del género Felicola.
Una vez que los cisticercoides son ingeridos, se liberan dentro del intestino del hospedador y se desarrollan. Las proglótides grávidas se liberan en los intestinos y se eliminan en las heces. Estas proglótides pueden moverse por la región perineal o la cama y mantas de los perros, y ocasionalmente pueden causar prurito en la región perianal, lo que resulta en un comportamiento de rascado de la zona del ano.
La desintegración de las proglótides libera paquetes de huevos que contienen de 5 a 30 oncosferas, lo que permite que las larvas o los juveniles de los hospedadores intermedios ingieran dichas oncosferas. Por lo tanto, el ciclo de vida es indirecto y la infección por D. caninum en perros y gatos a menudo se asocia con una infestación de pulgas o piojos.
Cabe destacar que D. caninum tiene una especificidad de hospedador moderadamente amplia, lo que significa que se han identificado dos genotipos distintos asociados al hospedador en perros y gatos. En la mayoría de los casos de infección natural, los perros y gatos se infectan con sus respectivos genotipos.
No obstante, hasta la fecha, no se han realizado comparaciones de los genotipos caninos y felinos a nivel de genoma completo.
Ante este vacío de conocimiento, un grupo de investigadores de EEUU ha realizado un trabajo con el objetivo de secuenciar los genomas de D. caninum de un perro y un gato del país, y compararlos con el genoma de referencia de D. caninum aislado de un perro en China.
La hipótesis barajada era que los genomas de los aislamientos caninos del parásito serían similares a pesar de la distancia geográfica entre los animales, y que los aislados felinos de D. caninum tendrían diferencias significativas.
Los autores pudieron comprobar que el genoma mitocondrial completo del primer aislado canino de Dipylidium caninum tenía una identidad del 97,65–99,82 % con los genomas de los aislados caninos de referencia. Sin embargo, cuando se comparó el genoma del parásito del perro con los genomas mitocondriales de los aislados felinos, la identidad fue solo del 84,25–86,21 %.
Así, verificaron que existía una diferencia de identidad de secuencia de en torno al 11 % entre los genomas de los genotipos canino y felino de D. caninum. Asimismo, las variaciones entre los dos aislamientos caninos fueron similares.
UNA NUEVA ESPECIE
Según el conocimiento de los investigadores, es el primer estudio que secuencia el genoma completo de un aislado felino de D. caninum y realiza análisis comparativos de los genomas para mejorar la comprensión de la biología del parásito.
Actualmente, explican que D. caninum es la única especie válida dentro del género Dipylidium, pero “este estudio ha sido pionero en proporcionar una evidencia, utilizando datos del genoma completo, para la división de D. caninum en dos especies distintas”.
“Esta distinción de genotipos se confirmó aún más mediante estudios experimentales in vivo, donde se observó que los períodos prepatentes de la infección fueron más cortos y la esperanza de vida más prolongada cuando los genotipos asociados al hospedador infectaron a dicho hospedador apropiado”, añaden.
En conclusión, “en base en las variaciones, las distancias genéticas, la filogenia y la delimitación de especies de este estudio, además de las diferencias biológicas demostradas previamente, existe un respaldo adecuado para que los genotipos canino y felino de D. caninum pertenezcan a especies diferentes, por lo que es necesaria una revisión taxonómica del género Dipylidium”.
Si finalmente los dos genotipos son dos especies, “existen implicaciones clínicas para los veterinarios que tratan y controlan las infecciones ante un aumento de la resistencia a los tratamientos antiparasitarios”, apuntan.