La vigilancia de enfermedades es clave para salvar a los tigres salvajes
En el siglo pasado, la población mundial de tigres se redujo de más de 100.000 a menos de 4.000 animales. La pérdida de hábitat, junto con la caza furtiva y el conflicto entre humanos y vida silvestre, han impulsado esta disminución y han dado lugar a poblaciones pequeñas y aisladas que son cada vez más vulnerables a los brotes de enfermedades.
Por ello, los expertos señalan que, “dado que los tigres ya están al borde del abismo, perder solo unos pocos por enfermedades puede ser la diferencia entre la supervivencia y la extinción de la población”.
Hasta ahora, la investigación sobre enfermedades causantes de muertes en tigres salvajes ha sido limitada. Como resultado, existe una falta de conciencia por parte de los conservacionistas y las autoridades locales de vida silvestre en cuanto a la importancia de esta amenaza.
“Durante años, la comunidad conservacionista ha pasado por alto en gran medida el tema de las enfermedades infecciosas como una amenaza para los tigres”, recoge un estudio publicado por veterinarios de EEUU y Reino Unido, “pero la enfermedad es solo otra parte de la ecología del tigre y debe incorporarse a nuestro pensamiento de conservación. Queríamos que los problemas de salud y enfermedades de los tigres y sus presas fueran accesibles para todos los involucrados, ya sea a nivel local o internacional, y proporcionar un punto de entrada para abordar las enfermedades como una amenaza para la conservación del tigre”, añaden.
IDENTIFICACIÓN DE POBLACIONES EN RIESGO
En un esfuerzo por cerrar la brecha de información, los autores revisaron la literatura que data de 1928. De los 280 artículos que eran relevantes para la salud del tigre, encontraron solo 35 que se centraban en tigres salvajes y no en cautiverio.
Utilizando la información que recopilaron, describieron tres mecanismos a través de los cuales la enfermedad puede amenazar a los tigres a nivel de población: al reducir la supervivencia de los tigres en edad reproductiva, en particular las hembras; al reducir la productividad de los tigres reproductores (es decir, cuánto cuántas camadas tienen y cuántos cachorros por camada); y reduciendo la disponibilidad de presas para los tigres cuando las propias presas sucumben a la enfermedad.
Luego, identificaron patógenos específicos que actualmente son de mayor preocupación, incluido el virus del moquillo canino, el protoparvovirus carnívoro y el virus de la peste porcina africana.
En el caso de la peste porcina africana, la principal amenaza son los jabalíes, que son la principal presa de los tigres en muchas regiones. El virus, que se ha estado propagando por Europa y Asia, llegó por primera vez al hábitat de los tigres en 2019. Capaz de diezmar las poblaciones de jabalíes, el virus se expandió rápidamente por toda la zona de distribución de los tigres y ahora se encuentra al norte y al sur de los bastiones de los tigres en la India.
NECESIDAD DE ACTUAR
El estudio muestra que existe una necesidad cada vez mayor de integrar el control de la salud y la vigilancia de enfermedades en estrategias más amplias de conservación del tigre.
Los investigadores resaltan que “como veterinarios y como conservacionistas de tigres" están "para reconocer y comprender la amenaza que representan las enfermedades infecciosas, particularmente para las poblaciones de tigres más pequeñas y agotadas que tenemos hoy”.
Para ello, los autores abogan por que la recolección, el análisis y el archivo de sangre y otras muestras de diagnóstico se conviertan en un procedimiento de rutina siempre que se manipule un tigre salvaje para resolución de conflictos, rehabilitación o colocación de collares.
Además, señalan que abordar las amenazas de enfermedades para los tigres y sus presas puede ser mutuamente beneficioso para la humanidad, ya que algunos patógenos importantes también afectan a los animales domésticos y a quienes dependen de ellos. “La aparición de la peste porcina africana no solo amenaza a las presas de los tigres, sino que también puede diezmar la producción porcina doméstica, con impactos en las economías locales y la seguridad alimentaria”, según recoge la investigación.
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