Las células madre mesenquimales se han discutido como una terapia potencial para la osteoartritis canina (OA). Estas son células progenitoras de varios tipos de células con el potencial de diferenciarse en osteoblastos o condrocitos, entre otras cosas. Después de la inyección intraarticular, las células madre se comunican con las células locales a través de citoquinas y factores de crecimiento. Diversos estudios ya han indicado que la terapia con células madre en la osteoartrosis puede reducir la cojera y el dolor. El modo de acción inmunomodulador de las células madre podría incluso ralentizar la progresión de la enfermedad.
La terapia con células madre autólogas extraídas del propio tejido del animal es particularmente segura. Sin embargo, tiene la desventaja de que el paciente debe sufrir la extracción de células madre antes de la inyección articular. La terapia con células madre alogénicas de otro animal sería más ventajosa, o incluso con células madre xenogénicas de otra especie animal.
Las células madre del cordón umbilical difícilmente se pueden obtener del perro porque la perra se come su placenta. En los caballos, por otro lado, las células madre del cordón umbilical se pueden obtener fácilmente y en cantidades sustanciales. Es posible usarlos porque las células madre tienen un privilegio inmunitario, lo que significa que no desencadenan una respuesta inmunitaria específica de antígeno.
En este sentido, un grupo de científicos españoles ha explorado la eficacia de la xenoterapia en perros con artrosis. En un estudio doble ciego controlado con placebo, 40 perros recibieron una inyección intraarticular de células madre mesenquimatosas equinas y 40 perros recibieron placebo. Dentro de los tres meses posteriores a la inyección, los perros se sometieron a múltiples exámenes clínicos y ortopédicos, el dueño llenó un cuestionario sobre calidad de vida y se verificó el patrón de marcha usando una plataforma de fuerza para medir el dolor de la manera más objetiva posible.
Tras la recopilación de los datos, la mejora fue medible en algunos perros después de cuatro semanas y en la mayoría después de ocho semanas de terapia. En este punto, más del 60 % de los perros tratados mostraron una mejoría en la marcha, la mayoría de los propietarios vieron una mejora en su calidad de vida y casi el 80 % de los perros también mostraron una mejora en el examen ortopédico.
No hubo efectos secundarios sistémicos o permanentes de la terapia. Cuatro perros mostraron una reacción local aguda con aumento del dolor y cojera después de la inyección, pero esto no afectó la eficacia de la terapia.
Los autores, ante estos resultados, explican que “el efecto es tardío pero duradero, como lo demuestra una nueva entrevista a los propietarios (sin control con placebo ni cegamiento) 18 meses después de la inyección”. En más de la mitad de los perros, “la terapia seguía siendo efectiva más de medio año después de la inyección”.