Cualquiera que tenga un perro como mascota, o simplemente le guste dar paseos por el campo, conoce el problema que suponen las garrapatas, ácaros hematófagos –se alimentan de la sangre que obtienen de diferentes animales vertebrados, incluidas las personas– que pueden portar multitud de agentes infecciosos (virus, bacterias, hongos o protozoos) que transmiten mientras se alimentan, pudiendo generar graves enfermedades tanto en animales como en personas, como la enfermedad de Lyme, la encefalitis transmitida por garrapatas, la fiebre botonosa mediterránea, o la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo (FHCC).
En España, principalmente en el norte donde es más frecuente, la incidencia de la enfermedad de Lyme se ha triplicado en los últimos quince años. Mientras, las rickettsiosis, como la fiebre botonosa mediterránea, persisten con un goteo de casos incesante. Y otras, como la FHCC, la enfermedad vírica humana transmitida por garrapatas más letal, emergen en la segunda década del siglo causando alarma y varias muertes.
Aparte de la transmisión de patógenos, los animales también sufren las consecuencias negativas de que varios centenares o millares de garrapatas se alimenten sobre ellos. Las garrapatas adultas pueden ingerir volúmenes de sangre importantes, por lo que en parasitaciones súbitas y masivas la pérdida de sangre puede ser tan rápida y voluminosa que llegue a mermar la salud del animal y, en algunos casos, hasta hacer peligrar su vida.
En los animales domésticos la lucha contra las garrapatas parecía haber llegado a su fin con el desarrollo de numerosos compuestos acaricidas de alta eficiencia y durabilidad, pero las garrapatas se las están apañando para evolucionar y desarrollar resistencias. Así, lo que parecía un problema del pasado ha vuelto a ser un problema de actualidad. En los animales silvestres, donde los tratamientos son anecdóticos, la frecuencia de resistencias es menor, pero se enfrentan a los efectos que los cambios antrópicos tienen sobre la abundancia de garrapatas, entre ellos el cambio climático. Conocer los ambientes en los que abundan las garrapatas a escalas espaciales locales es esencial para poder desarrollar estrategias ad-hoc de control en estos puntos. Por otro lado, identificar los determinantes de su abundancia es necesario para poder predecir estos puntos calientes y dirigir hacia ellos los tratamientos, las actuaciones ambientales pertinentes y/o las campañas de información destinadas a los usuarios y transeúntes con el fin de evitarlos.
Investigadores del Grupo de Investigación en Sanidad y Biotecnología (SaBio) del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC – CSIC, UCLM, JCCM), han llevado a cabo un estudio longitudinal de 11 años en el Parque Nacional de Doñana para identificar los determinantes ambientales de la abundancia local de garrapatas y, con ello, desarrollar y validar modelos con capacidad predictiva como herramienta con aplicaciones en conservación y sanidad humana y animal.
La diversidad y abundancia de garrapatas estuvo representada principalmente por H. lusitanicum, R. annulatus, R. bursa e I. ricinus, el principal vector de la enfermedad de Lyme en Europa. Los hospedadores son determinantes importantes de los puntos calientes de abundancia de garrapatas. Sin embargo, estos son la consecuencia de la combinación de condiciones ambientales bióticas y abióticas favorables. La proyección espacial de estos modelos ha permitido identificar los puntos calientes para estas tres especies de garrapatas más abundantes en el Parque Nacional de Doñana y permitirán valorar la capacidad predictiva de los mismos en otros ambientes en el futuro y su validez para predecir con gran resolución a escalas geográficas mayores.
Los autores recomiendan a autoridades del parque, guardería, investigadores, técnicos y visitantes considerar estas predicciones durante el uso del espacio del parque con la finalidad de prevenir enfermedades graves como la FHCC, presentes en prevalencias importantes en la comunidad de garrapatas del parque nacional.