Al comienzo de la pandemia de COVID-19, la aparición y rápida propagación de la enfermedad en todo el mundo alarmó al público, a los científicos y a los profesionales de la salud por su grave impacto en la salud humana. Para los trabajadores en sanidad animal, se trataba de un tipo diferente de alarma. El de la zoonosis inversa.
En febrero de 2020, se notificó el primer caso del virus COVID-19 en un perro. Lo más probable es que el perro contrajo el virus por contacto cercano con un dueño infectado, un caso de “zoonosis inversa”, lo que significa que el virus se había transmitido de un humano a un animal. Desde entonces, la enfermedad ha remodelado la visión de la salud y ha hecho reconsiderar las interacciones animal-humano con una multitud de especies.
La OMSA tiene una lista de enfermedades para las cuales sus Miembros deben notificar los casos cuando aparecen dentro de sus fronteras, a través del Sistema Mundial de Información Zoosanitaria (WAHIS). De esta manera, pueden mejorar la transparencia a nivel global sobre la situación sanitaria animal. El SARS-CoV-2 en animales se considera una “enfermedad emergente” y fue la tercera enfermedad animal más notificada en 2021. "Varias veces cruzó la barrera entre las especies, la mayoría de las veces directamente de los humanos hacia los animales afectados, lo que impactó no solo en la sanidad de nuestros mascotas, pero también en los animales de granja y de zoológico, y en la vida silvestre", apuntan.
Estos saltos entre especies tuvieron efectos adversos en la sanidad animal y, a largo plazo, en la salud humana y los medios de sustento. A fines de 2021, la investigación científica mostró una alta prevalencia del virus COVID-19 dentro de las poblaciones de ciervos de cola blanca en América del Norte, la primera vez que se detectó el virus a niveles poblacional en la fauna. Si bien las ocurrencias ocasionales de COVID-19 en animales domésticos o de zoológico muestran pocas consecuencias a largo plazo, las infecciones a nivel poblacional en la vida silvestre indican la posibilidad de una mayor evolución del virus en los animales y una futura reintroducción en los humanos en una fecha posterior. "Una posibilidad preocupante. Especialmente porque se ha planteado la hipótesis de que las infecciones iniciales de ciervos están relacionadas con la exposición de los ciervos a los desechos humanos o incluso al contacto directo, en varias ocasiones. Eventos que son difíciles de monitorear y prevenir", aseguran desde la OMSA.
Otro ejemplo notable de zoonosis inversa ocurrió con los hámsters domésticos que se infectaron con la cepa Delta del virus COVID-19, muy probablemente por contacto humano. Sin embargo, a diferencia de los ciervos, se confirmó que un hámster transmitió el virus a los humanos. Además del visón, es la única especie en la que se ha documentado que eso puede suceder. Por temor a que aumentara el riesgo de transmisión a humanos, y en línea con una política de cero COVID-19 en el lugar de la infección, miles de hámsters fueron sacrificados para evitar una mayor propagación del virus. Al igual que con otros animales, como el ciervo de cola blanca, el temor es que una nueva especie pueda facilitar la mutación del virus y la aparición de nuevas cepas de virus, amenazando la salud de posiblemente incluso más animales y, una vez más, la salud pública. Sin embargo, actualmente, es importante tener en cuenta que el principal motor de la propagación internacional del virus sigue siendo la transmisión de persona a persona.
Entonces, la OMSA se pregunta, "¿qué podemos hacer para protegernos de futuras reintroducciones del virus en la población humana? Un primer paso es evitar la zoonosis inversa. Siguiendo medidas de bioseguridad apropiadas y efectivas al interactuar con animales, o simplemente, haciendo cumplir el lavado de manos adecuado antes y después de manipular animales. Evitar el contacto con animales silvestres en absoluto y evitar dejar pertenencias o desechos para que los encuentren. Además, aquellas personas sospechosas o que hayan confirmado que están infectadas con el virus del COVID-19 deben evitar el contacto cercano o directo con animales, incluidas sus mascotas".
Los casos en animales de COVID-19 deben reportarse a las autoridades nacionales, y luego a través del sistema WAHIS, para ayudar a mantener los conocimientos actualizados sobre la situación animal. "Solo a través del monitoreo del alcance del virus podremos comprender el panorama completo de la sanidad animal y la salud humana, y predecir y prevenir de manera efectiva futuros brotes de la enfermedad. Al tomar estas medidas, ayudamos a garantizar un futuro más sostenible y saludable para los animales y para nosotros mismos", concluyen.