Desde 2019, la UNESCO protege la práctica trashumante como Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de Europa. Históricamente, el pastoreo itinerante ha tenido un peso muy importante en la economía y en la ecología de la Península Ibérica. Por eso, en 1273, Alfonso X creó el Honrado Concejo de la Mesta con el objetivo de regular esta actividad, cuyos orígenes podrían remontarse al Paleolítico superior.
Desde hace cientos y cientos de años, con la llegada de la primavera y del otoño, decenas de rebaños son conducidos por sus pastores, a través de cañadas, cordeles y veredas, de una región climática a otra para mejorar su bienestar y permitirles acceder al pasto natural que, según la época del año, crece en unos u otros lugares. En concreto, existen dos tipos de trashumancia: la horizontal, propia de las regiones llanas o mesetarias; y la vertical, característica de las regiones montañosas.
“La crianza y manutención de las bestias, la gestión de los terrenos, bosques, recursos hídricos y riesgos naturales, así como las prácticas rituales y consuetudinarias de los pastores, hacen de la trashumancia un importante factor de configuración de la relación e interacción del hombre con los animales y los ecosistemas”, recoge uno de los últimos informe de la UNESCO sobre la trashumancia en las rutas migratorias del Mediterráneo. Asimismo, este informe reconoce que los pastores itinerantes poseen profundos conocimientos “sobre el medio ambiente, el equilibrio ecológico y el cambio climático, porque la trashumancia es uno de los métodos de crianza del ganado más sostenibles y eficaces”.
De hecho, está ampliamente demostrado que la actividad de los rebaños itinerantes es esencial para favorecer la regeneración del arbolado y el intercambio genético de plantas, así como para proveer otros servicios ambientales, sociales y económicos. “La trashumancia es más que una tradición, hablamos de un sistema cultural (...) que integra una sólida base ecológica, fundamentada en el aprovechamiento alternativo de la diversidad de pastizales de la Península en el momento óptimo de su producción, y un conjunto de razas seleccionadas para este régimen ganadero, cuyas características se han conservado a lo largo del tiempo”, argumenta el Libro Blanco de la Trashumancia.
“Por otro lado –continúa este libro–, se trata de un sistema de gestión de los recursos naturales y de interrelaciones culturales, sociales, económicas y biológicas que ha modelado muchos de los paisajes de España y contribuido a su cohesión. (...) La trashumancia es generadora de servicios ambientales que aseguran la calidad de vida de todos los ciudadanos, los rurales y los no rurales. Hay que destacar, en concreto, el valor ambiental de la trashumancia a pie y su contribución a la conservación del gran patrimonio público que constituyen las vías pecuarias. Un patrimonio único en Europa y que, pese al fuerte deterioro sufrido, sigue constituyendo una red de corredores ecológicos”.
SOLO PERDURAN DOS REGIONES EN EUROPA
Actualmente, en Europa, sólo existen dos regiones en las que perdura la itinerancia del ganado de largo recorrido: la región de Escandinavia, con la trashumancia de renos; y la Península Ibérica, que cuenta con desplazamientos de ganados ovinos, bovinos, taurinos y caprinos. El modelo de ganadería intensiva ha condenado a la trashumancia a ser un hecho anecdótico en países como Italia o Grecia, por eso las vías pecuarias de España, al ser prácticamente únicas en el continente, poseen un valor incalculable.
“La situación en la que se encuentran nuestras veredas es mala, puesto que, en muchos casos, se han convertido en auténticos vertederos, y eso no puede ser: estas vías forman parte de nuestro patrimonio y, como tal, debemos cuidarlas”, reivindica José, un ganadero manchego que tuvo el privilegio de realizar etapas de trashumancia entre 1980 y 1995, en declaraciones a Diario Veterinario. “Es una pena que las autoridades pertinentes no pongan más empeño en mantener una tradición que es beneficiosa para las personas, para los animales y para el medio ambiente”, se lamenta este pastor, que, sin saberlo, defiende la corriente del “One Health”.
Tal y como revela José, la supervivencia de las vías pecuarias y de la actividad trashumante depende de múltiples factores, especialmente de la coexistencia de políticas que no solo favorezcan el mero control de las enfermedades ganaderas, sino también la ecología, el bienestar animal y, por ende, el pastoreo itinerante. En la actualidad, las explotaciones trashumantes deben cumplir con los requisitos generales aplicables a las explotaciones ganaderas, tales como los relativos a la identificación y registro de animales o a la posesión del certificado sanitario oficial expedido por veterinarios oficiales o, en su caso, por veterinarios autorizados o habilitados a tal efecto por las comunidades autónomas.
Sin embargo, la actividad trashumante choca a veces con los controles veterinarios, por los confinamientos que, en ocasiones, estos imponen, sobre todo en países subdesarrollados del sur de África, donde el pastoreo itinerante es todavía una práctica en auge. Pese a ello, existen corrientes de investigación veterinaria que defienden que es posible controlar enfermedades sin confinar los rebaños. En este sentido, las estrategias propuestas por los partidarios de la iniciativa "One Health" son muy valiosas, ya que barajan, entre otras cosas, intervenciones únicas que, en poco tiempo y de forma intensiva, vacunen y desparasiten rumiantes y perros sin necesidad de frenar la actividad trashumante.
"Yo creo que, en España, la relación entre los pastores trahumantes y los veterinarios es muy buena, porque ambos son muy amantes de lo que hacen y creen en ello", defiende Marian Ramo, que lleva 22 años dedicándose al cuidado de los ganados itinerantes de Aragón. "Ambas partes entendemos que tenemos que colaborar, que vamos de la mano y que la resistencia de este oficio depende de todos", señala esta veterinaria, que además es profesora en la Universidad de Zaragoza.
Con el fin, precisamente, de desterrar ciertos tópicos y de afianzar las relaciones entre el mundo veterinario y el pastoreo, en su Facultad organizan jornadas de campo que dan a los estudiantes la opción de pasar varios días en las veredas, acompañando en sus recorridos habituales a los ganaderos trashumantes. Gracias a esta actividad, los alumnos aprenden a trabajar con rebaños extensivos y a afrontar los retos que estos ofrecen a la hora de conciliar bienestar animal, salud humana y seguridad alimentaria.
"Actualmente es muy alto el número de estudiantes que quiere dedicarse a pequeños animales, por tanto, actividades como las que organizamos con los pastores favorecen que los alumnos de veterinaria abran los ojos a nuevas salidas laborales, más allá de las mascotas", sostiene Ramo. "El problema es que el tema ganadero está un poco disminuido en las facultades en cuanto a horas de docencia y horas prácticas. Así que este tipo de jornadas de campo son fundamentales para que los jóvenes se den cuenta de que los ganaderos y pastores les pueden enseñar y aportar muchas más cosas de las que ellos creían, porque son personas con una cultura y una sensibilidad muy especial", recalca.
Como Marian Ramo, José, el pastor manchego, también defiende la importancia de la colaboración entre sectores: “Los veterinarios y los políticos deben ser conscientes de que la actividad ganadera trashumante es tremendamente beneficiosa para los animales y también para los propios ecosistemas, porque facilita el aprovechamiento de los recursos naturales, como los pastos o los ríos, y evita la superproducción de piensos. Los animales que pastan libremente están más sanos, se enferman menos; y, además, uno, cuando los ve, se da cuenta de que están mucho más felices”, concluye.