Los humanos llevan interactuando con los animales desde los orígenes de la especie. Esta relación ha traído beneficios, como poder cultivar mejor el campo o alimentarse de forma saludable, pero también perjuicios como las enfermedades zoonóticas, causadas por gérmenes dañinos que portan los animales y que pueden transmitirse a las personas.
El último capítulo sobre dichas patologías lo protagoniza la viruela del mono, una zoonosis viral endémica en África que desde hace unas semanas acumula 262 casos fuera de dicho continente, 87 de ellos reportados en España.
De acuerdo con un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el 75 % de las patologías infecciosas son de origen animal. Estos virus, bacterias, parásitos y hongos ocasionan problemas tanto leves como graves y hasta pueden llegar a provocar la muerte. Además, se propagan mediante el contacto directo o a través de los alimentos, el agua o el medio ambiente.
Iole Ferrara Romeo y Edgar Hans Cano recogen para SINC un extenso artículo donde repasan el auge de las enfermedades zoonóticas. Actualmente existen más de 200 identificadas que aumentan y se propagan más y más rápido. Afortunadamente, algunas de ellas se pueden prevenir en su totalidad mediante métodos como la vacunación.
A lo largo de la historia, estas patologías infecciosas han influido en el ser humano y todo parece indicar que lo seguirán haciendo a escala planetaria. Las primeras civilizaciones de Oriente Medio, como Egipto y Mesopotamia, ya documentaban la existencia de la rabia.
Mucho más letal fue la peste negra, que causó la muerte a 50 millones de personas y generó gran alarma entre la población del siglo XIV. La causante de esta conocida masacre fue la bacteria Yersinia pestis, que habita en pequeños mamíferos y en las pulgas que los parasitan. Hoy, la peste sigue afectando a casi 3.000 personas en todo el mundo y se considera endémica en varios países como Madagascar, República Democrática del Congo y Perú.
En 1986, se detectaron los primeros casos de encefalopatía espongiforme bovina (EEB) en Reino Unido. La ‘enfermedad de las vacas locas’ consiste en la acumulación de la proteína prion en el tejido nervioso y se transmite consumiendo carne contaminada.
A punto de entrar en el nuevo milenio, en 1997, se conoció la gripe aviar. Esta nueva patología de origen animal es provocada por subtipos del virus Influenza A que afectan a las aves, aunque algunas de sus cepas pueden infectar puntualmente a los humanos y otros mamíferos.
Y, desde finales de 2019, la humanidad convive con un nuevo virus, el SARS-CoV-2, que ha supuesto la primera gran pandemia del siglo XXI. Más de dos años después del primer brote, se sigue investigando qué animal fue el responsable de que este virus saltase a humanos y si hubo un transmisor intermedio.
A esto hay que sumarle, en 2022, el brote del virus de la viruela del mono (monkeypox). Aunque no es la primera vez que sale de África, ahora ha llegado a varios países de Europa. Afecta a la población general y se transmite en cualquier contexto que implique un contacto estrecho, no necesariamente por vía sexual. Ya se ha logrado la secuenciación completa.
¿A QUÉ SE DEBE LA PROLIFERACIÓN DE ESTAS ENFERMEDADES?
Las enfermedades zoonóticas no son fruto de la casualidad, sino que detrás de su proliferación coinciden numerosos factores, que influyen tanto en los agentes patógenos (gérmenes) como en sus huéspedes (humanos y animales).
Los cambios o mutaciones que sufren ambos para adaptarse al entorno se conocen como factores biológicos. En general, cuanto más simple es un organismo, más rápidamente cambia, dando lugar a diversas variantes de una misma especie. Algo que estamos viendo de cerca con el SARS-CoV-2.
Los factores físicos, como el clima o la meteorología, determinan la supervivencia (o multiplicación, si la posee) del patógeno fuera del hospedador original. Es decir, que estos elementos brindan a virus, bacterias, parásitos y hongos diversas oportunidades para que puedan transmitirse a otras especies.
La alteración en los ecosistemas se incluye dentro de los factores ecológicos, entre los que también figuran la deforestación, los desastres naturales o la agricultura intensiva. Elisa Pérez, viróloga veterinaria en el Centro de Investigación en Sanidad Animal (INIA-CSIC), explica que “la pérdida de biodiversidad afecta gravemente al equilibrio de los ecosistemas. Los sistemas depredador-presa se ven alterados, algunas especies sufren la falta de alimentos y refugio, etc. Todo ello debilita el sistema inmunitario de los animales y aumenta el riesgo de que aparezcan nuevos virus o variantes”.
El experto en estudios ecoepidemiológicos y profesor de la Universitat de Barcelona (UB), Jordi Serra, añade: “Nos hemos dedicado principalmente a combatir la pérdida de biodiversidad más visible e inmediata como los incendios o la deforestación. El problema es que nos olvidamos de que las dinámicas entre microorganismos también cambian. Estas alteraciones no son inmediatas y son más difíciles de percibir, pero también poseen un papel importante en los episodios de zoonosis”.
Este fenómeno se ha agravado con los viajes en avión, permitiendo que agentes infecciosos puedan llegar a cualquier parte del mundo en 24 horas. Ha sido el caso de virus como el ébola o el del Nilo Occidental.
Ricard Parés, presidente del Consell del Collegi Oficial de Veterinaris de Barcelona (CCVC), lo ilustra con la situación en Ucrania: “Allí todavía hay animales salvajes con rabia que pueden transmitirla. Una vez que se les ha proporcionado ayuda humanitaria a estas personas, que es lo primordial, hay que ver si traen mascotas con ellos. Estas podrían reintroducir enfermedades ya controladas en territorios donde no es obligatoria la vacunación”.
Por otro lado, la explotación intensiva, sea agrícola, ganadera o piscícola, también es otro elemento a tener en cuenta. En el mundo actual se explotan tanto animales locales como especies nuevas o exóticas. En ese sentido, destacan los mercados húmedos, caldos de cultivo idóneos para que surjan patologías como la gripe aviar y la Covid-19.
SITUACIONES IMPREVISIBLES, VIGILANCIA REQUERIDA
¿Habría entonces que identificar y vigilar una serie de animales potencialmente peligrosos para nuestra salud? “Sería un error –comenta Parés–, ya que estas situaciones son imprevisibles. A escala doméstica se está abriendo el abanico de lo que se considera una mascota. Los cerdos vietnamitas o reptiles como iguanas o tortugas son un buen ejemplo. Por otro lado, en el mundo salvaje también hay más interacción a través de actividades turísticas, como los safaris en África. No hay que generar alarma, simplemente son factores que hay que tener en cuenta”.
El comercio alrededor de los animales exóticos, ya sea legal o ilegal, influye también en los episodios de zoonosis.
Es lo que ocurrió en 2003 con el primer brote de viruela del mono que se registró fuera de África, en EE UU. Las personas que contrajeron la infección fueron contagiadas por sus mascotas, unos perritos de las praderas. Estos roedores, en la tienda de animales, estuvieron en contacto con unos mamíferos procedentes de Ghana, que les transmitieron el virus.
ONE HEALTH
Dada la gran cantidad de factores que influyen en la aparición y propagación de las zoonosis, no resulta extraño que los intentos por proteger nuestra salud sean cada vez más multidisciplinarios y colaborativos. En ese sentido, en los últimos años ha cobrado fuerza el concepto One Health, que reconoce que la salud de las personas está estrechamente relacionada con la de animales, plantas y medio ambiente. Es necesario que los profesionales de estas y otras áreas se comuniquen y colaboren para afrontar nuevas amenazas.
Adelaida Sarukhan, redactora científica sobre virus emergentes en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), explica que la salud debe concebirse a escala global. “Para construir una salud global hay que colaborar para generar y compartir datos de calidad. Es esencial que se dediquen los recursos adecuados para ayudar a los países de renta media y baja a producir y analizar estos datos. La otra piedra angular –prosigue Sarukhan– es fortalecer los sistemas de salud, sobre todo primarios. La pandemia nos demostró cómo un problema de salud en un rincón del planeta es un problema comunitario”.
LA VIGILANCIA
El trabajo conjunto puede ayudar a predecir el riesgo de infección humana. Sarukhan comenta que la acción más importante para identificar un brote zoonótico y evitar epidemias o pandemias es la vigilancia.
“Se piensa que hay unos 300.000 virus desconocidos, solo en mamíferos, susceptibles de saltar al humano. Identificarlos e investigarlos puede costar entre mil y cinco mil millones de dólares, que no es nada comparado con el coste humano, social y económico de una pandemia”, añade.
“Los ciudadanos podemos ayudar con cosas muy simples: no dando comida a animales silvestres, como los jabalíes, que pueden ser portadores de la hepatitis E.; o evitando dejar basura fuera de los contenedores, ya que eso les atrae. Para impedir la proliferación de mosquitos, que pueden ser transmisores, debemos procurar no tener recipientes con agua en casa. Y, por último pero no menos importante, lavarse las manos”, sostiene Jordi Serra, investigador de IRBio.
Cuando las poblaciones humanas crecen y se expanden, las personas aumentan su contacto con animales y enfermedades nuevas. “Necesitamos ciudadanos informados y conscientes de que sus acciones diarias tienen un impacto sobre la naturaleza y la salud”, concluye Elisa Pérez.