El cambio climático está provocando que muchas especies de animales e insectos se vean afectadas por las altas temperaturas y los fenómenos atmosféricos extremos. Es el caso de la abeja que no solo padece estos efectos en primera persona por la propia disminución de su población, sino, también, al no poder realizar la polinización termina por causar una pérdida de los ecosistemas y de la biodiversidad.
“Se calcula que el 90 % de las plantas silvestres y el 75 % de los cultivos para consumo humano dependen de la polinización”, defiende el veterinario y presidente de la Fundación Amigos de las Abejas, Jesús Llorente, en declaraciones a Diario Veterinario. Llorente explica que un tercio de la alimentación humana depende de la polinización por insectos, “la mayoría de los cuales se lleva a cabo por las abejas, especialmente la abeja de la miel”.
Entre los principales problemas a los que se enfrenten las abejas, se encuentra el denominado monocultivo, “un fenómeno que supone que las grandes superficies que trabajan con abejas no ponen a disposición de estos insectos una alimentación variada, sobre todo en polen, y ello hace que se desarrollen con dificultad”.
Llorente también apunta a la “mala utilización de los biocidas que afectan a las abejas, sobre todo a las pecoreadoras, aquellas que recolectan el polen, que son las que visitan las plantas que han sido tratadas”.
Además, otro de los problemas a los que se enfrenta la población de las abejas es a la varroosis, enfermedad producida por el ácaro de la Varroa, y que es “la principal causa de muerte de las abejas”. Además de esta enfermedad existen otras enfermedades o plagas que están causando un grave dañó en las abejas, “como la Vespa velutina que se está́ extendiendo por toda la Península”.
LA IMPORTANCIA DEL VETERINARIO
Para poder combatir las enfermedades que afectan a las abejas, los veterinarios juegan un papel clave para su prevención y tratamiento. En este sentido, el papel del veterinario no se limita a la detección y diagnóstico, sino también al estudio y la investigación para encontrar las causas y las soluciones a enfermedades como la producida por el ácaro de la Varroa.
Por ello, desde la Fundación Amigos de las Abejas hacen hincapié en la necesidad de que en las facultades de Veterinaria se incrementen las enseñanzas sobre apicultura, a la vez que remarcan que cada día se hace más necesario la especialización este campo.
“La apicultura como actividad económica no ha representado, frente a otro tipo de ganaderías, un gran aliciente para la investigación, desarrollo y puesta a punto de productos para controlar las enfermedades de las abejas”, denuncia Llorente, aunque reconoce que “existen honrosas excepciones que si están apostando por el sector”.
En la mayoría de los casos, esta falta de interés supone “un gran problema para los apicultores, y todo ello lo podemos resumir en que, actualmente, salvo medicamentos acaricidas, no están en el mercado debidamente autorizados para su uso antibióticos y sulfamidas, que en ocasiones son compuestos necesarios para el control o erradicación de las enfermedades, tanto de la cría como de las abejas adultas”.
No obstante, reconoce que se han hecho avances. En los últimos años, explica que este conocimiento está desarrollándose con fuerza, y ponen como ejemplo de ello la creación en 2016 de la Asociación de Veterinarios Especialistas en Sanidad y Producción Apícola (Avespa). Además, la fundación realiza proyectos de investigación, fomento y desarrollo. Por ejemplo, dispone de una red de voluntarios con experiencia que abarca todo el territorio con la que tratan de recuperar y rescatar enjambres de abejas que pueden haber aparecido en árboles o tejados y, que sin una ayuda externa no podrían vivir más de 2 años debido a las enfermedades hoy presentes.
LA EXCEPCIÓN ESPAÑOLA
Los datos con los que cuenta el presidente de la fundación muestran una realidad distinta al resto de países. “Si nos referimos a España, la pérdida de abejas es importante y, sin embargo, el censo de colmenas está aumentando, como nos indica el censo oficial que nos proporciona el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Sobre la base del Registro de explotaciones apícolas en España (REGA, 04/3/2019) para la campaña de 2018, asciende a 2.961.353 colmenas, lo que supone un ligero crecimiento respecto a 2017 (2.869.444 colmenas) y 2016 (2.834.000 colmenas). Extremadura, Andalucía, Castilla y León, y Comunidad Valenciana abarcan el 70 %”, asegura el presidente.
Así, indica que en España en 2018 se contabilizaron 32.799 explotaciones apícolas. Si se analizan en términos de capacidad productiva, el 17,6 % de las explotaciones es de tipo profesional (aquellas con más de 150 colmenas), siendo Andalucía, Extremadura, Comunidad Valenciana y Castilla y León las regiones con mayor proporción.
Con todo esto, en 2018 el número de apicultores ascendió a 28.876, lo que supone un ligero ascenso respecto al año anterior (23.816 apicultores en 2017), de los cuáles el 17,6 % estaba categorizado como profesional. Así, en España, el 75 % del censo de colmenas estaría en manos de estos apicultores profesionales, siendo uno de los países de la UE-28 con más alto nivel de profesionalización (media de la UE 40,47 %).
EL FUTURO DE UN SECTOR AMENAZADO
Aún así, Llorente insiste en la necesidad de intensificar los esfuerzos, especialmente para combatir la pérdida de hábitats en los paisajes agrícolas y los efectos de los plaguicidas, “podemos decir que evitando las actuales amenazas estaríamos en el mejor camino para combatir la desaparición de las abejas”, asegura.
Para explicar cómo se podría trabajar desde las administraciones para evitar estas amenazas, el presidente se refiere a un informe publicado por la Comisión Europea sobre la aplicación de la primera Iniciativa de la UE sobre los polinizadores. Según detalla, “el informe pone de manifiesto que se han realizado progresos significativos en la aplicación de las acciones de la Iniciativa, pero que siguen existiendo retos a la hora de abordar los factores que impulsan el declive. Los insectos polinizadores son cruciales para el funcionamiento de los ecosistemas, nuestra seguridad alimentaria, los medicamentos y el bienestar”, defiende. Sin embargo, una de cada diez especies de abejas y mariposas de Europa está en peligro de extinción y un tercio de ellas están en declive.
La Estrategia de la UE sobre la Biodiversidad para 2030, la Estrategia de la UE “de la granja a la mesa” y el Plan de Acción de la UE para reducir la contaminación a cero establecen objetivos específicos para abordar este problema. Por ejemplo, la ampliación de las zonas protegidas y la restauración de ecosistemas, la promoción de la agricultura ecológica, la restauración de elementos paisajísticos de alta diversidad en las tierras agrícolas y la reducción significativa del uso de plaguicidas y otros contaminantes medioambientales nocivos para los polinizadores.
En este sentido, Llorente hace hincapié en que “es necesario implementar todas las acciones y reivindicaciones que sean necesarias ante las instituciones de la Unión Europea para forzar, en la medida de lo posible, la modificación de la Directiva Europea 2001/110/CE relativa al etiquetado de la miel con indicación no solo de los países de origen de la miel, sino también indicando el porcentaje de la mezcla y que sea obligatorio en todo el territorio de la Unión”.
Por último, el papel de los consumidores es también importante a la hora de poner en valor el sector y trabajar para mejorar las condiciones, por ello el presidente insta a la ciudadanía a que consuma productos de la colmena como miel, polen, propóleos o jalea real. “Si ese consumo lo concretamos en que el origen de los mismos sea España mucho mejor para todos”.