La enteropatía crónica es un término general que abarca una amplia gama de procesos patológicos, con signos clínicos variados y factores desencadenantes que, en muchas ocasiones, son desconocidos. Sobre este trastorno, Alison Manchester, veterinaria de la Universidad de Colorado, ha estudiado la enteropatía crónica en perros para responder a varias de las preguntas que esta enfermedad suscita.
Los perros afectados con enteropatías crónicas, según explica Manchester, tienen todo tipo de signos clínicos, “desde diarrea intratable hasta vómitos varias veces por semana, pérdida de peso inexplicable o un apetito extremadamente exigente”. Por otra parte, “si bien entendemos algo sobre el proceso de esta enfermedad, sigue siendo bastante misterioso". Aunque probablemente implique algún grado trastorno inmunológico y factores ambientales e influencias genéticas, “todavía no estamos seguros de qué está provocando los signos clínicos en estos perros”.
Cuando se conoce por completo qué es lo que produce la enteropatía crónica, en palabras de la veterinaria, “es difícil asignar un tratamiento específico que tenga posibilidad de éxito en un perro en particular. Y por esta razón, confiamos en los ensayos de tratamiento para llegar a obtener más respuestas”.
MANEJO NUTRICIONAL
Manchester está trabajando en un estudio enfocado en caracterizar la desregulación inmunológica en perros con enteropatías crónicas.
Según cuenta, los pacientes pueden requerir alguna combinación de tratamiento a base de modificación dietética, antimicrobianos e inmunosupresores. Por desgracia, “ninguna prueba de diagnóstico disponible actualmente es capaz de predecir qué tratamiento o combinación de tratamientos beneficiará más a un perro en particular”, lamenta la veterinaria.
En la misma línea, simplifica su enfoque con el tratamiento basado en la dieta, para enfocarse en los componentes de grasa, fibra y proteína con el fin ayudar a que los pacientes tengan dietas adecuadas. “Los perros con enfermedades que responden a la dieta tendrán una remisión clínica más duradera y sólida cuando encontremos una dieta correcta”.
Asimismo, y para remarcar la importancia de la selección adecuada de la dieta, Manchester ejemplifica casos de varios perros con diagnóstico de enteropatía crónica para los que se prescribieron distintos tipos de alimentación.
Por ejemplo, “un Yorkshire Terrier que fue diagnosticado con enteropatía perdedora de proteínas, al que se le administró una dieta ultra baja en grasas junto con clopidogrel y calcio suplementario y B12”.
En cambio, “un pastor alemán de 2 años y medio, que tenía signos gastrointestinales crónicos, estaba siguiendo sin éxito una dieta ultra baja en grasas, y anteriormente no había respondido a un pienso a base de proteínas hidrolizadas”.
Ante este caso, la experta utilizó un pienso a base de aminoácidos, “los componentes principales de las proteínas”, ya que, “si bien la hidrólisis descompone las proteínas en lo que deberían ser secuencias de péptidos irreconocibles, algunos perros aún generan respuestas inmunes a algunos componentes de la dieta”. Ocho semanas después del nuevo tratamiento dietético, el perro “tenía un buen apetito de forma constante y la diarrea había remitido”.
FARMACIA GASTROINTESTINAL
En cuanto al tratamiento farmacológico de la enfermedad, Gary P. Oswald, Diplomado del Colegio Americano de Medicina Interna Veterinaria, explica la eficacia de los ensayos dietéticos, antibióticos, probióticos y los estimulantes del apetito.
“Hemos aprendido que las enteropatías crónicas son más que una enfermedad intestinal inflamatoria primaria. Es una enfermedad del sistema inmunológico”, afirma Oswald. El experto manifiesta que “aproximadamente el 50 % de los gatos y perros con signos gastrointestinales como diarrea, reducción del apetito y pérdida de peso y condición corporal tienen enteropatías que responden a los alimentos. Otro 25% responde a los antibióticos o probióticos, lo que sugiere un desequilibrio en el microbioma”.
Asimismo, apunta que la mitad de los pacientes con enteropatías que responden a los alimentos tienen reacciones adversas a estos. Ante un animal enfermo, Oswald comienza probando una dieta baja en grasas y alta en carbohidratos para abordar la posible intolerancia a las grasas. El siguiente paso consiste en introducir una dieta con proteínas hidrolizadas para abordar una posible alergia alimentaria. Por último, el experto recurre a dietas con proteínas y carbohidratos limitados y “nuevos” también para abordar posibles alergias alimentarias.
Por otra parte, Oswald señala que el microbioma intestinal felino “a menudo responde bien a una dieta alta en proteínas y baja en carbohidratos, y los alimentos enlatados pueden proporcionar una mejor respuesta”. A continuación, prueba dietas con proteínas y carbohidratos “nuevos”. Las dietas hidrolizadas son sus últimas opciones para los gatos.
Para las enteropatías potencialmente sensibles a los antimicrobianos, “el tartrato de tilosina es un fármaco a considerar. Se puede utilizar de forma intermitente o continua para la diarrea crónica. El metronidazol solía ser el antimicrobiano de referencia, pero se asocia con genotoxicidad en gatos”.
Respecto a la colitis granulomatosa en perros asociada con Escherichia coli, el tratamiento de elección de Oswald es una fluoroquinolona. Para las bacterias resistentes a las fluoroquinolonas, los aminoglucósidos son su tratamiento de elección.
En cuanto a los fármacos estimulantes del apetito, los veterinarios usaron ciproheptadina, “pero este medicamento tiene efectos adversos”. Por el contrario, “la mirtazapina aumenta el apetito, y tiene efectos antieméticos. Asimismo, una nueva opción de estimulante del apetito es la capromorelin, que imita la acción de la grelina, la hormona del hambre”.
NUEVA OPCIÓN DE DIAGNÓSTICO
Dado que alrededor muchos de los dueños de perros rechazarán la endoscopia para el diagnóstico de enteropatías caninas, citando el coste y la invasividad de la prueba como las principales razones, la veterinaria Jacqueline Johnson, del Hospital Cabrillo Pet en San Diego, ha participado en el ensayo clínico para una prueba de diagnóstico basada en suero para detectar la enfermedad inflamatoria intestinal canina.
El ensayo se basa en el anticuerpo anti-calprotectina, un marcador de inflamación intestinal; anticuerpo anti-proteína C de membrana externa, un marcador de proliferación bacteriana; y anticuerpo anti-gliadina, un marcador de sensibilidad a la gliadina, un componente del gluten.
Johnson indica que “una vez que comience a presentar tratamientos a estos animales, ya sean medicamentos o dieta o alguna combinación de los dos, debería comenzar a ver mejoras en la inflamación intestinal, la permeabilidad intestinal y debería ver una reducción en estos autoanticuerpos".
La experta ha puesto de ejemplo a un mastín de 4 años y medio que tenía biomarcadores elevados de proliferación bacteriana y sensibilidad a la gliadina compatible con enteropatía crónica, y “sufrió una mejora en los mismos tras un cambio en su dieta a salmón, batatas, brócoli y judías verdes; un tratamiento de metronidazol; B12 suplementario; y tratamiento con omeprazol”.
A su vez, cuenta cómo su propio perro sufría de regurgitaciones frecuentes asociadas con aerofagia y una hernia hiatal confirmada. Ante esta situación, “se le recetó omeprazol y metoclopramida durante siete años, y sus signos clínicos mejoraron mucho, pero nunca mejoró al 100 %”.
Para mejorar el diagnóstico y el tratamiento, realizaron una medición de los marcadores biológicos, dando como resultado que el marcador bacteriano estaba en el rango intermedio, el marcador de inflamación era bajo y el marcador de gliadina era alto.
Ante estos datos, “se le cambió a una dieta gastroentérica y se suspendieron sus medicamentos. El resultado fue una resolución del 90 % de los signos clínicos con brotes ocasionales dos o tres veces al año”, celebra Johnson.
A pesar del prometedor potencial de estas pruebas, la experta señala que “nada reemplazará la precisión de una biopsia, y conviene utilizar estas pruebas basadas en marcadores para mejorar el éxito de la biopsia".