La hepatozoonosis es una enfermedad emergente tanto de perros como de gatos, transmitida por vectores y causada por diferentes especies pertenecientes al género Hepatozoon.
La hepatozoonosis canina es causada por Hepatozoon canis, que infecta a los perros en todo el mundo, y Hepatozoon americanum que se ha informado, hasta la fecha, solo en América.
Los perros son huéspedes intermediarios de Hepatozoon.spp. y se infectan mediante la ingestión de garrapatas infectadas (huéspedes definitivos) que albergan ooquistes maduros.
En Europa, el principal vector de H. canis es la garrapata marrón del perro Rhipicephalus sanguineus en la que se transmite transestadialmente. Aunque la ingestión de una garrapata infectada es la fuente más común de infección, se ha informado de la transmisión transplacentaria y el carnivorismo como rutas alternativas.
Los cuadros clínicos varían de signos subclínicos a graves, y predominan los signos clínicos inespecíficos, como letargo, anorexia, pérdida de peso, linfadenopatía y fiebre.
INFORME DEL CASO
Una perra de 2 meses, originaria del sur de Italia, fue adoptada y trasladada al norte. Allí, fue llevada a una clínica veterinaria local a causa de unos signos gastrointestinales, cojera migratoria y dermatitis pruriginosa. El animal resultó positivo a Hepatozoon spp.
Después del tratamiento con dipropionato de imidocarb y doxiciclina, el animal mostró una mejoría clínica inicial. Sin embargo, los signos gastrointestinales reaparecieron y apareció pioderma superficial difusa en la región toracolumbar, junto con fiebre, letargo y pérdida de peso.
A los ocho meses de la primera aparición de los signos clínicos, fue derivado a otra clínica veterinaria y sometido a hemograma completo, análisis de orina y heces, junto con ecografía abdominal, tomografía computarizada de cuerpo entero y endoscopia gastroduodenal.
Las biopsias de piel y las muestras de sangre se sometieron a un protocolo de secuenciación por PCR, que resultaron positivas para H. canis. Además, las alteraciones encontradas fueron compatibles con una colangiohepatitis y múltiples derivaciones extrahepáticas adquiridas secundarias a hipertensión portal. Finalmente, el perro fue sacrificado debido a un empeoramiento clínico dos meses después.
En este sentido, estos hallazgos, según explican los autores, resultan útiles para conocer “el papel potencial de H. canis en la enfermedad sistémica observada, los resultados clínico-patológicos y las implicaciones epizootiológicas”.
Asimismo, el informe sugiere “un papel potencial de H. canis en el desarrollo de una enfermedad sistémica en un cachorro, lo que agrega un posible nuevo enfoque clínico sobre la hepatozoonosis canina”.
Por ejemplo, dado el desarrollo de problemas hepáticos de forma precoz, “la hipertensión portal asociada con H. canis nunca se ha informado, aunque la merogonía de H. canis se produce en el hígado, y se ha informado de hepatitis crónica relacionada con la presencia de esquizontes. Por tanto, el papel de H. canis en la contribución a una colangiohepatitis preexistente no puede excluirse”, indican.
Además, los autores añaden que “con toda probabilidad, el perro del presente caso adquirió la infección por transmisión transplacentaria, dado el inicio precoz de los signos clínicos. Hasta la fecha, no se dispone de datos sobre los posibles efectos de H. canis en el desarrollo fetal y en la patogenia de posibles trastornos hepáticos adquiridos. Por lo tanto, se debe implementar el conocimiento sobre infecciones de transmisión vertical”.