La demencia es un término genérico para la pérdida de memoria y la capacidad de aprender, el deterioro del pensamiento, el comportamiento y la capacidad para realizar las tareas diarias. La probabilidad de contraer demencia aumenta a medida con el envejecimiento, en general. Se cree que entre el 5 y el 8 % de las personas mayores de 60 años tienen algún grado de demencia.
En este sentido, la causa más común de demencia es la enfermedad de Alzheimer, para la que, lamentablemente, todavía no existe una cura. Una limitación importante en la investigación del Alzheimer es la falta de modelos animales útiles que desarrollen la demencia de forma espontánea, sin ingeniería genética, y que también reflejen adecuadamente la complejidad genética y ambiental de los seres humanos.
Los perros de compañía surgieron recientemente como nuevos posibles modelos para el envejecimiento humano porque comparten el entorno humano, están expuestos a factores de riesgo similares, envejecen aproximadamente diez veces más rápido que los humanos y un subconjunto de perros desarrolla espontáneamente demencia canina en la vejez.
"Cuando un perro viejo muestra una menor capacidad para aprender, mayor ansiedad, pérdida de los patrones normales de sueño y deambular sin rumbo fijo, puede estar luchando con la disfunción cognitiva canina", comenta Silvan Urfer, veterinario e investigador de la Universidad de Washington, principal autor de un estudio reciente sobre la enfermedad en perros.
Además, asegura que la enfermedad “se puede diagnosticar de forma fiable mediante un cuestionario validado que evalúa la función cognitiva del perro. Las puntuaciones de 50 puntos o más son indicativas de un diagnóstico de disfunción cognitiva".
Las características moleculares de la enfermedad de Alzheimer en humanos incluyen el depósito de un péptido en el cerebro, llamado beta amiloide 42 (Aβ42). El péptido Aβ42 canino es idéntico a la forma humana. “Estábamos interesados en saber si los niveles de Aβ42 en los cerebros de los perros de compañía están relacionados con la función cognitiva y la edad. Nuestro laboratorio desarrolló un nuevo ensayo para medir Aβ42 en cerebros de primates y caninos y líquido cefalorraquídeo (LCR), pero todavía no teníamos acceso a suficientes muestras”, explica Matt Kaeberlein, uno de los colaboradores.
En este punto, para avanzar con el estudio, los investigadores recurrieron a Eniko Kubinyi, quien ha establecido el “Canine Brain and Tissue Bank”, junto con Kalman Czeibert, veterinario, y la genetista Sara Sandor.
"Desarrollamos un protocolo de donación de cuerpo de perro para los propietarios que, de acuerdo con sus veterinarios, ofrecen voluntariamente el cuerpo del animal para la investigación después de la eutanasia médicamente justificada", cuentan los investigadores.
Los expertos recogen el cerebro y el líquido cefalorraquídeo de los sujetos fallecidos, junto con una documentación exhaustiva del rendimiento cognitivo previo de los perros. Este sistema permitió al equipo correlacionar los datos histológicos y moleculares post-mortem, con las mediciones de comportamiento.
UTILIDAD DEL PERRO COMO MODELO DE ESTUDIO
En este aspecto, los autores del estudio encontraron correlaciones positivas significativas entre Aβ42 y la edad en las tres regiones cerebrales investigadas (corteza prefrontal, corteza temporal, hipocampo / corteza entorrinal) mientras que Aβ42 en el líquido cefalorraquídeo se correlacionó negativamente con la edad.
La abundancia de Aβ42 en el cerebro en las tres regiones estudiadas también se correlacionó con la puntuación de la escala de disfunción cognitiva canina. “La relación entre el deterioro cognitivo y la abundancia de Aβ42 puede reflejar una trayectoria similar en el perro que envejece como en los humanos”, explican los autores.
Asimismo, señalan que “está bien establecido que el Aβ42 y otras patologías relacionadas con la enfermedad de Alzheimer surgen en el cerebro años o incluso décadas antes de que se manifiesten los síntomas clínicos”.
Por tanto, “la correlación entre Aβ42 en los cerebros de los perros y las puntuaciones cognitivas respalda la idoneidad del perro de compañía como modelo para la enfermedad de Alzheimer”.
También “ilustra la utilidad de los biobancos veterinarios para poner a disposición de los investigadores las muestras biológicas para su análisis. En el futuro, los perros podrían usarse para estudiar intervenciones destinadas a prevenir o tratar una patología similar al Alzheimer. Dicha investigación también puede contribuir a aumentar la esperanza de vida saludable de nuestras mascotas”.