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Productos de origen animal en obras del Museo del Prado
EDICIÓN

Productos de origen animal en obras del Museo del Prado

No solo los animales han sido fuente de inspiración para numerosos artistas, también los productos derivados, como plumas o pieles, han sido frecuentemente utilizados
San Francisco de Asís
San Francisco de Asís, patrono de los veterinarios. Imagen: Museo Nacional del Prado.

Del pincel de Zurbarán, Rembrant o Jan Brueghel el Viejo han manado numerosas representaciones, no solo de animales, también productos de origen animal, evidentes al ojo del espectador avezado. Para facilitar su descubrimiento, Mayte Villalba Rodríguez, veterinaria del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), realiza un recorrido por las obras de arte del Museo del Prado de Madrid donde los productos de origen animal tienen una especial relevancia.


“Las obras del Museo Nacional del Prado están llenas no sólo de animales, sino también de productos de origen animal, como son esas masas de carbonato cálcico y otros compuestos que conocemos como perlas”, reflexiona la veterinaria.


Una perla, de más de 200 gr de peso, se puede ver adornando el sombrero de Felipe III, del cuadro de Diego Velázquez. También del mar, “más humildes que las suntuosas perlas, pero quizá más útiles que ellas, conseguimos las esponjas”. Estos seres que durante mucho tiempo se tomaron por plantas, constituyen un grupo enorme de animales y ayudan a la humanidad al menos desde el tiempo de los egipcios, comenta Villalba. La Biblia cuenta que, estando Jesucristo ya crucificado, “enseguida uno de ellos corrió, tomó una esponja empapada en vinagre y con una caña le dio a beber” y en la obra “El calvario” (Anónimo) se puede ver esa esponja.

El Calvario

"El calvario". Imagen: Museo Nacional del Prado.


El coral rojo también fue tomado en la antigüedad por una planta, y su exoesqueleto ha sido objeto de deseo desde hace más de dos mil años. La autora detalla que pueden verse muchos cuadros con joyas hechas de este animal. Se puede observar en la mesa de piedras duras llamada “Del Almirante de Castilla” (Anónimo), una de las numerosas que tiene el museo, donde se une al lapislázuli, al mármol y al ágata para formar esta maravilla pétrea.


Antes de salir de los mares, tenemos que ir hasta los lejanos para encontrar los nautilus, “unos moluscos cefalópodos cuyas conchas causaban sensación cuando llegaban a Europa, y eran utilizadas para fabricar objetos de lujo, como la copa que aparece en el cuadro de Rembrant“Judit en el banquete de Holofernes””.

Judit en el banquete de Holofernes

Judit en el banquete de Holofernes. Imagen: Museo Nacional del Prado.


PLUMAS, BEZOARES, MARFIL E INCLUSO ESTIÉRCOL


Pasando a los animales terrestres, la veterinaria explica que los artistas han utilizado las plumas de aves, sobre todo exóticas, de diversas maneras. “A José Ramón Marcaida le debemos lo que sabemos sobre el ave del paraíso en los cuadros del Museo, como la que aparece como un penacho en el turbante del rey Baltasar en “La Adoración de los Magos” y evocaría, además, “el exotismo de lo “oriental” y la fascinación que la sociedad europea del momento sentía por las culturas foráneas”.

La Adoraciu00f3n de los Magos

La Adoración de los Magos. Imagen: Museo Nacional del Prado.


Del uso de aves exóticas pasamos al de un “producto animal sin valor alguno (eso sabemos ahora, gracias a la ciencia) y que por lo tanto a nosotros nos resulta más exótico que un ave de la Melanesia”. Durante muchos años, los bezoares, una especie de piedras, hechas de diversos materiales atrapados y compactados en el intestino de los animales, eran tan populares por sus supuestas propiedades como antídoto de venenos, que hasta aparecían en cuadros como “Florero”, de Jan Brueghel el Viejo, apunta Villalba.


Por otra parte se encuentran los elefantes, aunque ahora su comercio está prohibido, durante siglos se ha usado el marfil de sus colmillos como materia prima. “En el Museo del Prado se conserva un Cristo de marfil sobre una cruz de cristal de roca, pero hay cientos de imágenes similares hechos de este material, en otros museos e iglesias del mundo”.


De los rumiantes próximos a nosotros se ha aprendido a utilizar su piel en al menos 3 formas que se pueden apreciar en el Museo del Prado, afirma la experta. Una es para hacer los pergaminos, a partir de la piel de corderos (en ocasiones de terneros), usados para hacer las páginas de los libros que llenaron durante siglos las bibliotecas como la que pintó José Moreno Carbonero en su cuadro “El Príncipe don Carlos de Viana”.


De otro rumiante, la oveja, se obtiene la lana utilizada en el ámbito mediterráneo para hacer tejidos, como por ejemplo las togas de los romanos. “En el Prado podemos ver a Augusto con una toga, una escultura romana que tiene cierto misterio porque está formada de dos distintas”.

Augusto togado

Augusto togado. Imagen: Museo Nacional del Prado.


Asimismo, comenta que del intestino de la oveja se obtenía la materia prima para hacer las cuerdas del violín. “No sé yo si lo sabían los ángeles de las tablas de Pedro de Campaña, procedentes probablemente de un sagrario, siendo seres tan ajenos este mundo terrenal nuestro”.


Además, de las abejas proviene la cera, precioso material que durante siglos iluminó a la humanidad y que en el cuadro de José Nin y Tudó lo hace, en forma de velas, al cuerpo de San Francisco de Asís, patrono de los veterinarios, relata Villalba.


“Para despedir este itinerario vayamos al más humilde de los productos animales, el estiércol, que ha ayudado y sigue haciéndolo en el cultivo de muchas plantas, y por tanto a la supervivencia de los seres humanos”. Según explica, una de las pruebas de Hércules fue limpiar, desviando un río para ello, las cuadras llenas de estiércol de Augías (que sin duda tenía un buen veterinario, ya que sus animales no se ponían enfermos y por ello producían enormes cantidades de este subproducto) como se puede observar en el cuadro de Francisco de Zurbarán, “Hércules desvía el curso del río Alfeo”

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Hércules desvía el curso del río Alfeo. Imagen: Museo Nacional del Prado.


Porque los veterinarios, como el de Augias, estamos detrás de muchos de los animales que vemos en el Prado, a los que debemos tanto por acompañarnos durante milenios, ayudándonos a sobrevivir y a crear obras de arte como las que forman este itinerario y que podemos admirar en el Museo Nacional del Prado”, concluye Mayte Villalba.

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