Ni siquiera la histórica ola de frío que ha sufrido España este invierno ha podido acabar con la presencia, como cada año, de la procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa). Una peligrosa oruga que, con los primeros atisbos de la primavera, llega puntual a su cita incluso con más fuerza que nunca.
Y es que, tal y como advierte la Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental (Anecpla), este año se prevé un incremento en la presencia de procesionaria del pino debido fundamentalmente a dos aspectos. Por un lado, las limitaciones provocadas por la pandemia de coronavirus que ha suspendido muchos de los habituales tratamientos que tenían que haberse llevado a cabo; y, por el otro, las restricciones en el uso de productos biocidas que se venían empleando para su gestión y que en la actualidad han quedado reducidos a un único tratamiento posible: la endoterapia.
“La endoterapia es una técnica de control de la procesionaria del pino que, si bien es muy efectiva y respetuosa con el medio ambiente, su coste constituye un factor limitante para el tratamiento de grandes masas arbóreas. Ahora mismo, a las puertas de la primavera y con las temperaturas en ascenso, nos encontramos al límite de esta temporada. Una vez rebasado este momento la procesionaria comenzará su descenso por los troncos de los árboles con todo el riesgo que su presencia conlleva”, comenta la directora general de Anecpla, Milagros Fernández de Lezeta.
El cuerpo de estas orugas está recubierto de unas vellosidades llamadas tricomas. Cada individuo posee alrededor de 500.000 tricomas que funcionan a modo de dardos envenenados cuando estos animales se sienten amenazados. Un mínimo contacto con ellos puede generar desde dermatitis a lesiones oculares, pasando por urticarias y reacciones alérgicas debido a la liberación de histamina.
En el caso de los perros, este contacto puede llegar incluso a ocasionarles la muerte. Los síntomas del contacto con la oruga que los perros pueden manifestar son inflamación del hocico y cabeza, picores intensos en las partes afectadas y abundante salivación. En caso de que lleguen a comérselas, la ingestión del tóxico que lleva el insecto puede provocar la necrosis de lengua y garganta, y a consecuencia de ello, la muerte del animal.