En la actualidad, se conocen ampliamente los riesgos que puede suponer el uso indiscriminado de antimicrobianos y parasiticidas en relación con el desarrollo de resistencias. Ahora bien, también existen importantes preocupaciones ambientales con el uso de estos productos. Se ha demostrado que el uso de estos agentes genera un impacto alto en los ecosistemas acuáticos, y es por ello por lo que la profesión veterinaria tiene el deber de trabajar por avanzar hacia un enfoque más responsable que tenga en cuenta la salud y el bienestar de los animales y la salud pública. Un estudio, publicado por un equipo de la Universidad de Sussex, ha descubierto que los agentes de muchos ectoparasiticidas tópicos comunes (incluidos el fipronil y el imidocloprid) están presentes en concentraciones peligrosas en muchos ríos del Reino Unido.
Justine Shotton, vicepresidenta junior de BVA (Asociación Británica Veterinaria), explica cómo la profesión veterinaria puede ayudar a mitigar el impacto ecológico de los parasiticidas y cuáles son las prácticas que se pueden llevar a cabo para ello.
En primer lugar, señala que “adoptar un enfoque basado en la evaluación de riesgos para cada paciente sería un gran paso en la dirección correcta. Esto implicaría alejarse del tratamiento individual profiláctico general y, en cambio, considerar las circunstancias de ese animal de forma individual. ¿Cuál es su riesgo de parásitos, según su estilo de vida, su entorno, la prevalencia local de los parásitos, su ubicación geográfica y la temporada? ¿Qué productos serían los más apropiados para la protección y cuáles podrían tener la menor ecotoxicidad pero seguir siendo eficaces y seguros?”.
Respecto a los endoparásitos, comenta que, para reducir el impacto ambiental, así como la resistencia parasitaria a estos productos, es necesario “avanzar más hacia el cribado fecal regular como se hace en el sector ganadero y equino, ya que esto no solo proporcionaría prácticas con ingresos alternativos, sino que también permitiría un tratamiento específico para los parásitos que albergan, evitando la polifarmacia y un acercamiento único”.
Por otro lado, recomienda, siempre que sea posible, formulaciones orales de productos y alejarse de los productos tópicos. “Los productos orales tienden a excretarse en las heces y, al menos en el caso de los perros, esto significa que los deshechos contaminados son más fáciles de recolectar y eliminar”.
Shotton incita a educar al cliente sobre el tratamiento de parásitos, así como un mayor contacto cliente-paciente, además de ayudar a promover la existencia de estos problemas.
“Hay consecuencias reales y graves de no abordar nuestro uso generalizado actual de parasiticidas, incluidas las disminuciones de los ecosistemas de los cursos de agua y las disminuciones mundiales de invertebrados. Los veterinarios de todo el espectro de campos de pequeños animales, equinos, ganaderos y zoológicos tienen la responsabilidad compartida de garantizar que protegemos a los animales, salvaguardamos la salud pública y, aun así, promovemos y conservamos nuestro medio ambiente”, subraya la experta.