La microbiota intestinal puede influir de manera crucial en el comportamiento y el neurodesarrollo. Una nueva investigación indica que la cantidad de errores que cometen los perros en una prueba de memoria a corto plazo y su edad están relacionadas con la composición del microbioma intestinal. Se encontraron menos fusobacterias en perros mayores y un mejor rendimiento de la memoria se asoció con una menor proporción de actinobacterias.
En los humanos, la composición del microbioma intestinal se ha relacionado con afecciones psiquiátricas, como depresión, ansiedad y autismo, así como con trastornos neurodegenerativos, incluida la enfermedad de Parkinson y Alzheimer, a través de metabolitos producidos por bacterias que habitan el intestino. Los perros se han convertido en un modelo valioso de trastornos y rasgos complejos humanos. El aumento de la esperanza de vida, una inclinación natural a desarrollar demencia y un entorno compartido con los humanos, también ha convertido a los perros en un prometedor modelo para la investigación del envejecimiento.
El microbioma intestinal de los perros es más similar al de los humanos que el de los ratones y los cerdos. “Las técnicas de secuenciación de ADN de última generación han permitido la identificación de la composición taxonómica y también las funciones potenciales de los microorganismos, logrando una mejor comprensión de las interacciones microbiano-huésped”, explica Tamás Felföldi, profesor asistente del Departamento de Microbiología de la la Universidad Eötvös Loránd de Budapest.
Eniko Kubinyi, investigadora principal del Proyecto Senior Family Dogen de la Universidad, financiado por el Consejo Europeo de Investigación, se asoció con microbiólogos para investigar el microbioma intestinal de un grupo de perros y examinaron posibles vínculos con la edad y el rendimiento cognitivo. “Después de probar el rendimiento de la memoria de los perros, nos reunimos con ellos para dar un paseo por el parque y recolectar muestras fecales. Tuvimos que congelar inmediatamente los excrementos en contenedores de almacenamiento para asegurarnos de que proporcionaran una imagen válida sobre las bacterias que vivían en las tripas de los perros antes de la defecación”. Según Sara Sandor, genetista, “el límite de tiempo es importante, ya que algunas especies de bacterias pueden continuar proliferando después de la defecación y, por lo tanto, pueden superar falsamente en número a otras bacterias en la muestra”.
En general, la participación de los perros representó un enfoque relativamente novedoso en este campo, ya que incluía una gran variedad de animales, con respecto a la raza, la dieta y la historia de vida. Esto conduce a una gran variación estadística en la composición de sus comunidades bacterianas, si bien, este enfoque es crucial si los investigadores tienen como objetivo modelar la variabilidad natural de las poblaciones humanas. “Una limitación principal del estudio actual es el número relativamente bajo de sujetos, 29 perros. Sin embargo, los resultados de tales estudios exploratorios pueden facilitar nuevos esfuerzos de investigación, especialmente si indican tendencias médicamente relevantes en los datos”, apunta Soufiane Bel Rhali, estudiante de doctorado.
RESULTADOS
Los investigadores encontraron una correlación negativa entre la abundancia de Fusobacteria y la edad cronológica en los perros. Curiosamente, en los seres humanos, se demostró que las fusobacterias aumentan con el envejecimiento y la abundancia elevada de estos microbios se ha relacionado con enfermedades graves, como la enfermedad inflamatoria intestinal y el cáncer colorrectal.
“La identificación de tales diferencias entre perros y humanos es al menos tan importante como explorar los patrones compartidos en la composición microbiana intestinal, ya que las suposiciones infundadas de similitud pueden reducir el valor traslacional de los estudios de intervención”, indica Kubinyi. Además, el estudio actual encontró que los perros que se desempeñaban peor en una prueba de memoria a corto plazo tenían relativamente más actinobacterias. Este hallazgo puede indicar un mecanismo compartido subyacente al envejecimiento cognitivo de los perros y los humanos, ya que también se demostró que las actinobacterias son más abundantes en los intestinos de los pacientes con Alzheimer.